14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El reto pendiente de Esquipulas II

Lideré el proceso de negociación que culminó con la firma de la paz en Centroamérica. Y mis ojos no pueden creer que todo aquello haya desembocado en la pantomima de hoy. No fue para esto que murió Sandino. No fue para esto que desfilaron los ataúdes en Jinotepe, en León y en Managua.

El mayor reto que tenemos los centroamericanos es democrático. “Una hora para la paz” (Acuerdos de Esquipulas II) no fue solo acuerdos o planes para la paz, sino también para la democracia. El Plan de Paz estaba inspirado en la convicción de que ninguna pretensión de paz tiene sustento si no va acompañada de una garantía de respeto a los derechos humanos y al Estado de Derecho; si no va acompañada de la certeza de que los ciudadanos podrán manifestar su conformidad o disconformidad con las políticas del gobierno, a través de las elecciones periódicas y pluralistas; si no va acompañada de la existencia de instituciones democráticas fuertes e independientes, que garanticen la estabilidad social; si no va acompañada, en fin, de los rasgos distintivos de toda democracia.

El reto de consolidar la democracia en Centroamérica es un reto pendiente desde 1987. La falta de consolidación de la democracia en Centroamérica la vimos hace nueve meses cuando Daniel Ortega ganó su tercer mandato consecutivo al frente del Gobierno de Nicaragua, incluyendo sin empacho a su esposa en la papeleta, con el favor del Tribunal Electoral y la descalificación de la oposición en plena contienda.

Yo fui testigo del triunfo de la Revolución Sandinista y del aluvión de esperanza que desató en el hermano pueblo de Nicaragua. Unos años después, lideré el proceso de negociación que culminó con la firma de la paz en Centroamérica. Y mis ojos no pueden creer que todo aquello haya desembocado en la pantomima de hoy. No fue para esto que murió Sandino. No fue para esto que desfilaron los ataúdes en Jinotepe, en León y en Managua. Tenemos una deuda pendiente con el pueblo nicaragüense a quienes les prometimos una vida mejor con la transición a la democracia. Les debemos, primero, democracias verdaderas. No solo en las urnas, sino en las instituciones: en las cortes, en los servicios públicos, en los organismos electorales, en las contralorías públicas. Y les debemos, además, democracias eficaces, capaces de rendir frutos y de hacer más vivible la vida.

Ningún país está exento de retrocesos. Ningún país está vacunado contra el populismo y la demagogia. Debemos estar permanentemente alertas y apostar por los mecanismos que fortalecen el marco institucional. El futuro democrático de Centroamérica no depende solo de elegir a mejores líderes, sino de formar mejores instituciones, instituciones que fomenten el debate crítico y plural; instituciones que hagan valer la ley y el bien común sobre los intereses individuales y gremiales; instituciones que afirmen el sistema de pesos y contrapesos, y que proscriban la injerencia militar en el gobierno civil; instituciones que destierren la corrupción y que hagan de la profesión política el mayor honor al que pueden aspirar las personas más capacitadas de la sociedad.

Ustedes mejor que nadie saben la importancia que tiene la democracia para alcanzar niveles civilizados de convivencia. Porque la democracia, para ser efectiva, ha de ser un ejercicio de reciprocidad, una construcción colectiva en donde cada quien actúa como vigía de los derechos propios y ajenos. En este sentido, la democracia demanda el compromiso con los demás. La opresión y la autocracia pueden regir sobre la indiferencia, porque se alimentan del miedo y del instinto de preservación individual. La democracia, en cambio, existe por la cooperación y la capacidad de transar con el que piensa distinto. Es precisamente ahí en donde radican sus principales desafíos, porque es más fácil para el tirano imponer su voluntad por la fuerza que para el pueblo negociar hacia dónde quiere avanzar.

Así es que partamos del hecho de que la democracia demanda el concurso de todos y demanda, además, la defensa de todos. Para proteger a un dictador existe la guardia pretoriana. Para proteger la democracia existe la condición de ciudadano. Todos somos centinelas de las victorias que con tanto esfuerzo hemos alcanzado en nuestro camino hacia sistemas de gobierno más justos, más humanos y más capaces de liberar el potencial que encierra la vida. Las democracias no pueden defenderse en retrospectiva. Es en el momento mismo de la amenaza en donde hay que alzar la voz y denunciar, no importa cuán populares o impopulares sean los líderes en el poder. Luego, puede ser demasiado tarde.

Porque aún tenemos el reto de consolidar la democracia en Centroamérica no debemos aceptar que las cosas sigan igual. No tenemos que aceptar todo lo que viene del pasado ni caer en la indiferencia frente al futuro que estamos obligados a forjar. Hace 30 años la guerra parecía extenderse en todos los confines de la Tierra. Proliferaban los dictadores y la violencia estremecía al mundo. Pero luego de la firma del Plan de Paz lo que parecía imposible comenzó a suceder: la guerra comenzó a retroceder ante la paz y la opresión ante la libertad.

La paz no es ningún monumento inamovible fijado en el centro de nuestras plazas. Es una delicada convicción que llevamos en el centro de nuestros corazones. No está garantizada por siempre y para siempre, sino todo lo contrario, debemos labrarla en cada uno de nuestros días y con cada uno de nuestros actos.

Debemos labrarla con cada niño que asiste a la escuela, con cada anciano que es atendido en un hospital, con cada joven que obtiene trabajo, con cada madre que compra alimentos. Debemos labrarla con desarrollo y crecimiento económico, que nos permitan redistribuir y reducir la pobreza. Debemos labrarla, sobre todo, con respeto a las instituciones y a la historia democrática, porque todas las dictaduras se mantienen por las armas, y la paz es, tan solo, un buen sinónimo de la democracia.

Treinta años después del Plan de Paz nos preguntamos ¿qué podrán hacer cinco pequeñas naciones en los años por venir? Yo me atrevo a responder que, en el tanto no renunciemos a la paz, podremos hacer todo lo que quepa en nuestros sueños.

El autor fue presidente de Costa Rica. Este texto es parte de su disertación con motivo de la conmemoración del 30 aniversario de la firma de los Acuerdos de Esquipulas II. Se publica con autorización.

Puede interesarte

COMENTARIOS

  1. Eddy
    Hace 7 años

    Algunas veces,hay oersonas que son buenas a aconsejar,pero que no practican lo que dicen,el sr.Arias,y Costa Rica,son ejemplos que Nicaragua deberia haber tomado,un pais tan cerca de nosotros,con respeto a la constitucion,que no ha estado envuelta en guerras,ni casos depandillas,narco,que hasta la naturaleza ha respetado,creo que por eso es que Ortega y asociados es que odian tanto,Bravo por Costa Rica..

  2. Lucho
    Hace 7 años

    El problema en Nic. Es un subdesarrollo antropológico que ni con educación se puede superar, al menos en los próximos 500 o mil años.
    Converse con un “educado” de esos que se las dan de profesores universitarios o peor aún de esos millonarios de clase, la flor y nata del país y le darán ganas de llorar. Y no mencionó a la manada de medios pelos con dinero mal habido que se rechonchan en clubsEl campesino es quizá lo medio menos peor que hay en el país.
    Esto refleja sin duda los 40 años de Somozas, los casi 40 de Ortega y sátrapas.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí