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El féretro de Bill Stewart en el aeropuerto de Montelimar, esperando ser llevado a Panamá en un avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. LA PRENSA / CORTESÍA / TUPA CARBALLO

El féretro de Bill Stewart en el aeropuerto de Montelimar, esperando ser llevado a Panamá en un avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. LA PRENSA / CORTESÍA / TUPA CARBALLO

Bill Stewart: el trago amargo de Somoza

Millares de nicaragüenses murieron en la guerra contra Somoza, pero solo una muerte logró que Estados Unidos le quitara el apoyo al dictador: la del periodista norteamericano Bill Stewart. Esta es la historia.

“Aquel que está allá (señalando a Juan Francisco Espinoza Castro) sabe hablar bien inglés”, le dijo alguien al periodista norteamericano William D. Stewart, cuando este último arribó al Aeropuerto Internacional de Managua, Las Mercedes, en la mañana del 10 de junio de 1979.

Como corresponsal de la American Broadcasting Corporation (ABC News Network), Bill Stewart —a como era mejor conocido el reportero de televisión—, llegaba a Nicaragua para cubrir la guerra civil que había en el país, en la que la guerrilla sandinista había iniciado la denominada “ofensiva final” para derrocar al dictador Anastasio Somoza Debayle.

Espinoza Castro llegaba todos los días al aeropuerto para ganarse unos cuantos dólares cargando maletas. Al saludarse con el periodista norteamericano lo hizo en un perfecto inglés que dejó impresionado a Stewart, quien lo contrató inmediatamente como su intérprete. El hombre hablaba como gringo. Ese día Espinoza Castro ni siquiera llegó a su casa, ubicada en El Rodeo, un barrio que está frente al aeropuerto, sino que a través de un amigo le mandó a decir a su compañera de vida, Rosa María Rodríguez, que le enviara su pasaporte y que iba a estar hospedado en el Hotel Intercontinental Managua, donde se concentraban los corresponsales extranjeros que daban cobertura a la guerra.

El microbús en el que se movilizaba el equipo periodístico de Bill Stewart. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN.

Ese mismo día Stewart alquiló un microbús azul, marca Mazda, al cual con unas cintas blancas le colocó un letrero enfrente que decía TV. El equipo periodístico lo completaron otro nicaragüense, Pablo Tiffer López, como conductor, y los norteamericanos Jim Céfalo como sonidista y Jack Clark como camarógrafo.


La historia de Juan Francisco Espinoza Castro, el traductor nica de Bill Stewart


La aventura periodística iba a terminar 10 días después. El 20 de junio de 1979, cerca de las 11:00 de la mañana, Bill Stewart y Juan Francisco Espinoza Castro fueron asesinados por soldados de la Guardia Nacional que hacían un retén en una calle del barrio Riguero, una cuadra y media al sur del puente del mismo nombre. El crimen de Stewart fue grabado por Clark y Céfalo, quienes junto a Tiffer se habían quedado en el microbús, a poco más de una cuadra de donde ocurrió la muerte del norteamericano y a dos de donde fue asesinado el nicaragüense.

Ese mismo día Somoza brindó una conferencia de prensa en la que aseguraba que Stewart había sido asesinado por los sandinistas, pero una batería de corresponsales extranjeros lo refutó y le leyeron una nota de protesta. En Estados Unidos, si aún había algún político que apoyaba a Somoza, no quedaron muchos o ninguno que diera un centavo por el dictador nicaragüense, tras ver las imágenes del video filmado por Clark y que logró preservar para transmitirlo a la sede de la ABC en Estados Unidos y que cada 10 minutos era transmitido no solo por la ABC, sino también por la NBC y la CBS.

Fotografía: LA PRENSA / CORTESÍA / TUPA CARBALLO
Fotografía: LA PRENSA / CORTESÍA / TUPA CARBALLO

Menos de un mes después, el 17 de julio de 1979, Somoza abandonó Nicaragua y no volvió más. Fue asesinado en Paraguay el 17 de septiembre de 1980, mientras los sandinistas ostentaban el poder en el país desde el 19 de julio de 1979.

El periodista

En 1979 Bill Stewart era una estrella de la televisión estadounidense en ascenso, afirmó a la revista DOMINGO Jay Silber, uno de sus mejores amigos.

Nacido y criado en Virginia Occidental, Stewart se había graduado en la universidad estatal de Ohio. Se formó como periodista televisivo en canales de Minneapolis y Filadelfia antes de dar el salto, en 1976, como corresponsal nacional de la ABC News Network.

En febrero de 1979 estuvo en Irán, donde fue uno de los primeros en informar que había caído el Sah de Irán, Mohammad Reza Pahleví, producto de la revolución islámica del 11 de ese mismo mes.

De Irán regresó asustado, porque casi pierde la vida. En ese entonces se había instalado una costumbre entre los periodistas norteamericanos que cubrían guerras en el exterior, de, por si acaso, dejar planeado sus funerales.

Stewart no fue la excepción. Una persona cercana al periodista, Judith Copeland, escribió que la madre de Myrna (esposa de Stewart) había fallecido recientemente y entre los planes de su amigo estaba que lo enterraran junto a su suegra. Myrna y Stewart viajaron a Ashland, Kentucky, para realizar los preparativos. “Uno solo puede sentir una profunda simpatía por Myrna Stewart, quien tuvo que enterrar tanto a su madre y a su marido en unos pocos meses”, escribió Copeland tiempo después.

Bill Stewart, atrás, durante un almuerzo en el Hotel Intercontinental, poco antes de su asesinato. LA PRENSA/ ARCHIVO

Silber y Stewart habían acordado que juntos iniciarían un negocio. Se suponía que para hablar del mismo una mañana de fin de semana de inicios de junio de 1979 Stewart y su esposa Myrna, quienes no tenían hijos, llegarían adonde Silber y su esposa. Pero esa misma mañana Stewart llamó a Silber.

—¿A qué hora sale tu tren, Bill?

—No puedo llegar. Me están enviando a Nicaragua para cubrir otra revolución. De todos modos, ¿dónde diablos está Nicaragua?

A los pocos días, Silber encendió el televisor y sintonizó la ABC, buscando ver a su amigo. Al poco tiempo ahí estaba Bill Stewart, en la pantalla, en algún lugar de Managua, haciendo un análisis político de lo que estaba sucediendo en la revolución.

Rosa María Rodríguez con una foto de su compañero de vida, Juan Francisco Espinoza, con quien procreó dos hijos. LA PRENSA/ ARCHIVO/ URIEL MOLINA

El intérprete

De pequeño Juan Francisco Espinoza Castro veía como su madre Petronila Castro echaba tortillas para mantenerlo a él y a otros cinco hermanos. Así que tomó una caja de lustrar y se fue con ella al aeropuerto. En una ocasión un cliente dejó olvidada una maleta y se fue apresurado porque no lo dejara el vuelo. Varios días después el hombre regresó a Nicaragua e indagó dónde vivía el lustrador. Cuando llegó a la casa encontró a la madre echando tortillas. La mujer se fue a su cuarto y debajo del colchón de su cama sacó la maleta. Estaba intacta. No había sido abierta. Dentro encontró todos los dólares que había dejado y otras pertenencias de gran valor.

El hombre, del que solo se acuerdan que se llamaba Carlos, era un venezolano que luchó para que Petronila Castro le permitiera llevarse a Espinoza Castro a estudiar fuera del país. Primero lo puso a estudiar en Venezuela y luego en Estados Unidos. Pero en 1978 Castro Espinoza vino a Nicaragua y ya no regresó a Norteamérica. Tuvo una hija con una joven vecina, Rosa María Rodríguez, quien al poco tiempo volvió a quedar embarazada.

