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Fernando Londoño

En estos siete años

En estos siete años a los colombianos nos convirtieron en mermelada y se robaron la única bonanza grande que disfrutó Colombia en su historia.
Si hoy tenemos un buen precio del petróleo calculemos la bonanza y el robo. Más de 50 dólares de sobreprecio en más de un millón de barriles por día nos da cincuenta millones de dólares, que en 365 días montan veinte mil millones de dólares por año. Como la bonanza duró cuatro, tenemos que preguntar por ochenta mil millones de dólares, de los que quedaron al Gobierno por lo menos cincuenta mil millones de dólares. ¿Dónde están? La camarilla de bandidos que nos gobernó los hizo mermelada, los repartió y toda la tostada y mermelada se fueron al buche de un pato tragón.

No piense, lector, en lo que se hubiera podido hacer con cincuenta mil millones de dólares. No quiero que su indignación sea tanta que le haga dejar estas líneas empezadas.

En estos siete años de prosperidad, los de la Mesa se repartieron un endeudamiento externo colosal. De Simón Bolívar a Uribe, adquirimos obligaciones por pagar que alcanzan menos que las tomadas por esta camarilla en siete años. Eso significa que el servicio de la deuda, que va a empeorar dramáticamente este último año de francachela, nos costará cincuenta billones de pesos anuales. Algo más, si fuéramos exactos. Súmele a la cifra los veintinueve billones de regalo a las FARC, las vigencias futuras y otras linduras y llegará al final de la cuenta.

En estos siete años de prosperidad cuadruplicamos los cultivos de coca y más que cuadruplicamos la producción de cocaína, que supera las mil toneladas métricas por año. Con eso estamos envenenando al mundo y enriqueciendo de manera fantástica a los únicos ricos de verdad que hay en Colombia, que son los narcotraficantes. FARC, ELN, Bacrim y asociados reciben miles de millones de dólares por año, para convertirlos en contrabando, propiedades suntuosas, armas, corrupción sin precedentes y ollas del microtráfico en todos los pueblos de Colombia.
En estos siete años de prosperidad dejamos de ser simples exportadores de cocaína y pasamos  a grandes consumidores. Como no tenemos presidente, ni ministro de Salud, ni procurador, nadie nos cuenta lo que significa la penetración de la marihuana, la cocaína y el bazuco en los colegios y en la niñez. Las pandillas y la delincuencia juvenil sirven de historiadores de esta tragedia.

En estos siete años nos convertimos en los segundos mayores depredadores de bosques del mundo. Y en los mayores destructores de ríos y de sistemas ecológicos enteros.

En estos siete años multiplicamos la pobreza en proporciones fantásticas. El PIB es la medida con que los economistas tasan la riqueza de un país y de su gente. Y logró este Gobierno de la prosperidad reducirlo de más de cuatro al uno por ciento. Total, sin cuentas ni adornos, en la prosperidad nos volvieron, a todos, cuatro veces más pobres.

En estos siete años nos pusieron a cuestas una carga tributaria de más del 70 por ciento, que nos sitúa en el cuarto lugar de la tributación en el mundo.

En estos siete años logramos reducir la producción petrolera de más de un millón a ochocientos cincuenta mil barriles de petróleo por día. Nos quedan reservas para cuatro años escasos y no hay sísmica, ni exploración, ni inversión. Nada.
En estos siete años logramos el récord de no haber visto abrir una fábrica nueva. La industria es una pobre raquítica que aguarda con resignación la muerte.

El campo no vale nada. La amenaza de expropiación de más de tres millones de hectáreas acabó la inversión y la producción. ¡Pero importamos unos aguacates peruanos y una leche europea, que dan gusto!

El empleo ha crecido en estos siete años que es un contento. Solo que la mitad de los empleados del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas) lo son por cuenta propia y sin remuneración. Como en la época de San Pedro Claver, alma bendita.
La salud está quebrada y los enfermos se agolpan a las puertas de los envejecidos hospitales mendigando una cirugía o una pastilla de cualquier cosa. Pero como el presidente (Santos) se hace tratar en los Estados Unidos, no lo nota.

Las carreteras son una vergüenza. Pregunte por el Túnel de la Línea, la carretera Villeta Guaduas, la Ruta del Sol II, Mulaló Loboguerrero, Cúcuta Bucaramanga, la de la Soberanía, Bogotá Girardot, Cambao La Sabana, por la que quiera. Hasta la carretera hacia Anapoima, donde están las casas de Santos y sus amigos, anda mal.

Es verdad que acabamos con las FARC. Las convertimos en las dueñas impunes del país. Hicimos próceres de los delincuentes y custodios armados por el Gobierno de los asesinos más abyectos que América ha conocido. Y les encimamos vicepresidente. Su querido “coca” Naranjo completa el ciclo de la prosperidad en estos siete años. ©FIRMAS PRESS.

El autor es abogado colombiano,  exministro  del gabinete del expresidente Álvaro Uribe

Opinión Colombia Juan Manuel Santos PIB pobreza archivo
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