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buitres
Franklin Bordas Lowery

Tiempo de buitres

No importa quién escribió la carta de “despedida” del 9 de agosto del 2011, si fue Nancy Iriarte Díaz la exesposa del difunto Hugo Chávez o si fue el intrépido columnista del diario El Universal, Saúl Godoy Gómez; lo que sí importa es lo que se dijo, que era válido para el entonces comandante Chávez y continúa vigente hablándole al señor Nicolás Maduro que ya enfrenta su muerte política: “Tus últimos momentos los pasarás entre chulos y estafadores, entre tu corte de aduladores que solo te muestran afecto porque les dabas dinero y poder…”. Esto es, entre buitres que esperan un cadáver para un suculento final.

A un gobernante extraviado en los oscuros túneles de sus percepciones le está vedado imaginar siquiera que los abrazos de sus amados seguidores son las sombras que en su momento y ante las circunstancias adversas a sus propios intereses, podrían blandir con la mayor expresión de crueldad posible las armas de su propio fin. ¿Por qué no puede verlo? ¿Por qué no puede imaginarlo? Porque son los mismos buitres que comen en su mesa los que lo inducen a creerse divinidad.

“Señor presidente, hay una revolución aquí afuera. Usted está solo. ¡Buena suerte!”, alcanzó a oír por el auricular el presidente Nicolás Ceaucescu a uno de sus oficiales, luego de insistir en las órdenes de reprimir a la población durante su último discurso en Bucarest el 21 de diciembre de 1989. Es que la “fidelidad” resulta una de las mentiras que a los dictadores les fascina, igual que el poder de las armas. Pero los militares siempre huirán cuando los pueblos deciden cambiar las cosas.

Si el general Anastasio Somoza pudo escuchar en julio de 1979 al embajador norteamericano Lawrence Pezullo para que dejara la Presidencia y abandonara el país por su propia seguridad, ¿por qué no podríamos esperar la conveniente instrucción del representante del gobierno ruso a Nicolás Maduro que en nombre del presidente Vladimir Putin le invite a dejar el poder y viajar a Moscú? ¿A quién más podría escuchar Maduro? El gobierno venezolano es un terremoto en sí mismo, su infraestructura ya son cascajos políticos y decenas de países ya se pronunciaron contra su constituyente.

Si el presidente Maduro consulta obstinado únicamente a su congregación continuará escuchando lo que dijo el sastre Karim Mohamed de Muammar Gaddafi: “Él era el mesías”. Los sueños de grandeza e inmortalidad, son el blanco perfecto de vampiros nacionales e internacionales que al ritmo de joropo, merengue o calypso y una atmósfera cargada del ron añejo Carúpano y Santa Teresa, repiten profecías que si no matan, culminan enloqueciendo como pasó a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que terminó comiendo hierba con los animales del campo por siete años.

¿Dormirá bien el presidente Maduro luego de más de un centenar de muertos dando vueltas en su cabeza todas las noches? ¿Dormirá bien pasando los días en una total esquizofrenia política? “El pueblo es inmortal, lo demás es efímero”, dijo Josef Stalin, igual, cuando ya los muertos le exigían venganza, y lo corroboró cuando su mano derecha y jefe del servicio secreto Lavrenti Beria, al verlo desmayado por un ataque cerebrovascular decidió que la eutanasia sería una bendición.

Maduro no tiene que exponerse a terminar tiroteado o escondido en una cloaca de Caracas cuando todavía la mano de Dios puede darle una última ayuda, no tiene tiempo ya. Marco Junio Bruto y su equipo de ejecutores está entre los buitres que comen en su mesa.

El autor es escritor.
[email protected]

Opinión ayuda buitres Nicolás Maduro archivo

COMENTARIOS

  1. Abrahan beer
    Hace 7 años

    Todos se encuentran ciegos, a como consecuencia del poder.

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