Rubén Olivares, “El Púas”. Enemigo en el ring, amigo en la vida. “Éramos compadres”, dice, recordando su relación con Alexis Argüello, quien le arrebató la corona de las 126 libras de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en 1974, para darle brillo al país que conocía a su primer campeón.
“Era mi héroe, mi ídolo, mi hermano”, resume “El Púas”, quien llegó a Nicaragua ayer, y hoy que se cumplen ocho años de la muerte del “Flaco Explosivo”, será parte de las actividades previstas para refrescar sus hazañas y reafirmar su legado.
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“A mí se me salen las lágrimas, me gana el sentimiento”, comentó Olivares, endureciendo sus gestos para evitarlas, en medio de las solicitudes de las preguntas que le invitaban a evocar a Alexis, a quien iba derrotando en las tarjetas, hasta que se encontró con sus manos poderosas y fue noqueado.
“Recuerdo que me dio un golpe explosivo, me mandó a la lona, yo me levanto muy macho, me vuelve a tirar y ya no pude. Era un tipo que pegaba duro y tiempos en los que uno se preparaba para pelear 15 rounds, peleas de verdad”, dice.
Ya la vida quiso que después de esa batalla, Olivares y Alexis volvieran a encontrarse repetidas veces. En segundo plano fueron quedando esos 13 rounds, y la cercanía entre ellos fue floreciendo. Compartían sus proyectos.
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“Siempre nos veíamos en el Salón de la Fama de Nueva York. Nos reuníamos, platicábamos y nos tomábamos unas cervecitas. Ya después con el tiempo nos hicimos compadres”, relata y se ríe, como si el pensamiento lo llevara de inmediato a esos tiempos de levantar los tragos.
Formidable
Alexis, el “caballero del ring”, que abrazaba a esos mismos que había derribado. Pero también afuera de estos asuntos, Argüello gozaba de respeto por su calidad humana.
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“Era una formidable persona y esa mezcla en un mismo hombre, suele ser difícil de encontrar”, apunta Olivares.
Pocos son los casos en los que, al perder uno la corona y ganarla el otro, dos boxeadores se quitan los guantes abajo del ring para darle espacio a una relación fraterna. “El Púas” y “El Flaco Explosivo” lo hicieron.
“Trato de aguantarme para poder decir que quiero mucho a mi compadre”, dijo ayer Olivares, afuera del aeropuerto, librando su propia batalla para que no le ganara el llanto.