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Crítica de cine: Dos son familia

Es una apelación a las lágrimas tan burda que lo hará sentirse usado en vez de conmovido. Ponga Dos Son Familia en la lista de lo peor del año

Hacer una película es un proyecto tan caro que cualquier grado de seguridad es bienvenido. Por eso son tan comunes las nuevas versiones de películas exitosas. Si ya funcionaron una vez, bien puede ser que vuelvan a funcionar en otro idioma. Para ver un ejemplo reciente, El Secreto de Sus Ojos (Juan José Campanella, 2009) se convirtió en The Secret in Their Eyes (Billy Ray, 2016). A pesar de un Óscar a Mejor Película Extranjera, no pudo salir del ghetto de los “cines-arte”. El público masivo norteamericano no leería el libro, ni vería el filme argentino. La calidad del resultado final es debatible, pero los números lo hacen comercialmente viable.

No solo Hollywood cruza fronteras geográficas para encontrar producciones seguras. Francia ha cazado proyectos en Latinoamérica. La comedia argentina Corazón de León (Marcos Carnevale, 2013) se convirtió en un vehículo de estrella para Jean Dujardin, titulado Un Homme a la Hateur (Laurent Tirard, 2016) . Y antes de eso, tuvo una versión colombiana (Emiliano T. Caballero, 2015), prueba de que ni siquiera un lenguaje común garantiza el cruce de fronteras de una película. Ahora, sin mucho bombo y platillo, llega una versión francesa de No se aceptan devoluciones (2013), comedia dramática escrita, dirigida y protagonizada por el mexicano Eugenio Derbez, que se convirtió en un sorpresivo éxito de taquilla entre la diáspora latina. A la fecha, es la película en idioma español que más dinero ha recaudado en EE.UU.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE
Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

 

No he visto el filme original, pero puedo decirle que la premisa es la misma: la vida de un tipo irresponsable cambia cuando una mujer de su pasado aparece para entregarle a la hija que nunca supo que tenía. El hombre endereza su camino y crea un idilio doméstico, que se ve amenazado cuando años después, la madre regresa buscando la custodia de la niña. Un giro trágico de la trama cambiará las expectativas de todos los personajes. En Dos son Familia, el papel principal es asumido por Omar Sy, el actor que saltó a la fama internacional gracias a la comedia Los Intocables (Nakache y Toledano, 2011). Su aparición más reciente en cines locales fue el drama biográfico Chocolat (Roschdy Zem, 2016), proyectado en el marco del Tour de Cine Francés.

Sy es el actor perfecto para anclar una película agresivamente superficial. Su mera presencia le da sustancia a las escenas, infundiendo un sentido de realidad donde este no existe. Su personaje, Samuel, deja la vida licenciosa que lleva en los balnearios del sur de Francia, y hace una nueva vida en Londres, trabajando como doble en una serie televisiva. Vive con su hija en un apartamento que parece decorado por un diseñador de parque de diversiones. Incapaz de aprender el inglés, deja que Gloria (Gloria Colston) sea su traductora informal. La dinámica es presentada como excéntrica y adorable, pero plantea serias dudas sobre la competencia del padre. Samuel es un niño-grande, y estamos supuestos a ver su irresponsabilidad como algo adorable. El estilo de la película recuerda a las series juveniles del Disney Channel, o los sketches de Siempre en Domingo.

En medio de la cursilería, Clémence Poéssy ofrece una actuación de trémula vulnerabilidad, que demanda una mejor película. Pero ni siquiera ella puede hacer que el principal giro de la trama funcione. La revelación queda condicionada por una escena prematura, donde se planta la semilla de la duda con pasmosa torpeza. Es una apelación a las lágrimas tan burda, que lo hará sentirse usado en vez de conmovido. Ponga Dos Son Familia en la lista de lo peor del año.


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