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La clave del amor

Amar es disculpar al otro de su error, amar es tolerar al que no es como yo, porque si no disculpo ni doy comprensión, de nada me sirve decir que tengo amor.

Es común que las personas que van a morir escriban un testamento dirigido a sus familiares y amigos. A través de este acto disponen de sus bienes y los reparten entre sus herederos.

Antes de morir Jesús también nos deja su testamento y nos invita a ser sus herederos. Pero, a diferencia de lo que suele pasar con las herencias, en este caso no recibimos algo sino que somos invitados a poner, todo lo que somos y tenemos, para vivir según el ejemplo de nuestro maestro.

La clave está en el final, Jesús se dirige a sus discípulos y les dice, ustedes ya saben estas cosas, ¡felices si las ponen en práctica! Los discípulos habían pasado un largo tiempo junto con Jesús. Aprendiendo y descubriendo las cosas de Dios.

Gran parte de su vida pública, Jesús se dedica a la formación e instrucción de sus seguidores. Ahora ha terminado el tiempo de aprender, por eso Jesús orienta el sentido de estos aprendizajes: felices si lo practican. La fe es para ser vivida y practicada, no sirve ni alcanza decir “Señor, Señor” (Cfr. Mt. 7).

Jesús quiere e invita a sus discípulos a demostrar con gestos y actitudes nuevas el conocimiento de las cosas de Dios que hay en nuestro corazón. En esto se encuentra la felicidad, el sentido pleno de la existencia: en vivir para los demás como servidores.

Evidentemente la propuesta de Jesús no tiene nada que ver con el modelo de felicidad que nos propone la sociedad de nuestros días…

El amor se enseña a través del ejemplo. Muchas veces queremos enseñar el amor por medio de palabras. No nos damos cuenta que Jesús propone otro camino. Más difícil y comprometido, pero también más efectivo y cercano al sentir de Dios.

El amor se enseña a través del ejemplo. La vida pública de Jesús es una constante preocupación y actividad en bien de los demás. Jesús anuncia el Reino a través de gestos liberadores, haciendo presente el Reino en la vida de la gente de su tiempo, especialmente de los más sufridos, que son los preferidos de Dios.

Al acercarse el fin de su vida quiere enseñarle a sus discípulos que esto es lo más importante, lo que permite conocer a Dios, lo que lo anuncia y hace presente con fidelidad. El amor llevado a la vida práctica.

Primero es la práctica, luego la explicación que da sentido al obrar. Al finalizar el gesto Jesús pregunta a sus discípulos sin han entendido lo que ha hecho. Nos muestra, una vez más, su pedagogía para enseñar las cosas de Dios.

Primero viene la vida, el gesto, la actitud nueva, en este caso el lavado de pies a los discípulos. Luego, entonces, y porque el gesto es capaz de abrir el corazón y movilizar el entendimiento, viene la explicación, el por qué, las palabras que dan sentido a lo vivido y ayudan a aprenderlo.

Jesús los amó hasta el extremo. Así comienza el capítulo 13 del Evangelio de Juan, a partir del cual, el evangelista irá presentando el cumplimiento de la obra de Jesús, la llegada de su hora, el tiempo de su glorificación.

Esta se inicia con este gesto testimonial que busca expresar lo más importante de su predicación: amar a los demás como servidores, buscar el bien de los otros por encima del propio, enseñar con el ejemplo de vida.

El amor sin límites. Nos dijo Jesús que en esta hora el amor  a los suyos llegaba hasta el fin, llegaba a su máxima expresión.

Condición previa: dejarse amar. Interesa conocer los aspectos de este amor, pero interesa más abrirnos al amor. Si te acercas a la hoguera es para dejarte calentar, no para estudiarla. No pongas obstáculos, no cierres tus puertas.

Dejarse amar es creer en el amor. No dudes que Dios te ama, a ti, tan pequeño, tan indigno. Dejarse amar es aceptar ese amor, hacerle hueco, que entre en ti. Dejarse amar es posibilitar que ese amor venza otros amores, que sea el centro de tu vida.

La identidad del cristiano. El signo de identidad del cristiano es el amor. Jesús nos dice: “Por el amor que les tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos”.

Más allá del hermano en la fe, el amor ha de ser amor al prójimo, el amor no es un proyecto ni un sueño lejano, sino la práctica cotidiana de la misericordia con aquellos que Dios ha puesto en nuestro camino.

Lo importante es amar de verdad. Amar es sonreír al otro con amor, amar es perdonar, porque si no sonrío ni doy mi perdón como perdona Dios, de nada me sirve decir que tengo amor.

Amar es disculpar al otro de su error, amar es tolerar al que no es como yo, porque si no disculpo ni doy comprensión, de nada me sirve decir que tengo amor.

El autor es sacerdote.   

Columna del día Jesús Semana Santa archivo

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