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Adán Bermúdez Urcuyo

El síndrome del elefante

Quiero contarles una anécdota que la pasé en mis años de niño en mi querido Puerto de Corinto donde nací, crecí y salí después para viajar a Managua y poder estudiar la carrera de economía en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua).

Al puerto llegaban muchos circos y como es natural, todos llevaban una de las atracciones más importantes para los niños y por supuesto también para los grandes como eran los animales: Jirafas, leones, caballos, cebras y como una de las mayores atracciones los elefantes.

Bueno, de este atractivo circense es que quiero contarles. Sucede que cuando veo al gran elefante atado de una de sus patas a una cadena delgada y sujeta a un varilla de hierro enterrada en el suelo, mi mayor asombro fue: ¿y por qué semejante elefante no puede soltarse de una cadena tan insignificante para su tamaño?, pensé. La pregunta se la hice a mi padre, quien junto con mis hermanos siempre nos llevaba al circo cada vez que llegaban a Corinto.

Con toda paciencia mi padre me dijo: “Hijo, a ese elefante lo trajeron muy pequeño al circo y lo ataron con esa misma o una cadena similar. Él luchó y luchó, tratando de liberarse de ella, seguro que se lastimó su pata hasta el cansancio y el agotamiento, hasta que llegó el momento en que se cansó de luchar por soltarse y se resignó porque ‘aceptó’. Seguro pensó que ya no podía hacer nada por cambiar su situación. En su pensamiento estaba convencido de que hiciera lo que hiciera, no sucedería nada y su destino era vivir atado a esa cadena”.

Pues hermanos y hermanas nicaragüenses, esta anécdota vino a mi memoria al reflexionar sobre la situación actual de nuestro país.

Desde los reiterados fraudes electorales, desde el pensamiento generalizado de muchos nicaragüenses que los oigo y otros que me dicen: “Adán, nunca vamos a sacar a Ortega del poder, te vas a morir vos primero y esta dictadura va a continuar forever”, desde que veo a muchos enfrascados en el mito de la “unidad” y nunca hacen nada por alcanzarla. Observo una resignación porque todos piensan que la cadena no la podemos romper, entonces me pregunto: ¿Será imposible derrotar esta dictadura? ¿No seremos capaces de generar nuevamente la confianza y credibilidad ante la población? ¿Será posible que todos reaccionemos y digamos basta ya de corrupción, desempleo, violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses, respeto a las Leyes y a la verdadera independencia de los poderes del Estado, a la inmensa mayoría de nicaragüenses en condiciones de pobreza extrema?

Mi respuesta es: ¡sí señor, podemos cambiar las cosas! ¿Cómo? se preguntarán. Esta lucha no es eminentemente política, también es una lucha espiritual entre el bien y el mal, por consiguiente pidamos a Dios nuestro Señor todos los días y en cada hora que nos ilumine y ayude para que triunfe la democracia.

En segundo lugar, en todos los frentes de lucha y en todos los municipios demos la lucha para que cívicamente defendamos el voto de cada nicaragüense en el próximo proceso electoral municipal, aprovechando la presencia de la OEA para defender los resultados de cada Junta Receptora de Votos (JRV) y nunca olvidemos que tenemos que superar el efecto del síndrome del elefante, porque Nicaragua sí puede romper esas cadenas que le ha impuesto esta dictadura.

Hemos roto otras cadenas en toda nuestra historia de lucha por la libertad y la democracia. Y finalmente les recuerdo el gran legado de nuestro gran poeta Rubén Darío: “Nicaragua está hecha de vigor y de gloria, ¡Nicaragua está hecha para la libertad!”.

El autor es tercer vicepresidente del Partido Ciudadanos por la Libertad.

Opinión Daniel Ortega Puerto Corinto UNAN Managua archivo

COMENTARIOS

  1. Azalia Mendieta
    Hace 7 años

    Tiene toda la razon de lo expresado pero el problema no es la pasividad de la población el problema es mayor la población no cree en los políticos de esta época son y siguen siendo los mismos politiquería que lo único que buscan son intereses personales

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