Un hombre puso el pie en el primer escalón del bus, se detuvo, verificó el número de la ruta y volvió la mirada a la cabina. Ingrid González sujetaba el timón, esperando que el pasajero terminara de subir para arrancar y seguir el recorrido en la unidad de la 105. “Nos vamos a matar”, le dijo el hombre mientras pagaba el pasaje. “No se preocupe”, respondió y le sonrió.
Ella es una de las tres mujeres que conducen autobuses de transporte público en la capital, un trabajo tradicionalmente realizado por hombres, asociado a la rudeza y la conducción temeraria de grandes buses en una ciudad de tráfico convulso.
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“A mí esas cosas me dan risa, hasta me hacen sentir más orgullosa de mi trabajo, porque no solo los sorprende que seamos mujeres en el volante, sino que lo hagamos tan bien como el mejor de los conductores de bus”, dice Ingrid, de 25 años. Antes de bajarse del bus, el hombre le dio la mano y la felicitó.
“A ellos les causa más sorpresa vernos manejando el bus, hay conductores incluso que nos vulgarean, nos pitan para que nos apuremos, nos gritan groserías, pero yo no les hago caso”, cuenta Xóchilt García Treminio, de 26 años, conductora de la ruta 117.
“Cuando me toca la última vuelta de la noche hay tramos en que el bus queda vacío y se montan muchachas que me dicen: ‘¡Ay qué alegre que es mujer!’ Se sienten en confianza, más seguras”, dice García, y sonríe.
Coinciden en que no debería haber diferencia entre hombres y mujeres en ningún tipo de trabajo, pero que a diario se enfrentan a los prejuicios en la pista. “Creen que las mujeres no podemos dominar un bus, que somos malas conductoras, que no sabemos de mecánica, que andamos con miedo en la calle, pero uno se preparó bien antes de andar en el volante, se encomienda y sale tranquila a prestar un servicio de calidad. Quien me conoce y ha viajado conmigo sabe que va seguro”, comenta Ingrid González.
Sus compañeros las respaldan y las respetan: “No es cualquiera el que anda un bus en Managua y lo maneja bien, además lidiar con los pasajeros no es fácil, ellas hacen un buen trabajo”, dice Walter González, otro chofer de la Parrales Vallejos.
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Las primeras
Xóchilt García aprendió a manejar buses con los choferes que trabajaban para su mamá y cubrió la ruta Tipitapa-Managua por tres años, pero con el bus en el taller ella necesitaba seguir trabajando para mantener a sus dos hijos pequeños. “Mi mamá no quería por el tráfico de Managua, pero si uno conduce responsable no hay problemas, a mí me encanta manejar aquí”, dice.
A Ingrid su papá, chofer de buses, le enseñó a conducir, tuvo licencia de menor y a los 21 aplicó a la categoría para conducir transporte urbano colectivo. Fue la primera mujer busera de la Cooperativa Parrales Vallejos y posiblemente de toda Managua, según otros conductores.
Ingrid, Paola Carmona (quien maneja una 106) y Xóchilt son las buseras de Managua.