Castro Espinoza estuvo trabajando en el aeropuerto pero en enero de 1979 lo despidieron porque se negó a tomar un arma para defender la terminal aérea de un ataque de los sandinistas. A los pocos días regresó al aeropuerto, ya no como empleado, sino como cargador de maletas. Fue ahí que conoció a Bill Stewart, el 10 de junio de 1979.

El cabo Brenes

Lorenzo Brenes era un campesino que según algunos de sus excompañeros era originario de Somoto. En 1977 se enroló en la Guardia Nacional y llegó a cabo. Pertenecía al grupo de combate Los Cascabeles, el más temible y de más élite que había en la famosa EEBI, explica el teniente GN Xavier Gómez, uno de los tres oficiales al mando de Los Cascabeles.

Para junio de 1979, Brenes y Los Cascabeles ya llevaban año y medio en continuos combates. Uno de los últimos había ocurrido cerca de un predio vacío en Batahola. A ese hecho se le conoce como “La masacre de Batahola”. Según lo que ha quedado registrado, el 15 de junio de 1979 un grupo de guardias acabó con la vida de varias decenas de jóvenes sandinistas. La cifra exacta es confusa pero en un monumento a los mártires que se construyó después hay 84 placas con los nombres de los caídos, entre ellos el de Zulema Baltodano Marcenaro, hermana de la exdiputada Mónica Baltodano. De la Guardia Nacional no murió nadie.

Según el teniente Xavier Gómez, fue una casualidad que ese día el grupo de combate Los Cascabeles se haya encontrado con los jóvenes sandinistas. El grupo se había reabastecido en la EEBI y de ahí partieron hacia Monseñor Lezcano y luego llegaron a Batahola, donde se sentaron a descansar frente al predio vacío. De pronto un soldado dijo que venían unos armados y ahí comenzó la balacera que terminó en masacre.

Una foto de Los Cascabeles, el grupo más aguerrido de la EEBI, según cuentan sus propios integrantes. LA PRENSA/ CORTESÍA

Después de aniquilar a los jóvenes sandinistas, Los Cascabeles fueron trasladados a El Dorado. Allí ayudaron a otro grupo de guardias, bajo el mando de Ronald Sampson, a quienes los sandinistas habían despojado de una tanqueta. Y también a otro grupo que había sido emboscado.

Los tres oficiales al mando decidieron que se quedaran “en la retaguardia” un grupo de soldados que ya andaban como “sicosiados de guerra”, entre ellos el cabo Lorenzo Brenes. Los dejaron del puente El Riguero una cuadra al sur.

Sobre Brenes, Gómez recuerda que “ya andaba disparando erróneamente” y hasta había perforado a balazos una casa. “Él (Brenes) andaba nervioso. Ese día (20 de junio) había habido fuertes combates”, recuerda Gómez.

El también exguardia nacional Mike Lima recuerda que para ese tiempo ya existía en la Guardia una animadversión contra Estados Unidos, porque “Somoza y los medios hablaban mal de los gringos que estaban en contra del Gobierno”.

Lo que la población del Riguero recuerda es que el 20 de junio de 1979, por la mañana, los guardias que estaban por el puente ya habían matado a tres muchachos que deambulaban por el sector y a una profesora de nombre Francis Zeledón. Andaban con sed de sangre. Drogados.

“Una persona amable”

Durante los 10 días que estuvo en Nicaragua, Bill Stewart no se cansó de trabajar. Todos los días salía a buscar imágenes de la guerra. Unos tres días antes de su muerte, cayó un rocket en la casa de Julio José Baquedano, en el tercer callejón del barrio Santa Ana.

“Era como al mediodía. Escuchamos la explosión y todos corrimos a escondernos debajo de las camas. Cuando cierra la puerta, mi papá sintió una cosa fea en el cuerpo. Quedó como renco. A mí me afectó un ojo pero ahora estoy bien”, recuerda Daysi Baquedano, en ese entonces una niña de 11 años de edad.

