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Familiares de Catalina García Navarrete y su hijo Héctor Calero García (asesinados el pasado 20 de mayo), temen que algo similar vuelva a pasar en la comunidad La Palanca. LA PRENSA/CORTESÍA

Doble asesinato causa sufrimiento en La Palanca, Nueva Segovia

Los hechos ocurridos el 20 de mayo están frescos en la memoria de todos los habitantes de la comunidad La Palanca, municipio de Quilalí, departamento de Nueva Segovia, donde no descartan que en cualquier momento algo similar vuelva a pasar

El doble asesinato fue espeluznante. Alumnos y los dos maestros de la escuelita donde estudiaba Héctor, lo recuerdan en sus murales, y como si no fuese suficiente, los hechos ocurridos el 20 de mayo están frescos en la memoria de todos los habitantes de la comunidad La Palanca, municipio de Quilalí, departamento de Nueva Segovia, donde no descartan que en cualquier momento algo similar vuelva a pasar.

Se causó dolor y como lo señala el mismo dictamen médico, se refleja el sufrimiento deliberado e inhumano y saña con la que se actuó en contra de las víctimas Catalina Jeaneth García Navarrete, de 33 años, y su hijo Héctor José Calero García, de 7 años.

Cuerpos en un saco

La violación se presume que fue cometida antes de decapitar a la madre y asfixiar al niño. Los echaron en un saco que abandonaron en una quebrada de la comunidad de La Palanca con la intención de que la corriente se los llevara para borrar evidencias.

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El saco fue encontrado seis días después con los cuerpos en completo estado de descomposición y órganos (vísceras) devorados por animales de rapiña. Las investigaciones policiales iniciaron hasta lograr la captura de cuatro hombres de la misma comunidad.

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Quince días después de conocido públicamente los hechos, una comisión del Centro de Promoción y Atención a los Derechos Humanos del Instituto de Liderazgo de Las Segovias y trabajadoras sociales y psicólogas de Fundemuni en Ocotal, hicieron presencia en el territorio. En la escuela, ya la comunidad las esperaban. Los familiares de las víctimas se encargaron de anunciar que ellas llegaban.

Un duelo colectivo

¿Qué encontraron?: “Un gran duelo colectivo, cabizbajos, tristes, los adultos recordaban a Catalina como una mujer muy sencilla pero preocupada por la educación de sus hijos”.

En un mural tenían la foto de Héctor, que fue identificado por sus compañeros de clases como un niño muy activo. Varias de las mujeres “por primera vez se dieron el permiso de llorar para expresar lo que sentían”, relató Haydée Castillo, una de las personas que hicieron presencia en la comunidad.

Dejan de ir a la escuela

Cerca del 50 por ciento de los niños había dejado de ir a la escuela, y a la pregunta de ¿por qué dejaron de asistir a clases?, los padres de familia expresaron que son horas a pie por caminos muy solos y “tenemos pánico, miedo, que nos pueda pasar lo mismo que a Catalina y Héctor”.

El pastor de la comunidad manifestó que ha hablado con los jefes de la Policía en Quilalí, han insistido en que La Palanca y otras comunidades cercanas están abandonadas por el Estado.

La escuelita, con dos maestros jóvenes “jugando un papel extraordinario”, es la única expresión del Estado en esa localidad.

Huérfanos por las noches no duermen

Los dos niños de 10 y 8 años aproximadamente, huérfanos de Catalina García Navarrete, quienes quedaron en poder de la abuela, son de poco hablar, pero confiesan que por las noches no duermen, que no desean ir a la escuela y las psicólogas de Fundemuni consideran que están en un alto estado de depresión.

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El pasado dos de agosto, primer día del juicio contra los cuatro procesados por el delito de asesinato atroz y tentativa de violación en la comunidad de La Palanca, los dos varoncitos hijos de la occisa gritaban con evidente indignación desde fuera del Complejo Judicial de Ocotal: “¡Justicia para Catalina, Justicia para Héctor!”, en tanto el llanto en la mamá, hermanas y primas de Catalina fue indetenible durante todo el día.

En estado de indefensión

La familia de Catalina Jeaneth García Navarrete y Héctor José Calero García ha decidido vivir todos en la misma casa por temor, por pánico a que continúe la cadena de asesinatos, una reacción natural ante las amenazas que han recibido de los familiares de los procesados.

“Aquí encontramos una familia en estado de indefensión, una familia y una comunidad en estado de shock, pánico colectivo y temor, una comunidad que ha cambiado su vida comunitaria, una familia que ya no tiene vida social ni vecinal y son personas que no están seguras que en ese asesinato se va a hacer justicia”, recalcó Haydée Castillo.

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