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Luis Sánchez Sancho

El mito de los demonios

El demonio —me refiero a la palabra—  se puso de moda en Nicaragua, a raíz de que una joven campesina murió como consecuencia de las graves quemaduras que sufrió después que sus “hermanos” de secta religiosa la arrojaron a una hoguera, para sacarle el demonio que según ellos tenía dentro.

No era una secta diabólica, cabe aclararlo, sino un grupo cristiano no católico integrado al parecer  por personas ignorantes  dirigidas por un “pastor” aún  más ignorante y fanático.

Sobre este hecho, que estremeció a la sociedad nicaragüense y como noticia tuvo  repercusión  internacional, se expresaron muchas opiniones diferentes y, como siempre ocurre en estos casos, se ha señalado o buscado culpables más allá de los autores materiales y directos del crimen.

Para algunos la culpa es de  la religión y las iglesias que predican la existencia del demonio y fomentan el miedo a ese  espíritu maléfico que se menciona en la Biblia. Y como  para poner  el tema en contexto, hasta  se ha dicho que la creencia en el demonio es machista y  en contra de las mujeres.

Pero es un error eso de  que la creencia en el demonio es exclusiva de la religión cristiana y sus diferentes iglesias. Para mejor entenderlo por las palabras de un especialista, me permito  hacer una extensa cita del Diccionario de Símbolos y Mitos del mitólogo  español José Antonio Pérez-Rioja.

“La significación simbólica del demonio —dice Pérez-Rioja— cambia, radicalmente, en el mundo antiguo y en el mundo cristiano. Para los griegos y romanos (del gr. daimon y del lat. daemon o daemonium, “el que sabe”) es un genio benéfico o maléfico de naturaleza divina, unida al destino de los hombres, y cuya influencia —positiva o negativa— se dejaba sentir en el acontecer de las generaciones y de los hechos históricos.

“En Sócrates —sigue diciendo el autor español—, el daimon o demonio parece identificarse con la voz de la propia conciencia interior. A partir del cristianismo, se identifica con el espíritu del mal, con el ángel caído o rebelde, del que es príncipe por antonomasia Lucifer, Satanás o Luzbel”.

Y agrega todavía  que “simbólicamente, se le representa (al demonio) por varios animales, reales o fantásticos: la serpiente, el león, el lobo, el zorro, el escorpión, el buitre, el murciélago, el sapo, la lechuza, el dragón, el grifo, la arpía, la quimera, etc.”

En lo que se refiere a  la mitología griega, Hesíodo, en   Los Trabajos y los Días dice que  los demonios eran personajes reales, hombres propiamente dicho, que vivieron  en la Edad de Oro y alcanzaron la inmortalidad. Según Hesíodo unos tres mil demonios recorrían  la tierra rodeados de una nube y Zeus los convirtió  en guardianes de la justicia.

Para Homero  los demonios son seres sobrenaturales  que no tienen forma ni nombre y,  sin tener jerarquía celestial,  son parte,  sin embargo,  del mundo de las divinidades.

El francés Jean Francois Michel Nöel dice que entre los filósofos griegos la palabra demonio no tenía un mal sentido, que para ellos significaba “lo que tiene algo de divino”. Es decir, un sentido similar a lo que los latinos llamaban numen o genio, por ejemplo    la inspiración de los poetas y los filósofos.

Sócrates, según el mencionado autor galo, “decía tener un demonio o espíritu familiar que, si bien no le conducía jamás a ejecutar cosa alguna, se la impedía o estorbaba hacer, cuando el obrar le hubiera sido perjudicial”.

Acerca del sentido positivo  del demonio griego, o inspiración divina, Michel Noël menciona un relato de Cicerón sobre  Sócrates, de cuando el sabio filósofo  huye con el general ateniense Laques y los restos de su ejército derrotado. Al llegar a un cruce de caminos, Sócrates no quiere  seguir la  misma ruta  elegida por Laques y sus hombres. Preguntado por qué, les responde   que su demonio le impide  seguir el camino que  ellos han elegido. Al cabo de cierto andar, todos los hombres  que siguieron el camino distinto al que tomó Sócrates, fueron muertos o hechos prisioneros por sus enemigos.

Sócrates fue  juzgado y condenado “culpable de corromper a los jóvenes y de no creer en los dioses en los que cree la ciudad, sino en otros espíritus o demonios desconocidos”,  según se dijo en el acta de acusación en la cual se basó la  condena  a muerte que le impusieron,  haciéndole ingerir  una bebida  venenosa.

Opinión demonios Homero Nicaragua archivo
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