A los pocos minutos llegó Bill Stewart a cubrir el suceso. “Mi papá le hablaba con señas. Era una persona amable. Se le vio que estaba preocupado por lo que nos había pasado. Luego se despidió pero antes de eso, a través del intérprete, nos dijo que esa noticia (caída del rocket y lo que estaba sucediendo en Nicaragua) le iba a dar la vuelta al mundo”, afirma Daysi Baquedano.

Cuando los Baquedano y demás vecinos se enteraron de la muerte de Stewart, se llenaron de una profunda tristeza. “Lo sentimos tan humano (a Stewart). Nos impactó mucho”, afirma Daysi.

El crimen

“Buenos días”, le dijo Bill Stewart a una mujer y a su hija en el ascensor del Hotel Intercontinental, en la mañana de aquel funesto miércoles 20 de junio de 1979. El norteamericano después hizo alardes de que ya estaba progresando con su aprendizaje del idioma español.

Poco después, todo el equipo de Stewart salió del Hotel Intercontinental sin rumbo definido, para capturar la noticia del día.
La ABC estaba urgida de obtener imágenes desde dentro de las líneas de la Guardia Nacional, ya que de los sandinistas tenían muchas, relató el conductor Tiffer, según escribió Róger Mendieta Alfaro en el libro El último marine.

Al llegar cerca de los Repuestos La 15, Tiffer detuvo el vehículo y por casi 20 minutos Stewart estuvo entrevistando a unos 10 guardias que estaban tocando guitarra y cantando.

Luego se internaron en el barrio Riguero donde había otro retén de guardias. La gente los alertó de que no se metieran en ese lugar porque ese otro grupo de guardias estaba haciendo desastres con todas las personas que pasaban por ahí, del puente El Riguero, dos cuadras al sur. Pero no hicieron caso. Eran como las 11:00 de la mañana.

Tal vez porque la adrenalina de buscar la noticia lo embargaba o porque confiaba en que la Guardia iba a respetar las credenciales de prensa del gobierno de Somoza, Stewart ordenó que el equipo periodístico avanzara.

Antes de llegar al retén, a poco más de una cuadra de distancia, Tiffer detuvo el vehículo. El primero en bajarse fue Castro Espinoza, a quien siempre le correspondía hablar con los guardias para explicarles el trabajo que Stewart andaba realizando. Cuando el intérprete había caminado como 30 metros, también se bajó Stewart.

Tiffer relató que a Juan Francisco Espinoza un guardia lo llevó detrás de una casa y después sonó un disparo. “Por supuesto nadie se alarmó porque se escuchaban tiros por dondequiera”, dijo el conductor, según el libro de Mendieta Alfaro.

A Castro Espinoza lo hicieron que se arrodillara frente a unas tablas y que se colocara las dos manos detrás de la cabeza. Un guardia se puso detrás de él y le disparó en la cabeza. El cuerpo del traductor se fue hacia adelante, pegó en las tablas y luego cayó hacia atrás, relataron los vecinos del lugar que presenciaron el crimen a través de las rendijas de sus casas.

El camarógrafo Jack Clark, quien se había quedado con Jim Cefalo y Tiffer en el vehículo, comenzó a grabar cuando Stewart se acercó a los guardias. El norteamericano llevaba una banderita blanca en las manos y el carné de periodista extendido por la Secretaría de Información y Prensa de la Presidencia de la República, firmado por Rafael O. Cano, secretario de Somoza.

El camarógrafo Jack Clark, quien filmó la ejecución de Bill Stewart, aparece en esta imagen del fotógrafo Bill Gentile, en el aeropuerto Montelimar, el 21 de junio de 1979, junto a un guardia nacional y el féretro del periodista asesinado. LA PRENSA/ CORTESÍA/ BILL GENTILE

Ana Navarro, dueña de la casa que está enfrente de donde mataron a Stewart, narró los hechos a Róger Mendieta: “Yo estaba en la puerta de mi casa cuando vi venir al gringo para el lado del bypass. Entonces me dio no sé qué al pensar que lo iban a matar… y le llamé para adentro de mi casa. Él se dejó venir y se detuvo en la propia puerta. Yo le dije que se metiera, que lo iban a matar.

