De repente, los bateadores han dejado de echarse hacia atrás ante los relampagueantes envíos de Juan Carlos Ramírez. Y no solo eso, sino que se los están devolviendo y fuerte.
A Erasmo Ramírez siempre le obedecen sus disparos, pero últimamente están terminando convertidos en imparables con más frecuencia que antes.
Así que es normal que nos preguntemos, ¿qué pasa con los Ramírez? Primero no hay que olvidar que son las Grandes Ligas, donde el nivel de precisión es súper elevado.
Hablamos de un contexto en el que cada jugador realiza constantes ajustes y apoyados por la tecnología, disponen de más información para la toma de decisiones.
Veamos a JC: superó la dificultad de iniciar frío y ser descifrado al momento, para resistir durante cuatro entradas y después aflojar en el quinto, tal como le pasó en los últimos dos juegos.
Quizá deba volver a hacer ajustes con su enfoque. A lo mejor tiene que ver con el patrón de picheo. H ay ocasiones en las que debe mezclar los envíos, en otras echar mano de un disparo más que de otro.
Por ejemplo en su trabajo del martes ante Minnesota, le lanzó a Robbie Grossman un slider a 90 millas, abajo y afuera y éste le pega un doblete. No se me ocurre mejor envío.
Antes lo había preparado con rectas y curvas, así que de acuerdo a sus antecedentes, lo normal es que lo remate con una recta de 97, que es su fuerte, pero JC aplica una variante y falla.
No podemos decir entonces que es un muchacho que abusa de la recta. No, él está echando mano de todo lo que tiene en su repertorio, que en otras oportunidades lo ha sacado a flote, pero los bateadores son listos.
En el caso de Erasmo, el mayor daño se lo hizo ayer John Jay sobre un cambio a 83.9 millas que, además de hundirse, se alejó para bateador zurdo y Jay lo mandó al otro lado por el left-centerfield con dos en base.
Esas son las Grandes Ligas. Lo único que le que queda a los nicas es seguir haciendo ajustes. Eso es el beisbol.