El tiempo ha estado lluvioso en la Isla de Ometepe. En los Ramos y otras comunidades cercanas que pertenecen a Altagracia aún recuerdan aquel 8 de octubre del 2014 cuando “la lava” del Concepción se les vino encima. Fue un deslave que arrastró todo desde la cima, tras varias horas de precipitaciones y aunque el Gobierno construyó viviendas para los afectados, no todas están habitadas.
LA PRENSA intentó conocer durante dos días la versión del alcalde de Altagracia, Orlando Meza, pero en la municipalidad dijeron que no estaba. Tampoco la vicealcaldesa Aurora Elena Álvarez estuvo disponible para conocer por qué casi tres años después del percance las viviendas no están ocupadas en su totalidad.
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En La Ciudadela, ubicada en Sinacapa, Los Ramos, la mayoría de casas están ocupadas. Ahí, según diferentes publicaciones de medios oficialistas, se entregaron 202 viviendas.
En el caso de Las Pilas, Urbaite, aunque están construidas, las viviendas no se han ocupado. La idea era que todas estuvieran habitadas en octubre del 2015.
Sólo promesa
Para cuando ocurrió el desastre, las autoridades dijeron que buscaban opciones para reubicar a unas cinco comunidades que habitaban en las zonas de deslaves; sin embargo, esto no ocurrió.
Una niña muerta, casas dañadas, obstrucción de la vía principal entre Moyogalpa y Altagracia, entre otros, dejó el alud.
Empezar de cero
Aún cuando vieron “la muerte de cerca”, el brillo de sus ojos y sus humildes expresiones demuestran de qué están hechos estos pobladores: de puro coraje.
Los afectados por estos deslaves saludan siempre con “un Dios le bendiga”, y creen que están vivos por un propósito. Tras el percance tuvieron que empezar de cero: de tener sus “tierritas” con animales y siembros, fue necesario adaptarse a un pequeño espacio que les fue entregado y aunque ahora no pueden tener ni siquiera perros, dan gracias a Dios y al Gobierno porque viven en un sitio más seguro.
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La familia de Carlos Fuentes pudo sentir la fuerza de la naturaleza aquel 8 de octubre. Este señor que ahora tiene un pequeño negocio en su nueva casa ubicada en La Ciudadela, recordó que el día del desastre estaba en Costa Rica pero su compañera, hijos y nueras estaban en la casa cerca de donde ocurrió el deslave.
“Allá (en Costa Rica) a eso de las 7:00 de la noche me llaman de la tragedia y me dejé venir… cuando vine no había buses, busqué transporte particular y cuando llegué no se podía ni pasar, máquinas comenzando a trabajar limpiando las calles, cuatro o cinco kilómetros de pura lava (así le llaman al deslave). En Los Ramos había unos barrancos de tres cuatro metros de profundidad donde teníamos la casita, se me salieron las lágrimas”, recuerda Fuentes.
Pocos albergues
Aunque su anterior casa quedó en pie, tuvo que arrancarla y tras el desastre estuvieron aproximadamente un año en una escuela de Urbaite habilitada como albergue, donde asegura los atendieron bien y no les faltó nunca la comida.
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“No nos han dado título, pero vivimos un poco mejor, lo único es que es retirado de la carretera, pero tenemos lo hermoso que es la playa, la luz, agua… hace falta transporte para salir a la carretera caminamos una media hora”, dijo.
Justa Pastora Barrios, compañera de Fuentes, estaba en su casa cuando ocurrió el deslave. Llovía desde las 5:00 de la tarde pero después de las 10:00 de la noche fue más fuerte. “Mi hijo me decía la lava (deslave) se va a volar el muro, salgamos de aquí y yo le dije: hijo, si nosotros no tenemos salida para ningún lado (su voz se quiebra) quedamos aquí y que sea la voluntad del Señor”, recuerda Barrios.
“Miramos cómo se arrancó todo, las puertas estaban a la mitad de lodo, se oía bujar, solo nos encomendamos a Dios y dijimos que sea lo que Dios quiera… estábamos resignados”.
Ahora alquilan tierras para cultivar
En La Ciudadela se construye una iglesia católica. Falta un centro de salud y una escuela, como lo prometió el Gobierno.
Algunos de los pobladores que no pueden sembrar donde antes tenían sus casas ahora alquilan propiedades para cultivos de subsistencia. Pagan entre mil y dos mil córdobas en cada ciclo productivo.
Justa Pastora Barrios comentó que hay mucha gente que sigue yendo a las casas que quedaron en pie tras el deslave. “Se están unos días, se vienen otros aquí, hay 41 casas que están desocupadas (en el proyecto nuevo), hay gente que no se adapta y se va”.
Una niña muerta
Rogelio Castro es el padre de la pequeña de cinco 5 que murió en el deslave. Asegura que la casa donde estaba junto con su esposa y su niña fue arrancada y aunque agarró a su criatura, cuando cayeron se soltó de sus manos.
Con la cabeza rajada comenzó a escuchar los gritos de su esposa y la encontró enterrada entre el lodo. A su hija no pudieron localizarla hasta el día siguiente. “Fue horribilísimo, día duro, doloroso, por la gracia de Dios hemos salido adelante y con su ayuda vamos a salir”, dijo. A los seis meses de la tragedia les fue entregada su casa y no olvida la solidaridad que hubo, tanto de los pobladores como de las autoridades.
“Aquí estamos porque Dios así lo quiere. Me afligía porque la doña solo llorar era, pero Dios siempre le ayuda a uno, ahora tenemos un niño de ocho meses y ha sido una gran ayuda…”
Rogelio Castro, padre de la niña de 5 años que murió en el deslave.