Pero él me contestó: ‘No español. Yo periodista’, enseñándome el carné. Le repetí que se metiera… Al momento se dejaron venir como siete guardias… El periodista caminó un poquito y se detuvo en la cuneta… Un guardia le gritó: ‘Acostate, hijueputa’. El gringo volvió con sus mismas palabras: ‘No español. Yo periodista’. El gringo se puso de rodillas y se le salieron las lágrimas, temblando de miedo”.

El guardia le propinó un puntapiés en el costado derecho a Stewart, después retrocedió, apuntó con su rifle Garand al periodista y le disparó en la parte trasera de la cabeza, cerca del oído derecho. El cuerpo de Stewart se estremeció. La escena quedó grabada en la cámara de Jack Clark.

Periodistas extranjeros le leen una nota de protesta a Anastasio Somoza Debayle por el asesinato a manos de la Guardia Nacional del corresponsal de la ABC, Bill Stewart y su intérprete nicaragüense Juan Francisco Espinoza Castro. LA PRENSA/ CORTESÍA/ TUPA CARBALLO

La cara de Somoza

A las 3:00 de la tarde los medios explotaron con la noticia de la muerte de Stewart. Esa misma tarde Somoza dio conferencia de prensa en la Secretaría de Información y Prensa de la Presidencia. Dio sus condolencias y anunció que ya había sido nombrada una Corte Militar de investigación de algo que calificó como “un caso sumamente doloroso de incidente aislado”.

Los periodistas aprovecharon el momento para leer una nota de protesta en inglés, mientras el rostro de Somoza reflejaba la difícil situación que estaba atravesando. “Protestamos por el asesinato del corresponsal Bill Stewart, de ABC, y su intérprete nicaragüense Juan Espinoza. Adjuntamos una copia de la declaración hecha por el encargado de sonido de la ABC, Jim Cefalo, quien fue testigo presencial del asesinato. Su relato contradice abiertamente la afirmación de la Radio Nacional, de que Bill Stewart fue muerto por un francotirador”, decía parte de la nota de protesta, que fue leída por un periodista extranjero. “Somoza solo tragaba gordo y parpadeaba nerviosamente”, escribió Mendieta Alfaro.

Poco después el propio presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, emitía una declaración condenando el crimen. “La muerte de Stewart es un acto bárbaro que todos condenamos. El pueblo norteamericano comparte sentimientos de ira por la muerte de este hombre”, decía el comunicado.

El diario de Somoza, Novedades, poco después publicó un editorial que decía: “La muerte del corresponsal, como quiera que haya sido, es lamentable; como también son lamentables y dolorosas todas las muertes ocasionadas por el sandinismo en personas honestas de todos los estratos sociales. La muerte de un norteamericano no es más lamentable que la de un nicaragüense; sin embargo, ninguno de los corresponsales extranjeros se ha dignado a informar de los crímenes cometidos por el Frente Sandinista, porque para estos señores que vienen a Nicaragua como a un safari, el asesinato de nicaragüenses es como matar gatos. Tan solo el fallecimiento de un norteamericano tuvo importancia para ellos”.

El dolor de la muerte

Los acompañantes de Stewart solo lograron recuperar el cadáver del norteamericano. Lo trasladaron al Hotel Intercontinental. Para lograrlo, el chofer Tiffer prometió a los guardias que dirían que a Stewart lo habían matado los sandinistas. Solo hasta después, cuando llegaron sus jefes a reclamarles, los guardias se percataron de que habían cometido un error en dejar ir a los compañeros de Stewart.

El cuerpo del nicaragüense Espinoza Castro quedó tendido en la calle. Días después del doble asesinato, Rosa María Rodríguez conoció al conductor Pablo Tiffer, cuando a este último la ABC le estaba entregando un dinero.

