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Ciudad de Dios
Gonzalo Cardenal M.

Nuestra Respuesta I

En esta segunda parte quiero hablarles un poco de lo que podemos hacer como padres respondiendo ante la Cultura Juvenil, y de los medios que disponemos para combatirla.

Antes que nada debemos estar conscientes que no estamos solos, que Jesús es el Señor y que contamos con su poder para lograr vencer la batalla contra el enemigo, y más aún, que la batalla ya ha sido ganada en Jesucristo.

Creemos que la familia es un invento de Dios. (Él mismo vive en una comunidad de amor). No es un invento del hombre, y es en el seno de la familia donde debe florecer el amor entre los cónyuges y el amor entre padres e hijos. Los hijos deben experimentar el amor de Dios, en primer lugar en sus padres.

En segundo lugar, creemos que nuestros hijos no nos pertenecen. Que pertenecen al Señor a quien un día rendiremos cuentas, porque Él los puso a nuestro cuidado. Creemos también que tampoco son nuestros en el sentido que podamos dominar y decidir sus vidas por entero. Solo podemos educarlos para la libertad. Creemos también que nunca llega el momento en que dejamos de ser sus padres y ellos dejan de ser nuestros hijos y cesan nuestras responsabilidades y derechos. Van cambiando según su edad, pero jamás podremos decir: “Ya son harina de otro costal”, ni ellos se pueden olvidar de su responsabilidad para con nosotros, sus padres.

Un tercer elemento es entender que la familia está bajo ataque directo de Satanás por ser el núcleo y base de toda la sociedad.

El cuarto elemento es que debemos formar a nuestros hijos cristiana y humanamente, no como se acostumbra muchas veces, en que la principal preocupación es la formación académica, de cara a una realización personal, que busca satisfacer las demandas que le impone la sociedad en base a un poder adquisitivo de bienes y servicios. Los padres, buscando como llenar a sus hijos de cosas, o buscando mantener o alcanzar un estatus social, priorizando su trabajo, llegan al extremo de no saber de sus hijos. Vemos entonces hijos abandonados, sumergidos poco a poco en la vagancia, la droga, el alcoholismo, el sexo desenfrenado, creciendo con los valores mundanos de la desconfianza, el resentimiento, el odio, la violencia y el egoísmo.

Tenemos que enseñarles el verdadero uso del dinero, que es algo que cuesta, no algo a lo que tienen derecho, y que deben saber hacer uso de él sin malgastarlo. Y cuando ya ganen, que colaboren con los gastos de la familia.

Fomentar la diferenciación de sexos, formar a nuestros hijos en su carácter varonil y a nuestras hijas como mujeres. Enseñarles cómo divertirse y cómo vestirse.

Enseñarles a no dejarse llevar necesariamente por las modas.

Compartir con ellos el trabajo de la casa.

Enseñarles cómo los medios de comunicación causan daño y separan a la familia. Enseñarles cómo saber escoger buenos programas.

Cuando se les corrija, explicarles dónde estuvo el error, hacerlos reconocer la falta. Corregirlos y disciplinarlos, sin ira, sin crueldad y sin faltar al amor.

Un quinto elemento es que debemos enseñarles deberes y responsabilidades. Disciplinarlos, criándolos con autoridad.

Todo esto hace que se vayan formando como seres útiles llevándolos hacia la madurez. El mundo lo que trata es que permanezcan más tiempo siendo niños, que no piensen ni actúen por sí solos, que no crezcan en madurez. Y les infunden una lista de derechos por los que tienen que pelear, sin darse cuenta que todo derecho tiene un deber a su lado.

El autor es miembro del consejo de coordinadores de la ciudad de Dios.
[email protected]

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