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Jesús, vida

El amor se manifiesta con vida y hechos

No podemos llevarnos a engaños ni a cuentos; las obras son la manifestación de lo que somos, no las palabras: por muchos discursos que nos echen los políticos y los gobernantes, al fin y al cabo, son sus obras las que quiere ver el pueblo

Son las realidades y hechos de los hombres y de las circunstancias no las palabras o sermones los que hacen la historia. Las palabras, una vez dichas, se las lleva el viento y solo quedan las obras realizadas.

No podemos llevarnos a engaños ni a cuentos; las obras son la manifestación de lo que somos, no las palabras: por muchos discursos que nos echen los políticos y los gobernantes, al fin y al cabo, son sus obras las que quiere ver el pueblo.

Por mucho que se digan los esposos que se aman, son las obras las que manifiestan, en verdad, el amor que mutuamente se tienen. Por mucho que unos hijos enrollen a sus padres con bellas palabras, son sus obras las que declaran qué clase de hijos son.

Por mucho que los creyentes digamos “Señor, Señor” (Mt.7,21), son los hechos y las actitudes que tomamos en la vida los que van a decir qué clase de cristianos somos.

El árbol se conoce por sus frutos, no por las hojarascas (Mt.7,20). Cada uno manifiesta lo que es, no a través de bellas palabras, sino con la realidad de su vida: “Obras son amores y no buenas razones”.

Precisamente una de las alabanzas constantes que se hacen en la Biblia de Dios, es precisamente sobre sus grandes obras llenas de amor: “¡Qué grandes son tus obras, Señor!” (Sal.111,2).

La gran manifestación de amor de Dios hacia los hombres ha sido el don que nos ha brindado de su propio Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo” (Jn.3,35).
Dios no es Palabra vacía; Dios es amor hecho vida. (1Jn.4,8).

El amor de Dios no se reduce a una bella filosofía; es la actitud consecuente y permanente del Padre siempre bueno cuyos sueños y delicias son sus hijos, los hombres (Prov.8,31). El amor de Dios nos es pura palabra, entra por los sentidos, se palpa

Este es el amor, así mismo de Jesús: Jesús sabe muy bien que el amor solo se manifiesta en la vida; por eso él “guarda los mandamientos de su Padre” (Jn.15,11). San Juan nos dice que Jesús “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin” (Jn.13,1).

El amor de Cristo no se quedó en palabras ni en bellos discursos. San Pablo era consciente de ello y, por eso, lleno de un gran sentimiento de ternura, decía: “Me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20).

Por eso, Jesús tiene fuerza moral para decirnos bien claro: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos… El que acepta mis mandamientos y los cumple, es quien me ama” (Jn.14,15.20).

El amor a Dios o a los hombres, queramos o no, solo tiene una manifestación válida: los hechos, la vida. Hoy en todos los sectores políticos, gubernamentales, sociales y eclesiales hay superabundancia de palabras y de discursos. Necesitamos todos hablar menos y hacer más.

Son las obras quienes dicen lo que somos, no las palabras, como dice Jesús en el evangelio de hoy: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos… El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama” (Jn.14,15.21). “Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo permanezco en el amor del Padre, guardando sus mandatos” (Jn.15,10).

Religión y Fe amor de Dios Dios palabras archivo

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