“¿Vos por qué solo levantaste al gringo?, ¿por qué dejaste que mi marido se pudriera en la calle? Pensaste que la familia de mi marido no tenía dinero”, le reclamó entre sollozos. Tiffer trató de explicarle a Rodríguez que el cuerpo de Castro Espinoza había quedado separado del de Stewart, que había intentado recogerlo pero no pudo.

El cuerpo de Espinoza había quedado a merced de los perros. “Yo lo único que puedo decir es que al intérprete (Juan Espinoza) se lo estaban comiendo los perros. Nosotros le echábamos tierra, porque le dejaron sin enterrar y no querían que lo enterraran, y cada vez que llovía, el agua le quitaba la tierra y los perros comenzaban a comérselo”, dijo tiempo después Vida Delgado de Maltez, “La Muñeca”, vecina del lugar del crimen.

Otro vecinos enterraron en una esquina a Espinoza y fue hasta en el mes de octubre cuando la madre, Petronila Castro, pudo llevarse a su hijo para sepultarlo en el cementerio de Sabana Grande.

El cadáver de Stewart fue llevado primero a Panamá. A como lo había planeado, Stewart fue sepultado el domingo 24 de junio en Ashland, Kentucky, después de que la ABC envió un avión a Panamá por el cuerpo.

Una foto del cabo Lorenzo Brenes que fue publicada en el Chicago Tribune, donde negó haber matado a Bill Stewart. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN

“Yo no fui”

A las 7:30 de la mañana del jueves 21 de junio de 1979, el cabo Lorenzo Brenes fue llevado ante el Tribunal Militar como el guardia que acabó con la vida de Stewart. Brenes dijo ante los periodistas que no había sido él quien mató al periodista, sino que había sido otro guardia de nombre Pedro González, pero que este último había muerto el mismo 20 de junio por la noche en un combate. Nadie le creyó.

El teniente Xavier Gómez, uno de los tres oficiales de Los Cascabeles, asegura que él estaba a dos cuadras de donde mataron a Stewart y se movió inmediatamente al lugar tras el crimen. Los compañeros de Brenes lo señalaron y el cabo no supo dar una respuesta coherente de por qué había matado al norteamericano.

Gómez dice que ningún otro miembro de Los Cascabeles murió en esos días, por lo cual es falsa la coartada que dio Brenes.
Como ya era el final de la guerra, la Guardia soltó a Brenes para que escapara. En 1983 Gómez vio a Brenes en las filas de la contra. “Comandante —le dijo a un jefe contra— ¿sabe quién es este? El que mató al periodista”.

Brenes solo lo quedó viendo y lo saludó. “¿Cómo está teniente?”, le dijo. Y nunca más volvió a saber de él.

El teniente GN Xavier Gómez, quien estaba a dos cuadras de donde mataron a Bill Stewart y certifica que el periodista norteamericano fue muerto por el cabo Lorenzo Brenes. LA PRENSA/ CORTESÍA

El final

La esposa de Stewart, Myrna, se volvió a casar a inicio de los años ochenta y se trasladó a Smyrna, Tennessee, explicó Jay Silber.

Los hijos de Juan Francisco Espinoza Castro viven cerca del aeropuerto, añorando haber tenido a su padre cerca mientras fueron niños.

Jim Cefalo, el sonidista, murió de cáncer de colon en 2001, después de haber ganado un premio Emmy por su cobertura de la muerte de Stewart, explicó en un obituario el Washington Post.

Mientras que el nicaragüense Pablo Tiffer murió hace dos años de un problema en el estómago. Desde inicios de los años ochenta vivía en Estados Unidos.

Cerca del sitio donde murieron Stewart y Espinoza Castro hay un parque, con un monumento al que le robaron la placa. Los vecinos del lugar aseguran que el parque solo se limpia en dos ocasiones: cuando hay campaña electoral o en Semana Santa. Los chavalos agarran escoba y jabón, lavan el fondo del monumento y lo ocupan como piscina.

