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rebelión del 4 de abril
Hugo Ramón García

¿Quién detiene la ola de accidentes?

Ante el monstruoso índice de tragedias que vienen enlutando al país, tanto las de motos como las de vehículos cerrados, ¿quién o quiénes pudieran evitar los accidentes mortales que a diario se producen en el país? Las carreteras que cruzan nuestra geografía, se muestran pavorosamente manchadas en sangre de tantas víctimas, ya sea por exceso de velocidad, por el consumo de alcohol, o por no atender los conductores las señales de tránsito, a pesar de las instrucciones que en forma reiterada han divulgado las autoridades competentes, cuya labor ha contado con el apoyo de la población. En otros casos similares, se agrega el mal estado de un vehículo al que, en algunos aspectos no se le practica la revisión de rigor para conocer las condiciones en que se encuentra.

Es lamentable la desobediencia a tales prevenciones que de ser atendidas pudieran evitar lo que tienen que lamentar con gran dolor muchas familias que deploran entre lágrimas la ausencia física del ser amado. Hasta que las desgracias se apoderan del ambiente, vienen las reflexiones por parte de quienes logran sobrevivir a una tragedia de ese género, pero mientras esta última cobra dantescos resultados, los infractores de la ley ponen oídos sordos a las recomendaciones vertidas. Pareciera que el nicaragüense por su misma cultura, provoca situaciones determinadas que vienen a desembocar en este tipo de “fenómenos” que tienen sitiada a nuestra sociedad “en un callejón sin salida”, donde lo único que queda es resignarse a lo que se ha dado por efecto también de una conducta que deja mucho que decir en el lenguaje de la imprudencia.

Es de lógica pensar que las autoridades de tránsito no pueden dar abasto en el cumplimiento de sus funciones mucho menos mantener un control absoluto sobre tantos conductores que se tiran los límites de velocidad aventajando sobre otros, o hacer caso omiso al semáforo cuando muestra la luz roja como ocurre en innumerables casos. Es necesario anotar que el factor “conciencia” es el mejor regulador que un conductor al volante tiene que usar para evitar desgracias. Somos un país de gente con suficiente inteligencia para discernir entre lo bueno y lo malo, y no caer en los extremos de una irreflexiva imprudencia, pues cabe decir que un conductor tomado de licor le rinde pleitesía a la misma insensatez, y por consiguiente se vuelve sujeto de sus equivocados impulsos.

Las autoridades de tránsito tienen en sus manos la solución a este grave problema haciéndose inflexibles a tantos infractores que desafían la ley y la violan irresponsablemente, ley que está hecha para cumplirse y no para evadirla por el arbitrio de quienes tienen la particular obligación de someterse a los mandatos de ella.

Es tiempo de hacer un alto a los accidentes de tránsito. Que nuestras carreteras no sigan siendo la roja alfombra de muchas desgracias causadas por las imprudencias registradas en una escalada de terror de la cual pareciera que no se quiere salir.

El dolor que se extiende emocionalmente en los espíritus acongojados frente al cadáver de un familiar que se suma a la macabra lista que toca a las puertas de la fatalidad debe motivarnos a buscar la solución que se necesita Porque además, ¿de qué sirve que el conductor de una moto o un vehículo cerrado maneje con prudencia y venga un irresponsable a invadirle el carril derecho y causar un accidente mortal?

El autor es periodista de Somoto.

Opinión Accidentes de tránsito víctimas mortales archivo
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