Lea poemas selectos del libro Suprimo mi silencio (1974) de Raúl Orozco publicados en la antología póstuma The blue flower (La flor azul), traducida por David Traumann y editada por Carlos Vílchez en 2015. Por igual versos de Asociación para delinquir y otros delitos (1995).
Orozco también es autor de los poemarios Torrentes de acero (1991), Música de la música (2005), y el inédito Polvo de estrellas-imaginaciones verdaderas.
Este próximo 4 de agosto Orozco cumplirá 71 años de su nacimiento. El poeta falleció un 16 de junio del 2009.
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La antología La flor azul se puede encontrar en Anamá ediciones, en el costado sur del parque El Dorado en Managua.
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Fe de erratas
Fallé. Fue mi culpa; pero
hubo también una flor azul
impregnada en la noche.
Luego que fueran los soles los bombillos corrientes;
las formas que adoptaron las sombras.
Admito que fallé. No se encontraba
rotulado el camino.
Quise —terco— encontrar
al fin del arco-iris, oro y caminé
mucho para esto,
vistiendo mi coraza más tierna,
mi espuria piedra filosofal,
mi carne viva, mi firme suelo
para todos los pies.
Así, coleccioné las risas infantiles,
las guitarras nocturnas,
la sola dulzura de las piedras,
la caricia del aire.
Toda la flor azul !
Y así fallé.
(Del libro Suprimo mi silencio, 1974)
Estado de sitio
Lo cercaron. Poco a poco
cercáronlo.
Toda tu selva
le quitaron. Poco a poco.
Hoy oculta su flauta dulce
por entre lo moderno de sus ropas
y canta —por lo bajo— solo
mientras al paso su risa
restalla incisiva
desde la caverna
donde su corazón regocija
íngrimo.
Poco a poco lo cercaron.
Poco a poco.
Toda su selva
le quitaron.
(Del libro Suprimo mi silencio, 1974)
Solo ellas
Recordatorio a
Carlos Martínez Rivas
Con el vasto, vano arrepentimiento
camino los paisajes que sobrevieron.
Tanto medirse uno, para nada.
Nos dijimos que había habido amor; nos
dijimos que el tiempo era fábula;
que la vida, contra pronósticos, era
más de lo que decían de la vida.
Nos dijimos —machaconamente— que se debía
apostar a la vida por un verso. Todo eso
dijimos; tanto nos dijimos. Tanto medirse
uno para nada.
Solo las penas cantan. Solo ellas. Tienen
las voces más ardientes y los registros
más nobles. Los hombres de corazón.
Los hombres sin corazón.
Los descorazonados, lo saben.
Solo las penas cantan. Solo ellas. Tienen
voces ardientes, nobles registros.
Sobre un áspero mar algueado, flota
un ave de mar como flotaría un espíritu;
se abre paso entre el aire salado, vuela
en anchos círculos, ofreciéndose, dándose
en nuestros ojos belleza al ancho azul
negruzco de un cielo atardecido,
sin saber-alado privilegio-
que solo las penas cantan.
Solo ellas con voces ardientes,
con nobles registros.
mayo 1988
(Del libro Asociación para delinquir y otros delitos, 1995)
Letra de tango
“Para salvarte solo supe hacerme odiar”
(E. Santos Discépolo)
Un hombre —dicen— muere
como lo que es: estofa o héroe
o claro sensitivo alucinado.
No obstante continúan
los sueños. Continúa
sin arreglar el lecho. Continúa
la lejana mujer a tu derecha
sentada; mirada triste
de la sin esperanza
y un oboe y la guitarra y
el fagot tangueando.
marzo 1996
(Del libro Asociación para delinquir y otros delitos, 1995)
Balada
Hago lo que debo. Sonrío.
‘Que aún soy el que fui
toda esta tarde”.
1994
(Del libro Asociación para delinquir y otros delitos, 1995)