Quizá lo más admirable de este León, que es un equipo bien balanceado y con hambre de gloria, no es la agresividad de su bateo o la consistencia de sus lanzadores, sino su combatividad y la terquedad para mantenerse firme, a pesar del acoso del Bóer, que incluso al pie de la tumba, trató de levantarse.
Pero León fue firme en su pretensión de imponerse y avanzar a la semifinal, aunque para ello debió emplearse a fondo al ser exigido por unos Indios que fueron dignos rivales en la serie, hasta antes de hundirse en la fragilidad de su serpentina y los desaciertos de su defensiva.
Como se ha dicho, el beisbol se juega distinto en la postemporada y ayer tanto los Leones como el Bóer lo pusieron de manifiesto. Dieron un espectáculo digno de un partido decisivo, generando una gran intensidad en las venas de concreto del usualmente vacío Estadio Nacional.
Los lanzadores Fidencio Flores por los occidentales y Juan Serrano por los Indios respondieron a las expectativas. Se trenzaron en un duelo de picheo que se prolongó hasta el sexto episodio, cuando los relevistas se hicieron cargo y en manos de ellos quedó el futuro del partido.
Las atrapadas las ofreció Jordan Pavón en el leftfield, donde hizo un par de zambullidas sensacionales, evitando un daño enorme para la tribu, y al final, Enmanuel Meza selló la victoria felina 7-4 con un jugadón de película, justo cuando una nueva rebelión del Bóer parecía materializarse.
También hubo fallas como la de Darwin Sevilla en el shortstop, que provocó el 1-1 en el segundo inning, pero quizá el desacierto más severo fue el foul que no atrapó Winston Dávila, bateado por Sandor Guido, luego de dos outs, dejando una brecha aprovechada por León, para pisar el plato en tres ocasiones.
Al final, había discusiones sobre lo que debió ser hecho por los mánagers y donde se equivocaron, pero frente al ímpetu de los Leones, no hay teoría que tenga sentido. A ese equipo no lo paraba nadie y después de haber fallado en el 2015, cuando lo venció Matagalpa, el conjunto melenudo está de vuelta con sueños de gloria.
Los Leones fueron un equipo en todo el sentido del término. Todo funcionó. Después de Fidencio, Joaquín Acuña puso su grano de arena y cuando comenzó a titubear, Wilber Bucardo vino a sortear el peligro y aun en medio de una gran angustia, se mantuvo de pie y aseguró la victoria felina.