El monumento en el barrio Riguero en honor a Bill Stewart y a Juan Francisco Espinoza Castro. LA PRENSA/ EDUARDO CRUZ

Recuerdos sobre Juan Espinoza

Después de la muerte de Juan Francisco Espinoza Castro, su compañera de vida, Rosa María Rodríguez, vendía cosa de horno en las calles para poder sustentar a sus dos hijos. Juan Francisco nació apenas 26 días después que mataron a su padre, quien fue asesinado cuatro días después de cumplir los 27 años de edad.

Rosa María ahora le cuenta a sus nietos sobre su abuelo. “Él me hacía reír y eso le cuento a nuestros nietos”, recuerda. Uno de ellos, Antonio Mendoza Espinoza, el primer hijo de Raquel Dalila.

Doña Petronila Castro, la madre de Espinoza, también tiene fresca en su memoria la muerte de su hijo. “A mí la gente me dice que vaya a los Derechos Humanos para que me ayuden, porque yo no tengo casa. También me dicen que si no fuera porque mataron al periodista gringo y a mi hijo, los sandinistas nunca hubieran llegado al poder”, expresa la madre del intérprete.

La madre de Espinoza todavía guarda algunos objetos que eran de su hijo, entre ellos el carné que este le mostró al guardia que lo mató a las 11:00 de la mañana del 20 de junio de 1979.


Somoza justifica

Después de haber perdido el poder, Anastasio Somoza Debayle le relató algunas de sus memorias a Jack Cox, quien convirtió esos recuerdos en un libro que se llama Nicaragua Traicionada. Allí Somoza recuerda la muerte de Bill Stewart y afirma que él siempre fue transparente con los periodistas, pero ellos no lo fueron con él.

“A los ojos de la mayoría de los norteamericanos, Somoza mismo apretó el gatillo que mató a Stewart. Ese era el mensaje que la prensa quería transmitir y ese fue el mensaje que llegó a todas partes”, dijo Somoza en el libro, refiriéndose a que en su momento cada 10 minutos aparecía en la televisión el video sobre la muerte del periodista.

Y agregó: “Esa tragedia sola, toda ella filmada, hizo más para volver la opinión pública en contra mía y en contra de mi gobierno que todo lo demás junto… El poder de la televisión es aterrorizante… Yo creo en la libertad de prensa y la defendí hasta el fin”.



El camarógrafo tenía miedo

Jack Clark grabó la escena en la que el guardia somocista mata a Bill Stewart. El video le dio la vuelta al mundo. Cada 10 minutos la película estaba en los televisores de los estadounidenses.

Clark tenía miedo. Así lo recuerda el fotógrafo uruguayo argentino Héctor Atilio Carballo, mejor conocido como Tupa Carballo. Ese día por la mañana Carballo fue a Rivas en un helicóptero. Cuando por la tarde regresó al Intercontinental se encontró con la noticia. Clark y Jim Cefalo, el sonidista, estaban todavía en estado de shock.

Después de la muerte de Stewart, a Carballo le correspondió viajar a Panamá en un avión C-130 de la Fuerza Aérea estadounidense, el mismo en que fue trasladado el féretro del periodista norteamericano al hospital Gorgas en Panamá. El registro del hospital dice que Stewart había nacido en 1942.

Varias de las fotos que aparecen en este reportaje son de Tupa Carballo y son inéditas a los ojos de los nicaragüenses.


Caravana de vehículos en que los periodistas extranjeros se trasladaron desde Managua hasta el aeropuerto de Montelimar. En la caravana iba el féretro de Bill Stewart. LA PRENSA/ CORTESÍA/ TUPA CARBALLO

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COMENTARIOS

  1. Juan
    Hace 7 años

    El periodista hacía su trabajo informar; los Soldados tambian hacian lo suyo combater no solo los Sandinistas sino también Internacionalistas, El cansancio de Combate y más que todo la muerte de compañeros de lucha te pone a la defensiva y falta de control humano no excusa de la muerte pero cuantos periodistas han muerto asi

  2. Keysel Tezas
    Hace 7 años

    Me dan asco todos estos que vanaglorian a la guardia …la estupidez no tiene límites!!! Hombres que quemaban vivos a los nicaragüenses, que los arrodillaban y tiraban balas en la cabeza , que tiraban bombas en las cabezas de los niños y familias que se esconden en huecos o debajo de la tierra.

