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Nicaragua
Cirilo Antonio Otero

Reeleccionismo en América Latina

Los personajes políticos que han llegado —alguna vez— a dirigir la administración pública y ser representantes de una sociedad, se creen que son imprescindibles, que son líderes eternos, y que, sin su figura, habrá un diluvio.

Pareciera que este perverso pensamiento está presente en la cultura política de los latinoamericanos. ¿Por qué?

Los latinoamericanos, al parecer, no hemos sido educados para la democracia, tenemos la marca de las colonias española y portuguesa, y aún no queremos aceptar que todo tiene un tiempo, no podemos ser eternos en la administración pública, tampoco podemos heredar el poder político. Es la población la que debe decidir quién o quiénes la gobernarán.

Pensemos cuáles podrían ser las razones por las que hombres y mujeres, que llegan al poder político, no se quieren ir a su casa al finalizar su primer periodo. Los más vergonzantes dicen que necesitan más tiempo para alcanzar las metas que se han propuesto; otros, que sin su administración nada se podrá desarrollar en favor del pueblo; algunos dicen, el pueblo quiere que yo siga en el poder; y los más descarados no dicen por qué quieren más tiempo, y se quedan a la brava, es decir, a la fuerza. Retorciendo las leyes y convirtiendo a los empleados del Estado en cínicos, cleptómanos y engañadores. Para aparentar que ganan elecciones populares.

La ruta de la reelección se ha convertido en una fiebre desvergonzada. Sus discursos son expresiones soñadoras, asignando a la población criterios de cofrades funcionales, porque no gozan de la credibilidad y/o admiración en el ejercicio del poder político. Y, los más comunes, son aquellos que inventan agresiones desde el exterior. Se muestran en un papel de víctimas y de mártires de enemigos que no existen, frecuentemente se acoplan a hechos históricos para mantener y desarrollar un estado de temor, odio, e incertidumbre socio-política.

Las sociedades latinoamericanas lo que deben hacer es crear una ley pétrea que exprese que ninguna persona podrá ser primer magistrado de la república dos veces, únicamente una vez. La experiencia en la historia política ha mostrado, que donde hay administraciones de largo plazo, los finales son dramático y lamentables. Todas las formas de control político prolongado han concluido en dictaduras, protestas sociales, sangre, fuego y resentimientos en la sociedad. Y, sobre todo, el retroceso en el camino al desarrollo sostenible.

Las administraciones políticas prolongadas no producen cambios ni mejoras en las relaciones sociales. Por el contrario, la permanencia extensa en el poder político, produce cansancio, aburrimiento y pereza mental en los principales tomadores de decisión.

Los gobernantes con tiempos prolongados deben, obligatoriamente, administrar con instrumentos de corrupción y descaro para ocultar su ineficiencia administrativa.

O bien, con indiferencia y frecuentemente utilizando la estrategia del avestruz, ante las realidades que demandan una mente fresca, con ánimo, con ideas nuevas, con esperanza en el futuro, y con sueños y/o utopías.

El autor es sociólogo e Investigador Social.
[email protected]

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