Un extenso período de mediocridad en nuestro futbol, ha sido sucedido por una etapa de esperanza, en la que más que derrotar oponentes, se le ha planteado la guerra a nuestros prejuicios y complejos que han impedido el progreso, mientras se demanda de una dirigencia a la altura de los tiempos.
Y quien ha comandado la batalla, con sus éxitos y tropiezos, ha sido Henry Duarte, quien ha ayudado a que los muchachos dejen de verse con lástima y empujen al frente en un intento de expandir los márgenes y avanzar sobre terrenos inexplorados por nuestro futbol.
Hoy, Nicaragua amanece con la esperanza de una remontada contra Haití, en el duelo de vuelta del repechaje a la Copa Oro. Un revés 3-1 en Puerto Príncipe, tiene a la Azul y Blanco con un pie fuera del torneo. Así que el reto de esta noche no es nada sencillo, pero podría ser la motivación para crecer.
Crecer futbolísticamente es urgente para un conjunto que ofreció una de sus peores versiones el pasado viernes. Prevaleció el desorden, se careció de ideas y de pronto se cayó en el juego de los haitianos, quienes sacaron provecho puntual de sus ventajas antropométricas.
Nicaragua, sin ser una maravilla, es mucho mejor de lo que mostró en Haití. El equipo tiene que volver a su estilo de trazos cortos, buscando espacios y manejando el ritmo, ante un equipo que se desboca y que luce atraído por la fricción constante. Para ello hay que tener el balón.
Pero sobre todo, Nicaragua necesita hoy mostrar su corazón, ese con el cual se gana aunque se pierda. No me cabe duda que los muchachos creen en la remontada y saldrán a buscarla con todas sus energías y las de los miles que los alentarán esta noche desde las gradas.
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