Tres grandes actores cosechan los frutos de su veteranía en esta comedia criminal. Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin interpretan a tres jubilados que ven cómo sus pensiones se esfuman cuando la empresa que los empleaba es absorbida por un conglomerado internacional. Sus vidas, ya de por sí bastante precarias, coquetean con la indigencia. Al menos, hasta que Caine se convierte en testigo de un eficiente asalto bancario. Inspirado, se propone hacer lo mismo, con la complicidad de sus compañeros.
Un golpe con estilo es tan genérica, que uno no se sorprende al descubrir que es una nueva versión de un viejo filme. El original estrenado en 1979 contaba con George Burns, Art Carney y Lee Strasberg en los papeles principales. Pero sería injusto criticar a la nueva película por eso. En realidad, estamos ante un concepto tan básico que la originalidad no es un valor medible. Estamos ante un rito de maduración para actores: en la tercera edad, florecen los roles que dependen de retar las concepciones más conservadoras sobre la vejez. Todavía recuerdo, con algo de vergüenza ajena, como Kirk Douglas y Burt Lancaster fueron rebajados en Tough Guys (Jeff Kaneu, 1986).
Estas películas no son una anomalía. Son un género en sí mismo: “Los viejos hacen cosas que creemos que solo los jóvenes hacen… ¡y eso da risa!” Véase la reciente Last Vegas (Jon Turteltaub, 2013), con Freeman en el reparto. El humor reside en la idea de que la edad cronológica supone un estado de ineptitud. Conductas humanas normales a cualquier edad son teñidas de incredulidad. ¡Ancianos enamorándose y teniendo sexo! Estamos supuestos a sorprendernos por eso. Es el mismo marco de referencias que encuentra el epítome de la hilaridad en una abuelita gritando palabras soeces. Si ese es tu tipo de chiste, esta película es una buena noticia.
El director Zach Braff, mejor conocido como protagonista de la serie de TV, Scrubs (2001-2010), ha desarrollado una incipiente carrera detrás de la cámara. Garden State (2004), su ópera prima, supuso un referente para la generación X. Sin embargo, no hay nada personal en este proyecto. Todas las decisiones creativas parecen tomadas por un algoritmo de inteligencia artificial. Es el tipo de producto de bajo presupuesto que se usaba de relleno en los canales de TV y cable. Por alguna anomalía del mercado, ahora es tratado como artículo de primera línea. A pesar de su precariedad, es comercialmente viable. Tome nota de que este fin de semana, en la taquilla estadounidense, le arrebatará el primer lugar a la nueva aventura de los Pitufos. Parece que suficiente gente quiere ver en el cine una película que tiene la sofisticación de un skecth cómico de “Sábados Gigantes”.
Sin embargo, Un golpe… no puede anular la buena voluntad acumulada por sus estrellas. En algún nivel, me alegra ver que tengan trabajo en la tercera edad. Caine y Freeman pertenecen a una particular especie de actor proletario. No son artistas endiosados. Trabajan cada vez que pueden, acumulando copiosas filmografías que inevitablemente incluyen proyectos menores. Están lejos de ser estrellas olvidadas. Y sus personajes recurrentes en la franquicia de “Batman” deben haber sido bien remunerados. Pero me alegra ver a la luminosa Anne-Margret, aunque sea como pálido interés romántico. Arkin no ha tenido apariciones de consecuencia desde Argo (Ben Affleck, 2012). Me gustó volver a ver el ritmo cómico de Siobhan Fallon, veterana de Saturday Night Live en los noventa, como una mesera enamorada. Más conflictiva es la presencia de Christopher Lloyd, como un anciano cuya incipiente senilidad es minada por risas fáciles.
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