Todas las tardes él la encontraba tranquila, viendo al actor Mario Cimarro pavoneándose sin camisa por toda la pantalla “chica” en la telenovela El Cuerpo del Deseo.
Llegaba del trabajo directo a cenar mientras ella, con cigarro en mano y mirándole atenta engullir cada bocado, le contaba lo sucedido en el capítulo del día.
Así era la rutina diaria de aquella abuela y su nieto. Un lunes todo cambió. Él entró a la casa y la encontró muy inquieta, molesta, indignada. El televisor estaba apagado. Ella de pie con un machete oxidado en la mano izquierda y el cigarro en la mano derecha. No lo dejó ni saludar y asaltándole la palabra comenzó a despotricar.
—No ves que tu abuelo se apareció por aquí —dijo a grito partido, todavía muy agitada—. Yo le dije que ni mierda tenía que hacer en esta casa. Que se fuera.
—¿Y dónde estaba?
—Ahí estuvo en la puerta. Ahí se quedó porque yo no le abrí, busqué el machete y se lo soné en el portón.
—Ahí déjelo abuela… Si le gritó malas palabras y lo amenazó con el machete va a ver que no se aparece nuevamente.
—Es que no tiene que venir a hacer nada a esta casa —insistió sin dar tregua a su molestia.
Luego de dos horas de enojo, dos tazas de café y dos cigarros, la viejita se fue a dormir. El nieto comprendía la exasperación de la abuela. El abuelo tenía 26 años de muerto. Ella ese día no volvió a despertar.