Una vez más el Real Madrid muestra ser un equipo inextinguible. Golpea y mata, sin dejar dudas de superioridad, buen nivel de juego y sin fisuras en su alineación.
Este domingo la Supercopa de España se rodaba con un libreto sin emociones en la primera parte: de mucho respeto y poco brillo, pero saltó a mil revoluciones por segundos en la segunda mitad colmada de magia y polémica, efervescencia y tranquilidad, alegría y enojo, que deja a los “blancos” a un paso de levantar el cetro con la victoria 3-1 en el Camp Nou, esperando culminar el dominio absoluto el miércoles en casa.
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Hay que saltarse la página del primer tiempo, donde lo más destacado por el Madrid fue Isco, mientras Mateo Kovacic enjaulaba a Messi, y empezar desde el gol que propicia Marcelo (49’) y lo termina metiendo Piqué en propia puerta. Ya el Madrid buscaba con mayor claridad el gol, a pesar que se notaba un poco más el control de los culés, y aunque fue una injusticia con Piqué (hasta ese momento sin errores defensivos) funcionó para activar de verdad el encuentro.
Intentaron responder
El Barsa buscó y no encontró, pero recibió el obsequio arbitral. Trató de hallar el empate desesperadamente y Keylor Navas se hizo notar con el cabezazo de Luis Suárez, el fallo insólito de Sergi Busquets (73’) y la llegada de Messi que nuevamente el tico respondió, ya cuando el argentino tenía las cadenas desatadas por la salida obligada de Kovacic por lesión, hasta culminar con el espejismo que vendió Luis Suárez al 76, provocando el gol de penalti de Messi, que nunca debió ocurrir.
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La respuesta del Madrid fue la extensión de aquel equipo visto en la temporada anterior, con un Cristiano Ronaldo que había entrado en el borde interior del área, dejando en el suelo a Piqué y lanzar su dardo dirigido a las redes para el 2-1 al 80’, y aunque dos minutos después fue expulsado injustamente, su huella había sido impregnada en el Camp Nou.
No obstante, la fiesta merengue no se detuvo con 10 jugadores. Asensio firmó su pase a lo estratosférico, sin ángulo y con la zurda dejó noqueado a Ter Stegen y al borde del delirio al Barcelona, que no encontró la armonía ofensiva ni con Gerard Deulofeu ni con Denis Suárez.