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Crítica de cine: To The Bone

Si quiere proteger a sus hijos, vea To The Bone con ellos. Es un valioso recurso para iniciar una conversación sobre autoestima, imagen y presión social.

Cuando Netflix estrenó la serie “13 Reasons Why”, un coro de voces manifestó preocupación por su representación del suicidio, y cómo este podría influir en el público joven. Un destino similar espera a “To The Bone” (Hasta el Hueso), la película original recién lanzada por el servicio de streaming.
Lilly Collins es Ellen, una adolescente que padece anorexia. Cuando la película arranca es expulsada de un programa de terapia residencial. Esto ha pasado antes. Su madrastra Susan (Carrie Preston) es, por defecto, la encargada de lidiar con ella. El padre prefiere mantenerse ausente. La madre se ha mudado a otro estado para construir su propia vida. Como último recurso, Ellen consigue entrar en el programa del doctor William Beckham (Keanu Reeves). Debe vivir seis semanas en una casa grupal en compañía de siete muchachos y muchachas, todos padeciendo desórdenes de alimentación.

“To The Bone” se inscribe en dos tradiciones particulares: tiene el espíritu del típico filme de “problema social”, que pretende revelar una patología que la sociedad trata de ocultar. En su forma emula el “especial posescuela”, productos televisivos desarrollados en Estados Unidos durante los 70, que retrataban los dilemas personales, familiares y sociales de la adolescencia. Tomaban su nombre del horario en el cual solían transmitirse. Sus motivaciones eran eminentemente didácticas. Podían tratar cuestiones tan serias como el abuso, adicción y enfermedades mentales, pero jamás lo hacían con afán sensacionalista.
La película tiene el tono de la nueva “televisión de prestigio”, quizás porque es una creación de Marti Noxon. Ella es una veterana que ha trabajado en series icónicas, desde “Buffy la Cazavampiros” hasta “Mad Men”. En entrevistas, ha compartido sus propias experiencias con desórdenes alimenticios, al igual que Collins. Lo que vemos tiene un filo testimonial. Los arquetipos dramáticos son claros, en parte, por la audiencia que deben servir. Reeves es el médico firme pero compasivo. Los compañeros de casa aportan color y encarnan matices de la patología. Tenemos incluso un interés romántico (Alex Sharpe). Sin embargo, el tono humanista y el sólido trabajo del reparto impiden que se conviertan en caricaturas.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE.

“To The Bone” descansa sobre los frágiles hombros de Collins. Su nivel de compromiso la lleva a bajar peligrosamente de peso, para poder retratar convincentemente a una joven anoréxica al borde de la inanición. Viendo la película, pensé que el efecto se conseguía con dobles, vestuario, manipulación digital y certera ubicación de la cámara. Pero no es ese el caso. Collins trabajó con médicos y nutricionistas para perder el peso y recuperarse después del rodaje. Ese nivel de compromiso suele ser aclamado cuando se trata de un hombre. Véase a Robert Deniro en “Raging Bull” (Martin Scorsese, 1980) o a Christian Bale en “The Machinist” (Brad Anderson, 2004). Tal vez esto no es noticia porque el machismo que también tiñe a la cultura popular no ve nada extraordinario en que una actriz baje tanto de peso para una película. Más allá del sacrificio físico, su actuación es excelente.

La alarma paternal se basa en la pretensión de que los jóvenes no tiene ni idea de que estas cosas suceden, y que el producto audiovisual los convertirá en imitadores —una sorpresiva subtrama conecta con, y desactiva, ese temor particular. El razonamiento es reduccionista y despoja a los jóvenes de voluntad y criterio. Si quiere protegerlos, vea “To The Bone” con ellos. Es un valioso recurso para iniciar una conversación sobre autoestima, imagen y presión social. Quizás los padres deberían reservar sus voces de alarma para los concursos de belleza.

“To The Bone” está disponible en Netflix.

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