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Róger Mendieta, FSLN
LA PRENSA

La ausencia del gobernante

No quedó claro si la inusual brevedad del discurso de Daniel Ortega, este 19 de julio, fue por la lluvia o porque no tenía nada importante que decir.

En realidad, por la lluvia no podría ser. Se supone que un aguacero no amedrenta a ningún revolucionario, sobre todo si es tan intrépido como dice el relato oficial que es el caudillo del FSLN. Tampoco la lluvia dispersa a las concientizadas masas revolucionarias, como deberían ser las que llenan las plazas en las celebraciones orteguistas.

La brevedad y escasez de contenido del discurso de Ortega tiene que haber sido, entonces, porque los grandes problemas nacionales no le interesan ni le preocupan. O porque deja que sean otras personas —particularmente su esposa, que después de la farsa de noviembre del año pasado es la vicepresidenta de Nicaragua designada por el Consejo Supremo Electoral— las que se ocupen de los asuntos importantes del país.

En su nota informativa sobre la celebración del 19 de julio del miércoles pasado, LA PRENSA mencionó algunos grandes temas nacionales a los que Ortega, siendo el gobernante del país, debió referirse en su discurso, pero los ignoró por completo. A pesar de que la propaganda oficialista presenta a Nicaragua como un reino de paz, concordia y felicidad, la verdad es que existen problemas de toda clase y tamaño, inclusive de gran magnitud, como lo revelan las mismas encuestas que son muy gratas a los gobernantes.

De Ortega, por su talante político dictatorial y por el origen espurio y no democrático de su poder, no se puede esperar que ejerza “un liderazgo moral fundado sobre un conjunto de virtudes públicas y privadas: energía, inteligencia, bondad, honestidad, serenidad, entereza, solidaridad y valor para hacer frente a las contingencias públicas”, como dice la teoría política que debe de ser el gobernante.

Pero ya que está en el poder, independientemente de cómo lo obtuvo y mantiene, al menos en ocasiones como la del 19 de julio Ortega debería referirse a los grandes problemas del país, pronunciarse sobre ellos y ofrecer soluciones.

Por ejemplo, ¿cuál es su plan para resolver la crisis del Seguro Social? ¿O es que dejará que la institución siga siendo mal administrada y saqueada para que a la vuelta de año y medio ya no tenga fondos para pagar las pensiones?

Tampoco dijo Ortega qué piensa hacer (si es que piensa algo) para evitar que el Congreso de Estados Unidos apruebe la ley Nica Act, que se teme podría dañar la economía nacional. Ni se pronunció sobre el megaproyecto del Canal Interoceánico chino, que a todas luces ha fracasado y por tanto no debería haber problema para derogar la Ley 840, como demandan los campesinos de la ruta canalera que se sienten amenazados en sus propiedades y su modo de vida. Sin embargo, de manera irresponsable Daniel Ortega calla ante esas realidades tan importantes para los nicaragüenses.

Gobernar, dice el científico político Rodrigo Borja, es “manejar los negocios estatales y proveer a los servicios públicos”, así como “conducir, motivar, alentar, estimular a la sociedad y coordinar y dar coherencia a los esfuerzos dispersos e inconexos de sus miembros para apuntarlos hacia la consecución de las metas nacionales”.

Pero en Nicaragua no tenemos un gobernante así, ni siquiera alguien que diga presente ante los problemas reales del país. No lo tenemos, pero hay que buscar cómo tenerlo.

Editorial 19 de Julio discurso gobernante archivo
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