En un espacio televisivo de 100% Noticias, recurrentemente se presenta un supuesto vocero del Cosep a denunciar que hay una conjura táctica para desprestigiar a José Aguerri, como presidente de la agrupación empresarial, mediante una campaña de críticas a la colusión gobernativa entre el Cosep y el orteguismo.
Pero, ¡cuidado!, cuando desde una de las variantes del poder político se habla de conjuras periodísticas, se destapa la olla de la represión oscura contra la libertad de prensa.
José Aguerri divulga a su discreción lo que llama modelo-Cosep, en distintos medios de difusión a su disposición. Mediante el cual incide en la legislación y en el gobierno del país, en función del poder económico especulativo, sustrayéndose así de un sistema de representación ciudadana universal que funciona por consulta popular (ahora completamente desarticulado por el absolutismo orteguista). Es decir, el modelo-Cosep tiene un fundamento estamental, de tipo feudal, cuyos intereses se oponen al orden jurídico moderno delineado por Locke en sus tratados sobre el gobierno civil, que concibe el poder político como expresión de la voluntad del ciudadano (no por alianzas de sectores económicos precapitalistas con camarillas aferradas abusivamente al poder absoluto).
Si alguien le leyese, a este supuesto vocero, el segundo tratado de Locke, seguramente concluiría que el más influyente pensador del siglo de las luces hace un ataque conspirativo contra el modelo-Cosep, diseñado irresponsablemente por Aguerri.
La institucionalidad no es un mandamiento moral, o un decálogo abstracto que subsiste como invocación, a la par de una praxis corporativista, sino que es una función legal, obligatoria, en el Estado moderno.
No es sorprendente que el modelo-Cosep, al margen de los aportes de la filosofía del derecho de la Ilustración, surja de un pensamiento antidemocrático atrasado, alimentado por una situación de privilegios, de exenciones y exoneraciones, de una oligarquía sin productividad, que adapta con alegría su modo de producción precapitalista a un régimen antidemocrático, fascistoide, extraordinariamente corrupto.
La combinación del atraso cultural, con el poder absoluto, genera una intolerancia a la crítica política. De modo, que este vocero del Cosep se vuelca contra la libertad de prensa, pasa por alto el debate concreto propuesto en los medios independientes, en términos filosóficos, jurídicos, políticos, económicos, periodísticos, y engloba las distintas vertientes del rechazo consciente al modelo político de Aguerri, bajo la denuncia de una conjura, como hace toda dictadura evidentemente alérgica a los análisis críticos sobre su intervención pública en la forma de gobierno.
Al atacar a los pocos medios de prensa independientes, acusándolos de coludirse en una conjura contra Aguerri, este vocero de la agrupación empresarial sostiene, a su modo, que las críticas que recibe Aguerri en los medios, carecen de valor, porque serían producidas con mala fe, únicamente para desacreditar al presidente de la cámara empresarial.
Sin embargo, hay dos elementos a resaltar. Primero, para hablar de conjura se requiere proveer elementos que la pongan al descubierto o, bien, para inferirlo indirectamente se debe demostrar que las críticas carecen de valor, y que son un simple diversionismo para confundir o distraer a la población. En otros términos, un enfoque serio no puede prescindir de una línea de argumentación que desarme contundentemente la lógica de las críticas.
Si las críticas son expresión de una concepción política contraria a la que asume Aguerri, entonces, son producto del ejercicio democrático del disentimiento racional, que el vocero antidemocrático de la agrupación empresarial ve, justamente, como conjura, ya que piensa que el ejercicio de derechos políticos es exclusivo de quienes comparten el sistema excluyente con el régimen dictatorial.
Segundo, si no hay pruebas de la conjura, ni el vocero puede hacer una refutación lógica de las críticas, la denuncia de conjura sería, entonces, una peligrosa maniobra inconfesable para atentar contra la libertad de prensa, respondiendo a la supuesta conjura con una conjura represiva real, que el vocero desearía que fuese económica, policíaca, o tenebrosa.
Es una imposición de silencio, trazada en un terreno escabroso que conduce al atentado contra la libertad de pensamiento que sufre México.
El vocero del Cosep busca, con sus ataques, que la autocensura intelectual les dé una impunidad en la ejecución del modelo político corporativo, que la dictadura hace posible por interés mutuo.
El autor es ingeniero eléctrico.