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El Rey Arturo La Leyenda de la Espada

El Rey Arturo La Leyenda de la Espada

Crítica de cine: El Rey Arturo, La Leyenda de la Espada

¿Qué hay detrás del estreno del El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada? Juan Carlos Ampié, crítico de cine, se lo cuenta.

La leyenda del rey Arturo ha tenido tantas encarnaciones en el cine que es imposible llevar la cuenta. Podemos hacer un inventario de las más recientes: el musical Camelot (Logan, 1967) se insertó en el imaginario norteamericano vía la política, gracias por el dato, Jackie (Larrain, 2016). Excalibur (Boorman, 1981) marcó a la generación del VHS. Clive Owen y Keira Knightley protagonizaron un infructuoso intento por generar una franquicia de acción con King Arthur (Fuqua, 2004). El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada se materializa por tres factores coincidentales: la popularidad de la serie Juego de Tronos, con su irresistible kistch fantástico-medieval; el auge de la “historias de origen” al mejor estilo de los súper héroes; y la equivocada percepción de que después del éxito económico de dos adaptaciones insulsas de Sherlock Holmes (2009, 2011), el director Guy Ritchie es el hombre indicado para hacer una película de acción con oropeles de época.

El prólogo puede despertar falsas expectativas. El rey Uther (Eric Bana) libra una monumental batalla contra un ejército empoderado por magos malvados —Merlín brilla por su ausencia—. Las multitudes son tan convincentes como cualquier gráfico animado por computadora, pero la escala es seductora. Gigantescos elefantes derrumban castillos enteros, con un casual movimiento de la trompa. La música eleva la acción. El hermano del rey, Vortigem (Jude Law) se revela como un adversario despiadado. Un giro violento cierra el episodio, y abre la historia propiamente dicha. Puede salir del cine en ese momento, y hacer de cuentas que vio las escenas promocionales de una de esas series derivadas de Juegos de Tronos que HBO anunció hace poco.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Juan Carlos Ampié, crítico de cine.

El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada se centra en las aventuras picarescas del joven Arturo (Charlie Hunnan), que como Moisés, escapa de la masacre familiar flotando en un botecito. Unas prostitutas con el corazón de oro lo recogen, y así, crece con un pie en el burdel y otro en las calles, convirtiéndose a punta de peleas en un musculoso justiciero, una “secuencia de entrenamiento”, que incluye artes marciales (!), permite exhibir su musculatura. Mientras tanto, el tío Vortigen construye una torre que le traerá poder total. O algo así. La profecía de una bruja lo lleva a concentrarse en rastrear al legítimo heredero del trono y matarlo. En el proceso, Arturo asumirá su destino.

No hay nada de malo en la mitología alocada. El problema de El Rey Arturo… es que Guy Ritchie no puede dejar de ser Guy Ritchie. Su principal preocupación es la amistad entre los hombres, abonadas por machismo casual. La principal relación del filme es la de Arturo con su pandilla de amigos, con nombres y actitudes anacrónicas. Son indolentes e insolentes, con las herramientas verbales de un adolescente que acaba de descubrir la ironía. El factor de novedad que acarrea el contraste entre arrebatos místicos y desparpajo moderno es bastante débil, especialmente para los que han visto las otras películas de Ritchie. Si los personajes de Lock, Stock and Two Smoking Barrells (1998), Snatch (2000), Revolver (2005) y Rock and Rolla (2008) se hubieran disfrazado para ir a una feria medieval, el resultado sería demasiado parecido a esto.

Y es una lástima. La película desperdicia sólidos valores de producción. Los personajes son unos patanes, pero el mundo que habitan es fascinante e inmersivo, al menos en términos materiales. Los modestos talentos del director —y las expectativas de sus fanáticos— estarían mejor servidos en una secuela de The Man from U.N.C.L.E. (2015), hasta ahora, su mejor película.

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