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Álvaro Taboada T.

Los héroes

Hay héroes en todas las actividades humanas, pero usual (e injustamente) reducimos la idea a los héroes políticos o militares. En este campo hay tres tipos de héroes, sobre todo en referencia a los héroes revolucionarios de cualquier país: 1). El que entró victorioso, contribuyó a establecer un nuevo marco político-institucional, y se retiró del poder. De estos hay poquísimos. Por ejemplo, George Washington. 2). El que luchó denonadamente por sus ideales, quizás hasta morir, pero no venció. Nunca sabremos cómo hubiera actuado ante las tentaciones del poder: jamás lo alcanzó. Finalmente, los héroes oficiales: llegaron al poder y se quedaron en él. Desde la llanura predicaron la justicia, la bondad y la honradez, pero una vez en las alturas se despojaron del idealismo real (o aparente) que los cobijaba. Una vez al mando, multiplicaron los vicios del sistema precedente: robaron, mataron, torturaron y luego a menudo pasaron a la otra vida, esbirros enriquecidos, santificados por la propaganda oficial, y por la panfletaria de su bando político.

Las revoluciones de todo género, de toda especie, y además, toda revolución históricamente concreta, presenta su grupo de héroes, la mayoría espurios. Un hecho digno de reflexión es que las revoluciones marxistas-leninistas son las que más veneran a sus héroes, contrariando así la esencia históricamente determinista y mesiánica del marxismo. La idea de que la historia tiene un curso inevitable es muy antigua —se atisba en Heráclito—, pero tuvo sus máximas expresiones con Hegel y con Marx. Y si la historia debe (en el sentido ético) y tiene (en el sentido de la inexorabilidad de su rumbo) que llegar al socialismo dictatorial ¿Qué justificación político-intelectual y moral tiene la falta de espinazo ante los Stalin, Mao, la familia Kim, los Castro? En contradictorio maridaje, se interpenetran en estos casos el historicismo con la antigua visión del héroe como centro de la historia. (Visión tan antigua que ya asomaba en La Ilíada, pero los ingleses, siempre exitosos en mercadear lo que hacen, la atribuyeron a Carlyle).

Es obvio que aún los que creen en las fuerzas que “en última instancia” doblegan a la voluntad y a la libertad humana, entienden que son personas las que ejecutan los hechos que van configurando el destino supuestamente premarcado de la humanidad. Pero el culto abyecto a los caudillos, su exaltación al nivel de Hércules que empujan el carro de la historia, contradicpolíticos, militares

e la esencia del determinismo hegeliano y marxista, contra los cuales Popper dirigiera críticas devastadoras. (Hegel hablaba de los “trucos de la Razón”): Los grandes personajes, como Napoleón, creen servirse a sí mismos, pero sirven al desarrollo de la Razón en su marcha o desenvolvimiento en el curso de la historia. ¿Qué diría de los asaltantes de naciones que dicen servir a la historia, pero se sirven a sí mismos y a sus organizaciones? ¿Estafaron a la Razón, cuyo “truco” falló? En suma: muchísimo cuidado con los héroes y los homenajes. Ojo: discernimiento, sin escepticismo.

Lév Tolstoi (testigo del sitio de Sebastopol, clave en la Guerra de Crimea), durante un amanecer vio conquistar a los franceses el principal baluarte. Y vio tantas otras cosas de su Rusia que escribió: Todos son buenos y todos son malos… ni Mikhailof, tan tímido, ni Petsth, aquella criatura sin convicciones ni sentido moral, quienes pueden pasar por desleales o por héroes. No. El héroe de mis relatos, aquel a quien amo con toda las fuerzas de mi espíritu […] ¡Es la verdad!

El autor es Ph.D en Estudios Internacionales.

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