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Alejandro A. Tagliavini

Qué infame excusa es la guerra

Más de 58 civiles, entre ellos 11 niños, murieron en un bombardeo aéreo que emitió “gas tóxico” en una ciudad del noroeste de Siria, informó el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH). Y como si fuera poco, el hospital donde los sobrevivientes recibían atención fue bombardeado. Según la ONG, que desconoce de qué tipo de gas se trata, los civiles murieron por asfixia en Jan Sheijun, en la provincia de Idlib.
El OSDH, basado en Gran Bretaña, no pudo decir si los bombardeos provenían de aviones del ejército sirio o rusos aliados del régimen. Por cierto, el gobierno sirio lo niega y asegura que sus fuerzas de Al Assad atacaron una fábrica de gas yihadista. El oficialismo ha desmentido siempre las acusaciones del uso de armamento químico en una guerra que ya lleva más de 320,000 muertos desde marzo de 2011.

Y la ONU ha iniciado una investigación, por el uso de gas, que me parece hipócrita. O acaso es aceptable que un niño o cualquier persona muera de un balazo, pero no por gas. Más aún, hoy en día cuando la historia, la ciencia, ha demostrado que las guerras son inútiles ¿puede justificarse la muerte de cualquier ser humano, aun cuando no sea civil, y ya sea por gas o por bomba?
Por caso, las “guerras de independencia” parecen crímenes inútiles, cuando países muy progresistas como Canadá, Australia y la India, se independizaron sin derramar sangre. Y la Segunda Guerra Mundial, que significó la muerte de sesenta millones de personas, quedó deslegitimizada desde que, no solo que no terminó con las tiranías como decían sus autores, sino que consolidó una más poderosa, la estalinista, que luego cayó pacíficamente.
Por cierto, durante su tradicional audiencia de los miércoles, el papa dijo estar “espantado” por este ataque y condenó el atentado terrorista ocurrido días antes en el metro de San Petersburgo, que dejó unos 14 muertos y cincuenta heridos, perpetrado por un ciudadano originario de Kirguizistán, de 22 años, pero con nacionalidad rusa. O sea que el fanatismo de Putin contra los extranjeros no tiene mucho asidero.

Y desmiente la aureola que entre algunos ámbitos de la derecha tenía el líder ruso como “muro de contención” contra el terrorismo y de baluarte del cristianismo, cuando Rusia es un estado multirreligioso con diversos territorios musulmanes. Al principio, la principal pregunta era si el atentado era obra de los separatistas del Cáucaso o un ataque del Estado Islámico que amenazó explícitamente a Moscú por su intervención en el conflicto en territorio sirio, e invocó a los “fieles” del Cáucaso y a los “millones de musulmanes en Rusia” a imponer la Sharia.
Evidentemente, tampoco tiene sentido la “guerra contra el terrorismo” cuando Occidente lo incuba y hasta lo alienta. No solo porque los terroristas son un gran negocio para quienes, en los países desarrollados, fabrican las armas que usan, sino porque los gobiernos occidentales promueven estatismos, en sus países y fuera, que empobrecen y marginan a millones creando un excelente caldo de cultivo para la violencia, a lo que hay que sumarle la prohibición de algunas drogas muy dañinas dando lugar al narcotráfico.
Para agregar confusión y demostrar que las guerras no tienen lógica, Donald Trump habló con Vladimir Putin y le prometió “apoyo total” en las acciones de Moscú tras el mortal ataque. O sea: apoyará a quién apoya en Siria a quién su país combate, ¿entendió? Yo tampoco.

El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.
@alextagliavini

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