Los campesinos que luchan contra el proyecto de construcción de un canal interoceánico en Nicaragua, y que en particular demandan la derogación de la Ley 840 que lo concesiona y autoriza legalmente, realizaron el martes de esta semana la marcha 91 en respaldo de sus demandas.
Venciendo los obstáculos represivos de la Policía orteguista la marcha se realizó esta vez en la comunidad de La Fonseca, municipio de Nueva Guinea, un lugar emblemático de las protestas contra el proyecto canalero donde vive, trabaja y lucha doña Francisca Ramírez, la líder carismática del movimiento campesino.
La fortaleza y perseverancia de estas marchas —que se generaron espontáneamente después que en junio de 2013 fuera aprobada la Ley 840, o Ley del Canal—, muestra que los campesinos han adquirido una gran conciencia de clase y sentido de dignidad, que los motiva a luchar por la defensa de sus tierras y su forma de vida.
La conciencia de clase, como se sabe, es la convicción íntima de pertenencia a un grupo social determinado y la comprensión de las obligaciones y el deber de solidaridad mutua en la defensa de los intereses comunes.
La clave de la conciencia de clase de los campesinos involucrados en la lucha contra el canal, es la defensa de sus propiedades, de sus tierras y su modo de vida. La Ley 840 establece que la empresa canalera puede expropiar las tierras a lo largo de la proyectada ruta del canal, y en cualquier otro lugar del país que le interese. Las tierras expropiadas serían indemnizadas, pero según el artículo 12 de dicha Ley se pagará a los expropiados el equivalente del valor catastral de la tierra y el precio de mercado se aplicará solo cuando sea inferior al valor catastral.
Pero aunque les aseguraran que las tierras expropiadas serán indemnizadas justamente, los campesinos no están dispuestos a cederlas porque no aceptan ser desarraigados de los lugares donde han vivido y trabajado a lo largo de toda su vida, desde varias generaciones atrás.
Es necesario señalar que además de la notable conciencia de clase derivada de su apego a la tierra, los campesinos que luchan contra el canal y en particular por la derogación de la Ley 840 demuestran tener también una admirable conciencia de nación. Ellos se han erigido en defensores de la integridad territorial y la soberanía nacional de Nicaragua, como nadie lo había hecho desde los tiempos de Augusto C. Sandino, el general de los hombres y las mujeres libres de Nicaragua cuyo nombre es profanado por quienes se dicen sandinistas pero han vendido el país sin ningún decoro y son peores que los vendepatria de principios del siglo XX.
Tenemos la certeza de que por muy dura y prolongada que sea esta lucha de los campesinos, al final triunfarán y su gesta quedará inscrita en la historia de Nicaragua como la epopeya de un sector social pobre y humilde, pero rico en conciencia de clase y dignidad nacional.