  3. Noel Halsall
    Hace 7 años

    quien hizo este reportaje es un sandinista porque habla con repudio de la GN ….del asesinato fue cierto pero la historia no fue asi por que a somoza años atrás ya le habían quitado la ayuda militar y con ese asesinato los gringos presionaron a Somoza para que renunciara del poder en nicaragua……..

  4. jose garcia
    Hace 7 años

    Viva la guardia nacional por siempre, bellos años.

  5. Sergio Davila
    Hace 7 años

    Que tremendo reportaje y saber que fue una gran paseada el asesinato de este periodista por lo cual el General Somoza perdió todo apoyo internacional, pero mas quedo convencido de lo valiente y eficiente que fue nuestra heroica Guardia Nacional, que aun con armamento de la segunda guerra mundial, pudieron asestarle grandes victorias en el campo militar a esos terroristas sandinistas. La Guardia Nacional de Nicaragua nunca pudo ser derrotada militarmente por ese atajo de vagos, asesinos y delincuentes sino que fue derrotada políticamente.

  6. jose gurdian
    Hace 7 años

    bueno y todas las fosas comunes que se hallaron en los 90, a quien le echamos la culpa, a Somoza también?

  7. juvenal mairena
    Hace 7 años

    Sera que el caso de Bill Stewart fue para el Gral Somoza como el caso de Zelaya con la nota Knock? Sera que la vida de los extranjeros vale mas que la de los Nicaraguenses? Pero el caso de las “Jaguitas” es mucho peor que esto y aqui en Nicaragua “La vida sigue igual”

  8. Ralph Smith
    Hace 7 años

    Actualmente pasa esto y nadie mueve un dedo y ni se escandaliza. ¿Que culpa tenia Somoza si él no ordenó que lo mataran? El periodista imprudentemente se mete en una zona de combate. Vos ya sabes que tenes el 80% de posibilidades de salir muerto de la zona. El soldado que lo mato debe haber estado bien desvelado después de haber combatido toda la noche. El gringo se le puso a discutir. Discutile a un policia aqui ya te pone en orden violentamente o te mata si no hay testigo como le pasa a los negros en los USA.
    Luego, la prensa mundial izquierdista se encargó de usar este caso para hundir a Somoza en los USA.

    1. Sergio Davila
      Hace 7 años

      Totalmente de acuerdo con usted mi estimado, esos soldados venían de entablar duros combates de donde salieron victoriosos en Batahola, era lógico que anduvieran con la adrenalina al tope.

    2. anonimo
      Hace 7 años

      Nada justifica lo que paso, ni la muerte del gringo ni la del nicaragüense que dejó 2 niños en orfandad. Igual el stewart, sus hijos quedaron sin padre, y eso que los policías matan negro como dicen usted de manera tan despectiva es falso,pero como siempre la gente que habla con tanta ligereza de cosas que no saben.

  9. Eduardo
    Hace 7 años

    Esa guerra fue muy lamentable para todos los Nicaraguenses fueron dias de dolor y miedo a morir en cualquier momento, que en paz descansen todos los que fallecieron sin importar el bando politico.

  10. el carolingio
    Hace 7 años

    A los viejos es bueno que nos refresquen la memoria de partes o acontecimientos que ocurrieron en la anterior dictadura y que les sirva a los jovenes para que aprendan a discernir el futuro que les espera si apoyan a la nueva dictadura y a los militares que pongan su barba en remojo, pues el pueblo a quien teme es que en una nueva repulsa armada del pueblo sean utilizados como Somoza utilizo a sus guardias.

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