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Suplicio en frontera de Peñas Blancas

Las autoridades de ambos países están en la obligación elemental de modernizar las aduanas para que termine este suplicio y fluya el creciente turismo entre ambas naciones.

Si usted quiere viajar a Costa Rica vía Peñas Blancas en su vehículo, piénselo dos veces luego de leer esta vívida historia relatada con lujo de detalles por el exdiputado y buen amigo Alberto Lacayo Argüello quien viajó el viernes 26 de mayo con toda su familia (7 en total) a una boda familiar que tuvo lugar en el lujoso resort de Guanacaste Hacienda Pinilla.

Antes de comenzar a narrar el suplicio que le tocó vivir de ida y de vuelta en la frontera de Peñas Blancas, un espejo de ambos países, Alberto descartó la vía aérea porque no hay vuelos de Managua a Liberia y si hubiesen, el costo de siete boletos más el necesario alquiler de vehículo en Liberia, harían el viaje prohibitivo.

Este es el relato testimonial del suplicio que le tocó vivir en ambas fronteras:

Arribamos a la frontera a las 8:25 de la mañana. Una vez que usted se estaciona, le cae un “enjambre sísmico” de “gestores” ofreciendo sus servicios para agilizar los trámites, pero yo primero intenté hacerlo por mi cuenta pero al tratar de hacerlo solo me topé con una “muralla” porque donde hay cinco cubículos de atención a los turistas, solo hay uno chequeando las colas de los buses de Tica Bus y Nica Bus que habían llegado antes.

Rápidamente, al ver aquel tumulto y aquellas colas uno se da vencido de hacerlo solo y regresa desesperado y angustiado a buscar al gestor. Una vez contratado, el gestor se va donde un funcionario uniformado que sale de la nada y me dice “andá, dáselos a él, que él te los va a sellar”.

Dicho y hecho, llego donde el hombre, “a ver amigo”… “claro —me dice— lo estaba esperando”. Me sella los pasaportes y luego pasamos al siguiente trámite, que es el trámite de la salida del vehículo y pasás a un lugar donde hay una funcionaria atendiendo los vehículos entrantes y otra los salientes.

Esta última está con un dedo, gravando toda la información de la tarjeta de circulación, los números de la cédula y los números del pasaporte, en vez de tener una lectora de código de barras que es lo normal y lo lógico en el siglo XXI, porque todos los documentos tienen el código de barras. Meter toda esa información, con un solo dedo en la computadora le toma de diez a doce minutos por vehículo, hay cuatro personas delante de mí. El gestor solo te dice: métase en esa cola.

Antes de eso, el gestor tuvo que andar detrás de un policía que está allí para que pusiera el primer sello, aquello lo vi tan arcaico. Así poco a poco logramos pasar la cola y después de aproximadamente dos horas del lado nica, logramos pasar a lado tico, creyendo que nuestro calvario y suplicio habían terminado… ¡pero estábamos muy equivocados!

Cuál es mi susto, cuando encuentro del lado tico los mismos vicios, la misma corruptela con los gestores me cayeron encima y como había una cola que le daba la vuelta al edificio de Migración, me asomo adentro: hay seis cubículos y un solo oficial costarricense sellando pasaportes de los dos buses.

En ese momento lo único que te queda es el gestor. Una vez contratado, este habla con el funcionario tico y nos hace pasar delante de la cola, lo que hacemos avergonzados en medio de las rechiflas de la gente. El funcionario nos sella los pasaportes, ya son las 10:30 de la mañana. Sin la “pata” del gestor, te volás de hora a hora y media en esa cola.

Luego pasás a la cola de permisos para automóviles. Son tres etapas para que el automóvil pueda entrar a la “flamante” Costa Rica: un seguro obligatorio de 49 dólares, el segundo sello es otro piche que ve los documentos y luego el Ministerio de Hacienda, donde una simpática jovencita comienza a leer, letra por letra, todos los documentos del vehículo, lo que toma entre treinta y cuarenta minutos. Todo el proceso del lado tico toma otras dos horas y media, para un total de cinco horas de suplicio antes de poder continuar hasta nuestro destino final.

Mi comentario: las autoridades de ambos países están en la obligación elemental de modernizar las aduanas para que termine este suplicio y fluya el creciente turismo entre ambas naciones.
 El autor es periodista, exministro de Turismo y exdiputado

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COMENTARIOS

  1. Guillermo Sancho
    Hace 7 años

    Lo que es claro es que estos procedimientos no ayudan . Ambos países necesitan que se agilice al máximo el paso para que el turismo fluya con facilidad en ambos sentidos. Que valioso sería que quienes viajan por ahí a menudo y tienen experiencias y hasta sugerencias de cómo mejorar las cosas lo hagan. No se trata de comparar la situación de cada lado, pero si de aprovechar lo que de útil haya en cada país.

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