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Cachorros del SMP en el municipio de Pantasma, en 1989. Foto: Cortesía - Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.

Cachorros del SMP en el municipio de Pantasma, en 1989. Foto: Cortesía – Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.

SMP: jugada estratégica

150 mil jóvenes fueron obligados a tomar las armas para defender la revolución, una estrategia que mantuvo en el poder al Frente Sandinista durante 10 años, pero que también lo llevó a perderlo en las urnas en 1990.

El 21 de febrero de 1990, un bigotón y eufórico Daniel Ortega se paseaba corriendo por el escenario, ondeando una bandera del Frente Sandinista ante casi medio millón de personas reunidas en la plaza Carlos Fonseca Amador. Estaba listo para dar su discurso de cierre de campaña electoral. “¡Tenemos que aplastar a la Contra!”, dijo pegando alaridos mientras las personas aplaudían.

Pero no era eso lo que la multitud quería oír de la boca del “Gallo Ennavajado”. “Buena parte de los allí presentes esperaba el anuncio de la supresión del Servicio Militar Patriótico (SMP) (…) pero tal anuncio nunca se oyó de los labios de Daniel Ortega y probablemente esto haya sido decisivo en los resultados electorales”, aseguró el sociólogo guatemalteco Carlos Figueroa Ibarra en uno de sus ensayos.

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“¿Quién iba a votar por ellos?”, cuestiona 27 años después el experto en temas de seguridad Roberto Cajina. “Imaginá a una madre de un barrio de Managua que miraba llegar a su chavalo en una bolsa negra”, dice.

El experto se refiere a los jóvenes que, por la Ley del Servicio Militar aprobada el 13 de septiembre de 1983, fueron obligados a ir a las montañas a defender la revolución de las luchas contrarrevolucionarias. Se sabe que casi 150 mil jóvenes fueron movilizados a la montaña, pero nunca se ha dicho de forma oficial cuántos de ellos no regresaron a casa.

A principio de los años ochenta las heridas de una guerra contra la dictadura somocista apenas comenzaban a sanar, cuando otra guerra ya se asomaba por el norte, en las montañas de Honduras. Ahí comenzaron a gestarse los primeros ataques del movimiento contrarrevolucionario de la Resistencia Nicaragüense, conocida popularmente como la Contra. “Era un grupo de guarditas”, dice Roberto Cajina, experto en temas de seguridad.

Pero para ese entonces el Ejército Popular Sandinista, que debía defender la revolución, se encontraba aún en pañales. Ni siquiera estaba formado regularmente cuando ya le tocaba enfrentarse a una guerra. La unidad de soldados permanentes estaba compuesta por unos 10 mil hombres que habían sido guerrilleros combatientes de la revolución. También había unos 10 mil reservistas, que eran hombres y mujeres militantes del Frente Sandinista y jóvenes de la Juventud Sandinista que se habían unido voluntariamente a la lucha. Los soldados permanentes, reservistas y milicianos, fueron quienes enfrentaron los ataques de la Contra durante los primeros años.

Jóvenes Chachorros en la guerra de los años ochenta. Foto: Cortesía - Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.
Jóvenes Cachorros en la guerra de los años ochenta. Foto: Cortesía – Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.

LA GÉNESIS DEL SMP

Pero para 1983 todos esos ataques se habían intensificado tanto que el Ejército ya no daba abasto para seguir combatiendo. Necesitaban más soldados en las montañas. Y así, el 13 de septiembre de 1983, nació el Servicio Militar Patriótico (SMP), que obligaba a todos los jóvenes entre 18 y 25 años a tomar un arma y enmontañarse durante dos años para defender la revolución. Esto decía la Ley: “Pueden ser llamados a cumplir el Servicio Militar Activo todos los nicaragüenses a partir del primero de enero del año en que cumplan 18 años de edad, hasta el 31 de diciembre del año en que cumplan 25 años de edad”.

El general en retiro Humberto Ortega Saavedra explicó a LA PRENSA, en febrero de 2016, que él promovió el SMP porque los voluntarios ya no eran suficientes. “Fui el impulsor del SMP cuando el servicio militar voluntario fue insuficiente para repeler la guerra de agresión de Estados Unidos que causaba grandes bajas en nuestras filas. El servicio militar obligatorio en época de guerra es una necesidad en cualquier país del mundo”, explicó Ortega.

El exteniente coronel Irving Dávila reconoce que fue una medida extrema haber metido a muchachos tan jóvenes en la práctica, incluso se enlistó a menores de 15, 16 y 17 años. Sin embargo, sostiene que se necesitaba el vigor de los jóvenes para hacer una guerra, porque esas no eran cosas de viejos. “Las guerras en el mundo no las hacen los viejos. Las dirigen los viejos y las hacen los jóvenes. Ayer, hoy y siempre. Son los que tienen la capacidad física para emprender largas jornadas, grandes batallas”, explica.

