14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Francisco Xavier Aguirre Sacasa

¿Hasta cuándo?

La semana pasada leí unos artículos sobre las remesas que recibimos de nuestra diáspora. Resumo algunos de los puntos más relevantes que recogí de estos escritos.

Primero, el año pasado nuestros compatriotas nos enviaron casi US$1.3 mil millones en remesas. Y en lo que va de 2017, este flujo está aumentando en 12 por ciento. Segundo, 57 por ciento de las remesas provienen de nicaragüenses que trabajan en Estados Unidos. Costa Rica está en segundo lugar como fuente de remesas con otro 20 por ciento. El remanente nos llega de otros países como España y, más recientemente,

Panamá en donde también hay una importante colonia de nicaragüenses. Y tercero, según cifras del Banco Central la vasta mayoría de los hogares que se benefician de estos envíos son de personas humildes.

Poniendo estos datos en un contexto macroeconómico, las remesas son vitales para nuestra economía. Son igual a aproximadamente el 10 por ciento de nuestro Producto Interno Bruto  y son el doble de lo que es el programa de inversión pública de nuestro país. Es más, son el doble de lo que recibimos en “ayuda” venezolana en los años más robustos de este rubro y son fondos de rápido desembolso que se inyectan inmediatamente en nuestra economía.  Dicho de otra manera, las remesas son uno de los motores más importantes de nuestra economía. Sin ellas nuestro crecimiento económico andaría muy por debajo de lo que es.

Nuestros benefactores en la diáspora nicaragüense son en su gran mayoría personas que no tienen mucho dinero pero que sí tienen mucho corazón. Están levantando cabeza en las tierras donde viven manejando dos y hasta tres trabajos, la mayoría en campos duros como la agricultura y construcción y en servicios como hoteles, restaurantes y empleos domésticos. A pesar de vivir en condiciones modestas, su generosidad es prodigiosa. Nunca olvidan a sus parientes y seres queridos en su patria y les envían plata, a como me dijo uno recientemente: “Hasta que nos duele”.

Ante tan tremenda bondad, pregunto ¿por qué a nuestros hermanos y hermanas en el exilio todavía no les hemos dado algo que muchos anhelan: el voto? Este es un derecho que les otorga la Constitución que estipula en su artículo 51 que “los ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegidos en elecciones periódicas”.  Este derecho no se limita –ni debería de limitarse— solo a los nicaragüenses que nos encontramos físicamente en Nicaragua.

El voto a ciudadanos que se encuentran en ultramar se da en más de cien países, incluyendo la mayoría de los latinoamericanos desde los más grandes —como Brasil, México, Colombia y Argentina— hasta los más pequeños como Costa Rica, El Salvador, Honduras y Panamá.

La pregunta obligada es ¿qué estamos esperando para facilitarles el voto a nuestros compatriotas en el exterior? ¿Por qué nuestros gobiernos y partidos políticos los tienen relegados a una suerte de limbo político en lugar de hacer la corrección de esta injusticia una prioridad? ¿No debería de ser el voto de la diáspora uno de los ítems en nuestra agenda electoral con la OEA? O ¿será que es más cómodo, más conveniente, mantener en el olvido a aquellos hermanos y hermanas que nunca olvidan a su patria ni a sus seres queridos acá?
Piénsenlo señores y señoras políticos. ¡Piénsenlo!

El autor fue  canciller de  nicaragua y  embajador en Estados Unidos.

Opinión Estados Unidos Nicaragua OEA PIB Remesas archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí