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Crítica de cine: Dunkirk

Dunkirk es una película de guerra con un punto de vista clínico y emociones controladas. Parece diseñada para desafiar expectativas.

Christopher Nolan ganó incalculable capital taquillero con su trilogía de películas de Batman. Ahora lo apuesta todo en un filme que nada a contracorriente de Hollywood y el público en general. Dunkerque (Dunkirk en inglés) es una película de guerra con un punto de vista clínico y emociones controladas. La violencia se manifiesta, pero la cámara no se detiene a regodearse en ella. Enlista a un galán como Tom Hardy, pero cubre su cara con una máscara de aviación por buena parte de su metraje. Parece diseñada para desafiar expectativas.

La película reproduce un episodio crucial de la Segunda Guerra Mundial. Entre mayo y junio de 1940, durante casi una semana, 400 mil soldados británicos y franceses permanecieron rodeados por tropas alemanas en la bahía de Dunkerque en Francia, esperando ser evacuados. Experimentamos la crisis a través de tres historias que se entrelazan. Un joven soldado anónimo (Fionn Whitehead) intenta desesperadamente abandonar la playa, coincidiendo en sus esfuerzos con otros dos reclutas (Naeurin Barnard, Harry Styles). En el aire, los aviadores Farrier (Tom Hardy) y Collins (Jack Louden) tratan de contener a los alemanes para que sus colegas puedan ser rescatados. En el mar, el Sr. Dawson (Mark Rylance), su hijo Peter (Tom Glynn Carney) y su amigo George (Barry Keoghan), cruzan en su pequeño bote el canal de la Mancha. El Ejército británico, desesperado, ha reclutado a pequeños botes civiles para que colaboren en la operación de salvamento.

Nolan, también autor del guion, se inspira en los hechos reales. Pero más que reproducir un evento histórico, pretende observar al hombre bajo presión. Cada personaje representa una faceta de la naturaleza humana, unidas para conformar una especie de retrato coral que ensalza el estoicismo británico. A pesar de su pretendido realismo, Nolan ejecuta un truco narrativo que trata de potenciar el impacto emocional de la narrativa. Bien puede ser que esto califique como “spoiler”. Si no ha visto la película, pase al siguiente párrafo bajo su propio riesgo.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA / Óscar Navarrete.

Los tres cauces narrativos que conforman la trama se mueven paralelos, pero a destiempo. No estamos viendo una historia lineal. Descubrimos la estratagema gracias a Cillian Murphy, interpretando a un soldado anónimo. La primera vez que los vemos tirita de frío sobre los restos de un naufragio, y es rescatado por Dawson. Unas cuantas escenas después está en la costa de Dunkirk, a bordo de un barco repleto de soldados, negociando el abordaje de Whitehead y sus camaradas. ¿Por qué esta decisión creativa? En algún nivel, creo que Nolan pretende duplicar en el espectador la desorientación que sufren sus protagonistas en el teatro de operaciones. Por otro lado, esto le permite alinear las escenas climáticas, que no coincidirían de otra manera.

La película funciona mejor en momentos contenidos de suspenso, cuando los personajes se juegan la vida y la muerte ejecutando acciones simples. Por ejemplo, el inicio, cuando introduce a Whitehead y sus compañeros de escuadra caminando por el pueblo fantasma. Pronto, el fuego de alemanes que permanecen invisibles diezman al grupo, mientras nuestro protagonista se convierte en el único que logra cruzar la trinchera hacia la relativa seguridad de la playa.

Dunkerque flaquea cuando Nolan traiciona su concepto original para transmitir información de contexto. Las escenas del comandante Bolton (Kenneth Brannagh) están plagadas de diálogo expositivo, que contrasta negativamente con el resto de la película. Bien puede ser que los detalles estratégicos sean iluminadores para los que no conocen la historia, pero menoscaban el momentum de la película. Sin embargo, esta es una queja menor. La película se beneficia de una impecable manufactura y debe experimentarse en la pantalla más grande posible.

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