Y, efectivamente, fueron algunos guerrilleros que pertenecían al Ejército los que pasaron a recibir entrenamiento y preparación militar con apoyo de Cuba y la Unión Soviética. “Con el Servicio Militar Patriótico de heroicos y abnegados jóvenes el Ejército Popular Sandinista (EPS) se profesionalizó y redujo sensiblemente la sangría de obreros y campesinos del servicio militar voluntario, y posibilita hacer del Ejército la columna vertebral que garantizó la defensa nacional y evitar el plan de Ronald Reagan de sustituir al Ejército Popular Sandinista por la Contrarrevolución”, aseguró Humberto Ortega a LA PRENSA.

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Según el libro Historia Militar de Nicaragua, del coronel Francisco Barbosa Miranda, 149,590 jóvenes fueron movilizados por el Servicio Militar Patriótico de 1983 a 1989.

Las primeras movilizaciones empezaron en 1984 y una parte de los jóvenes se unieron de forma voluntaria al SMP. Recibían un entrenamiento de tres meses y luego se unían a los Batallones de Lucha Irregular (BLI), creados como táctica para combatir los comandos regionales en los que se había organizado la Contrarrevolución.

A medida que la guerra se fue intensificando también lo hicieron los reclutamientos. Buscaban a los jóvenes en cines, parques, discotecas, colegios y los llevaban a la fuerza. También, afirma Irving Dávila, en los últimos años de la guerra los jóvenes apenas recibían un mes de entrenamiento antes de irse a la montaña.

Cuando morían eran llevados en bolsas negras o en ataúdes sellados donde sus familias. Dávila cuenta que las familias arremetían contra los soldados que llevaban a los jóvenes muertos. Les gritaban, los ofendían, los corrían.

Hasta el momento no se ha dado una cifra oficial de jóvenes muertos en el Servicio Militar Patriótico. Según el documento Battle Deaths Datasel, 1946-2008 versión 3.0 del Instituto de Búsqueda para la Paz de Osio, Noruega, el estimado es de 30 mil fallecidos. En su compilación La izquierda Revolucionaria en Centroamérica. De la lucha armada a la participación electoral, el sociólogo Carlos Figueroa Ibarra asegura que, en unas declaraciones dadas por Daniel Ortega en 1989, hubo 57 mil víctimas y que de esta cifra, 29 mil eran muertos.

Militarmente, el Servicio Militar Patriótico significó una ventaja para el Frente Sandinista. En palabras de Dávila “la ventaja fue adquirir capacidad ofensiva y poder enfrentar a las fuerzas que se habían constituido en el exterior, sostenidas, financiadas y aseguradas por los Estados Unidos. Sin el Servicio Militar hubiera habido más muertos. La Contra hubiera hecho más estragos, la Contra se hubiera tomado poblaciones enteras”. Además, asegura que sin el SMP no hubieran estado en la posición militar en la que estuvieron durante los procesos de negociación de paz con la Contra.

Sin embargo, Dávila también lamenta que nunca se haya dado cifras oficiales de los muertos en el Servicio porque, para él, es una herida que ha quedado abierta.

Jóvenes combatientes siendo movilizados durante la guerra de los años ochenta en Nicaragua. Foto: Cortesía - Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.
Jóvenes combatientes siendo movilizados durante la guerra de los años ochenta en Nicaragua. Foto: Cortesía – Archivo personal de Óscar Navarrete / La Prensa.

COSTO POLÍTICO

Es imposible saber qué hubiera pasado en las elecciones de 1990 si Daniel Ortega hubiera anunciado el fin del Servicio Militar Patriótico aquel 21 de febrero, durante su cierre de campaña. Pero según Roberto Cajina, que el Frente haya perdido las elecciones y el poder, ante Violeta Barrios de Chamorro, cuya principal promesa era fin del SMP, fue el verdadero propósito de la Contrarrevolución con una guerra de baja intensidad. “En aquel entonces para los estrategas se trataba de una guerra de baja intensidad. O sea, una guerra que no pretende la destrucción militar del enemigo, sino la destrucción de su base política, social, moral y cultural. La Contra en general creía que su misión era derrotar al gobierno comunista sandinista. Pero el concepto en Washington era otro”, dice Cajina.

En su libro Transición Política y Reconversión Militar en Nicaragua 1990 – 1995, Cajina explica que tres meses después de las elecciones se conocieron los resultados de una encuesta realizada a votantes del Frente Sandinista y la Unión Nacional Opositora (UNO). El 25 por ciento de las personas que votaron por Violeta Barrios de Chamorro lo hicieron porque había prometido eliminar el Servicio Militar. “El Consejo Supremo Electoral indica que Daniel Ortega perdió por una diferencia de 179, 666 votos, cantidad incluso menor al 25 por ciento de los votos obtenidos por la candidata”, asegura Cajina en su libro.

Humberto Ortega reconoce las consecuencias que el SMP tuvo durante las elecciones. “El Servicio Militar Patriótico significó un alto costo político para el sandinismo, pero fue vital para el triunfo militar, la paz y la apertura al proceso largo y complejo de la democracia que aún hoy forjamos”, concluye.

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