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siglo XXI, corrupción, metamorfosis

Educación e identidad

Los nicaragüenses, hemos perdido el sentido trascendente de educar y moralizar, vivimos entre actos que consideramos insignificantes, y que son trascendentales para la formación de las generaciones que nos van a suceder

“En la educación, y en la falta de ella, se puede encontrar el principio y el fin de todos los problemas sociales que vive Nicaragua”. (Editorial de LA PRENSA, 2 de abril de 2017).

El principio de las soluciones está en diagnosticar el problema, aceptarlo y ver cuan avanzado está. Después, planificar su terapia. En escritos anteriores he señalado que nuestra sociedad está enferma por la pérdida de valores y principios éticos y que “tenemos que reinventarnos como pueblo, mediante educación que debe empezar en la familia y ser incorporada en un plan de nación”.

Para identificar el daño, hay que desmontar primero falsos conceptos. Es común asumir la instrucción como sinónimo de educación, lo que no es cierto. Una persona puede estar bien instruida, llena de conocimientos, pero no tener educación. La educación va más allá, está íntimamente ligada a las buenas costumbres y modales. Un personaje erudito, que no es capaz de decir “con permiso”, retornar el saludo, necesita educarse. Un joven universitario que en la acera “atropella” a la persona mayor no cediéndole el paso, un empresario de saco y corbata que sin inmutarse se mantiene sentado, mientras a su lado varias mujeres de pie lo flanquean, una señora que no dice gracias al conductor que gentilmente le da el paso, una servidora pública que mientras te atiende no te da la mirada y más bien conversa en alta voz con la compañera de la ventanilla vecina; todos estos ciudadanos, necesitan educarse. ¿Qué decir de círculos más íntimos? En la casa los hijos o los cónyuges que no se dan los buenos días, los vecinos que se gritan de casa a casa, mientras pasa un amigo en el triciclo o taxi que gritando a mayor volumen, le dice la “razón confidencial” de la novia; todo esto sin ningún agregado de jotas, ni de “m” o “h de p”.

Es ¡solamente el grito!, que perturba, lacera y estigmatiza un grupo social, un pueblo. Mi profesor colombiano, doctor Ricardo Patiño, enseñaba que “después de tres metros, no se le debe hablar a una persona”
El otro día veo a dos muchachas escolares, uniformadas, falda azul y camisa blanca, corriendo tras un muchacho igualmente uniformado gritándole desvergonzadamente: “Ideay j… parate no te corras m… si no te t…”. Grito y coprolalia, binomio negativo en la educación de una nación.

Mala educación son también aquellos hábitos que inciden en el desenvolvimiento normal de la vida de las comunidades u otros que ofenden su moral. No se puede de manera arbitraria suspender la libre circulación alegando conmemoraciones de ninguna naturaleza; así como tampoco se puede miccionar (orinar) en plaza pública o “arrimado” a la pared, justificándose desvergonzadamente. Falta de educación más que de moral, es la presencia de dibujos obscenos en los baños de colegios y lugares públicos; el mal hábito de tirar basura a la calle tanto de transeúntes, como de viajeros y conductores, también lo es.

Los nicaragüenses, hemos perdido el sentido trascendente de educar y moralizar, vivimos entre actos que consideramos insignificantes, y que son trascendentales para la formación de las generaciones que nos van a suceder. Expresiones so pretexto de amistad filial, como: ¡Ideay roco, ya estás… no aguantás nada! vulneran la autoridad y el respeto. Cuando la muchacha grita airada contra la empleada: ¡Es arrecha mi hija, no se deja de nadie! Reducimos a completa intrascendencia, actuaciones que van a moldear la personalidad y educación del joven.

Madres y padres: tomemos conciencia de lo trascendental del ejemplo para nuestros hijos; entendamos que lo bueno y lo malo no tienen época. Las costumbres buenas o malas, morales e inmorales, se aprenden o sencillamente se copian. Salgamos de esta pasmosa indiferencia y reeduquemos, empezando por nosotros mismos, el azul y blanco de nuestra patria nos lo demandan.

La educación es un atributo que produce identidad tanto personal como de nación. Nicaragüenses educados o nicaragüenses mal educados.

De nosotros, depende.

El autor es médico neurorradiólogo.

Columna del día educación en Nicaragua archivo

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