Pese a las mejoras en la tasa de pobreza que en los últimos años ha anunciado el Gobierno, el Banco Mundial considera que Nicaragua sigue siendo una de las economías más pobres de América Latina y el Caribe. Y cuando la pobreza se mide a través de la satisfacción de necesidades básicas, esta revela una realidad que no recogen el método oficial de medición: el 60 por ciento de los nicaragüenses tiene al menos cuatro necesidades básicas insatisfechas.
“El acceso a servicios básicos, como la electricidad y el agua y el saneamiento es bajo y en gran medida desigual. Otros indicadores sociales clave, como el acceso a la educación, las tasas de terminación y el embarazo en la adolescencia, también están a la zaga del promedio regional”, concluyó el Banco Mundial en el Diagnóstico Sistemático de País.
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El organismo señala que si bien el acceso a los servicios básicos ha mejorado a nivel nacional, aún siguen siendo poco universal: cerca de seis de cada diez hogares no tienen acceso a agua potable, cuatro de cada diez carecen de acceso a servicios de saneamiento y dos de cada diez no tienen acceso a la electricidad en 2014.
Servicios básicos deficientes
“El problema se agudiza entre los quintiles más bajos de la distribución del ingreso y entre los que viven en las zonas rurales. El acceso deficiente al agua y al saneamiento ha dado lugar a mayores riesgos para la salud ambiental, especialmente para los niños menores de 5 años, mientras que la falta de acceso a la energía conduce a mayores riesgos para la salud, ya que los hogares tienden a confiar en combustibles sólidos para cocinar”, enfatiza.
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Además el Banco Mundial señala que si bien desde 2005 el “sólido crecimiento” ha contribuido a una reducción significativa de la pobreza, “los niveles siguen siendo elevados y los nicaragüenses son altamente vulnerables a caer de nuevo” en esa condición.
“Alrededor de uno de cada seis nicaragüenses no pobres corrían el riesgo de caer en la pobreza”.
La situación es peor de lo que parece
El economista Néstor Avendaño admite que la actual administración ha impulsado políticas efectivas para reducir la pobreza extrema, pero no cree que la pobreza general se haya reducido sustancialmente en los últimos años, tomando en cuenta que incluso la clase media de este país se ha reducido.
“Un pobre no extremo no puede calificarlo como no pobre en estos momentos”, afirma Avendaño al señalar que basado en la metodología del Banco Mundial y que adopta Nicaragua es cuestionable, porque esta se basa en el consumo y no en los ingresos que genera una persona.
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“Un economista que diga que la pobreza ha disminuido porque la gente consume más no es economista, el economista dice que la gente dejó de ser pobre porque la gente tiene un puesto de trabajo decente y genera ingresos, eso es dejar la pobreza y eso es lo que no se ha visto de una forma muy dinámica en este país”, afirmó.
El Gobierno anunció en julio, que según una nueva medición de pobreza basada en el consumo, arrojaba que la pobreza general había retrocedido 4.7 puntos porcentuales hasta 2016 con respecto a 2014. Sin el acompañamiento del Banco Mundial, como ocurrió en 2014, el Ejecutivo sin ahondar en las causas del descenso ubicó la nueva tasa de pobreza en 24.9 por ciento y la extrema en 6.9 por ciento.
Bastaba con que una persona tuviera un consumo mayor por 50.86 córdobas al día, para ser considerado no pobre por la metodología aplicada por el Gobierno.
Si quizás se tuviera un “empleo digno”
Avendaño dice que se genera ingresos y se deja de ser pobre si un individuo tiene un empleo digno, que generalmente lo provee una empresa que demanda personal con conocimientos técnicos, que tenga tecnología, que tenga una institución financiera con tasas de interés preferenciales, entre otros.
La tasa de informalidad en Nicaragua se ha incrementado desde 2006, ha pasado de sesenta por ciento a más del ochenta por ciento. Si bien se ha avanzado en la cobertura eléctrica, telecomunicaciones y carreteras, esta no ha sido suficiente para crear esos empleos que demanda el país para garantizar que la pobreza se reduzca, señala Avendaño.
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El problema es que hay una oleada de jóvenes que están entrando al mercado laboral y al no poder encontrar un empleo formal se refugian en el subempleo, donde los salarios son bajos y precarios. “Por consiguiente es cuestionable que se ha reducido la pobreza”, afirma Avendaño.
Funcionarios “aduladores”
Basado en los resultados de la encuesta de pobreza del Gobierno presentado en 2014, Avendaño llegó a otra conclusión: el 42 por ciento de los hogares, es decir alrededor de 1.4 millones de personas, con todos sus ingresos no podían comprar todos los 23 alimentos que integran la canasta básica de consumo. Esto no considera el gasto en higiene personal, dependencia económica, calidad de vivienda, entre otros.
La situación es peor aún: el 60 por ciento de las familias nicaragüenses con todos sus ingresos no pueden comprar todos los 53 productos de la canasta básica. “¿Qué es eso? Eso es pobreza”, enfatiza.
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Para Avendaño se debe cambiar el método de medición de pobreza en Nicaragua, porque de lo contrario las políticas que se están diseñando para combatir el flagelo pueden estar fallando.
“He de aconsejar al señor presidente, no se deje llevar por ministros aduladores, veo muchos aduladores alrededor de la toma de decisiones políticas de este país”.
Néstor Avendaño, economista.
Mayores desafíos
El organismo indica que el país tiene el enorme desafío de lograr el acceso al agua y saneamiento de los niños, porque a medida que estos no satisfacen estas necesidades refleja el grado de desigualdad de un país.
“El lugar de residencia (urbano versus rural), el ingreso familiar y la educación de los padres son las principales circunstancias que limitan el acceso de los niños al agua y a los servicios de saneamiento: casi el 85 por ciento de esta desigualdad es atribuible a estas circunstancias”, explica.