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Joaquín Absalón Pastora

Acceso a las armas

Pone nubes en el horizonte de la paz, la capacidad de tolerancia que tienen las autoridades de Estados Unidos (EE. UU.) en cuanto a consentir la venta libre de las armas mortales puestas en el mercado hasta con rangos atractivos de promoción. Tal es el libertinaje imperante en el círculo donde el fuego penetra para herir la quietud con saldos letales con solo poner en caja el valor de un producto adquirido con la misma naturalidad con que llega a los labios un vaso de leche. El beneficiario de la transacción no es interrogado sobre el destino de la negociación que bien pudiera servir para la defensa de la vida.

Cada vez que hay una alteración de la normalidad, un tiroteo, se produce una reacción inmediata: basta ya de la libre portación de armas, basta ya de los abusos libérrimos que se cometen con ellas donde cualquier asesino en formación, un aspirante a pistolero o pistolero puro, un psicópata, puede tener acceso a las armas puestas en los canastos volátiles como si tuvieran la categoría de ser un artículo exento de la tendencia agresiva. Debe llegar la hora de frenar esa práctica que solo conduce a la muerte, a todos los agravantes que acompañan al lánguido acaecimiento. Pero la reacción tiene la levedad de un suspiro.

Los congresistas que han sido las víctimas del tiroteo en un parque de beisbol en Virginia EE. UU., han sido los primeros en hacer reflexiones sobre la tolerancia de ese riesgo. La actitud defensiva ha sido tomada desde hace un considerable tiempo por los legisladores sin resultados. Ahora con la reincidencia del escándalo pretende ser revivida.

La realidad es que tienen mayor poder los altos y millonarios intereses de empresarios que pertenecen a la élite militar, a la cúpula de los magnates adictos a la “vista gorda”. El papa Francisco los califica como los “mercaderes de la muerte, como los asesinos que por complicidad matan a las víctimas inocentes”.

Una garrafal contradicción existe en las sociedades y en los gobiernos donde se admite la comercialización de las armas y al mismo tiempo se pone énfasis en los manuales de la paz a través del retoricismo demagogo. La comercialización tanto legal como ilegal produce los mismos lesivos efectos. No se puede hablar de paz donde el tráfico de las armas permite la vigencia de la guerra. Otra mañana cargó con la prenda del terror. El alba no se ha liberado de la ira que resta brillos a la civilización occidental porque la de Oriente en conflagración acaso perpetua está destrozada por la suma cada vez más alta de mártires, de atormentados por diferentes circunstancias en una tierra que como la de Siria no está cubierta por el verdor inocente de la naturaleza sino por el rojo sangriento pintado por los terroristas.

Terrorista fue el fanático vestido de demócrata que hirió con propensión masiva a varios congresistas del Partido Republicano con el argumento de sentirse indignado por las posiciones políticas de los embestidos, razón por  cual el propio presidente de EE. UU., Donald Trump, condenó el acto a través de un comunicado que se unió al clamor en la adición infructuosa de la protesta. Uno más en sumarse al lamento tardío.

Los hechos confirman que los intereses creados están encima del ánimo humano de andar en la búsqueda de la paz.

El autor es periodista.

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