La primera vez que don Carlos Rodríguez escuchó en la televisión el grito de ¡Viva Sandino! dijo impulsivamente y en voz alta: “Ese soy yo”. Tenía varios años de no oír ese audio, pero cuando lo escuchó se reconoció de inmediato y una emoción lo inundó. Quienes estaban a la par de él, no le creyeron y le dijeron mentiroso, pero el grito volvió a sonar y él más que convencido les repitió: “¿Cómo no voy a reconocer mi timbre de voz? Esa es mi voz, esa es mi voz”.
Desde entonces cada vez que escucha el grito, antes de empezar algún acto político o cultural, se detiene y se regocija porque siente que su trabajo está siendo valorado. Pues, él, a sus 73 años, lleva toda una vida como declamador profesional, actor de teatro y de radio. Y aunque ya ha perdido la fuerza que solo la juventud le da, ahora da clases de recitación a un grupo de niños.
A simple vista don Carlos parece menor que la edad que realmente tiene, goza de buena salud y la memoria la tiene intacta. En una sola noche puede aprenderse los poemas que declamará al día siguiente. Los que más le gustan son los de Rubén Darío, los declama con una propiedad que hasta parecieran suyos. Y es que los poemas se tienen que estudiar y comprender, dice. Mientras recita: “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror…”
¡Viva Sandino!
—Ve vos hagamos algo que llame la atención. Algo que se sienta el ambiente de montaña. Algo como: ¡Vivaaa Sandino! —le dijo don Carlos Rodríguez a Luis Manuel Somarriba, controlista de radio Sandino.
—Ya está loco. Lo vamos a hacer a las 3:00 de la tarde —le respondió Somarriba.
Esa fue toda la conversación que tuvieron antes de meterse en la cabina para grabar el grito de Sandino. Pero, no lo iban a grabar porque sí, lo que pasa es que don Carlos, en ese tiempo, 1980, era actor de la radionovela Con Sandino en la montaña y don Luis Manuel era el encargado de grabarlos. Y él quería hacer algo llamativo para la audiencia.
El día de la grabación fue miércoles, no recuerda la fecha exacta, pero a las 3:00 en punto se metieron en la cabina. Don Carlos le advirtió a “Pato Lucas”, como conocen cariñosamente a Somarriba, “que no entre nadie cuando esté grabado”. Y así fue. Se ubicó a unos centímetros del micrófono y cuando recibió la señal, gritó: ¡Vivaaa Sandino! Lo hizo con tanta fuerza que la aguja de la consola de grabación (vúmetro analógico) se quedó pegada y Somarriba le gritó: “No fregués, me pegaste la aguja”. Don Carlos le respondió: “¿Y para qué me dijiste que me parara tan cerca?”
En total lo grabaron seis veces, hasta que quedó listo. Lo incluyeron en la radionovela y después que esta salió del aire, en los años 90, no lo volvió a escuchar más. Hasta aquel día que lo oyó en la televisión y se reconoció.
“Nunca pensé que llegara a ser tan famoso (el grito). Yo lo grabé para la novela, pero lo hice tan bien, creo, que quedó plasmado allí y por eso lo usan”, admite.
El audio fue grabado en una cinta magnética que no permite editar el audio, explica. Por eso, aunque quieran mejorarlo no pueden.
Gran declamador
Desde que estaba pequeño don Carlos supo que lo que quería hacer era declamar. Le gustaba sentirse escuchado y admirado. Los aplausos después de cada presentación lo satisfacían. Se subió a una tarima a los ochos años y desde entonces no hubo nadie que lo detuviera. Ni siquiera su papá, que también se llamaba como él, Carlos Rodríguez. A él no le gustaba que su único hijo varón anduviera en esas cosas y aunque le fue bien nunca le aplaudió que se decidiera por la declamación.
De niño hubo una ocasión que un señor ofrecía una caja de lápices de colores a quien le declamara un poema. Don Carlos lo escuchó y con cuidado se soltó de la mano de su papá, recuerda, fue a declamar y se ganó el premio. Cuando terminó su papá lo reprendió: “¿Qué andás haciendo allí? ¡Vos no tenés que andar metiéndote en esas cosas!”, recuerda y guarda silencio. “A él no le gustaba que yo declamara”, concluye.
El papá de don Carlos jamás aceptó que su hijo fuera declamador. Cuando él terminó la secundaria lo obligó a estudiar Derecho y él por complacerlo estudió esa carrera, pero nunca ejerció. Cuando pudo encontró trabajo en Managua en un par de radios y allí comenzó a actuar, también. Viajaba y se regresaba a León. En un par de ocasiones salió del país y en una de ellas, recuerda, fue a Cuba donde se presentó y cautivó tanto al público, que llamaron a su casa para felicitarlo. Su papá fue quien recibió la llamada y cuando escuchó que lo llamaban desde allí le pasó el teléfono a su esposa, doña Gertrudis Álvarez, ella fue quien recibió la felicitación pública.
“Él me quería. Me apoyaba, pero no me aplaudía”, explica don Carlos.
De su familia solo él se dedicó a la declamación. Su apoyo más grande fue su mamá. Con su primera esposa tuvo cinco hijos, tres varones y dos mujeres. Pero este matrimonio no duró mucho y él se convirtió en padre soltero. Por eso, a pesar que le ofrecieron irse a vivir en el extranjero nunca aceptó, pues tenía un compromiso con sus hijos. “Yo tenía que sacarlos adelante”, dice. Y el esfuerzo no fue en vano, ahora todos son profesionales: uno es cirujano, un ingeniero agrónomo, tiene una maestra. De ellos solo uno declama, pero como hobbie.
De otras relaciones ha procreado dos hijos que están pequeños. Por ellos, aún continúa trabajando porque como toda su vida se ha dedicado al arte, en su vejez no recibe ningún tipo de pensión. Pero no se arrepiente, pues no se ve haciendo otra cosa.
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Currículo
- Estudió Derecho, pero nunca ejerció. Trabajó en Radio Sandino y fue animador en el Sistema Sandinista de Televisión.
- El grito de ¡Viva Sandino! lo grabó para la radionovela Con Sandino en la montaña donde él actuaba como Pedrón Altamirano.
- También escribe poesía y tiene un libro, que aún no ha publicado, de todas las que ha escrito.
- Ganó el Premio a la Excelencia en Actuación Teatral por la obra El nacatamal de oro, de Chuno Blandón.
- Actualmente trabaja enseñándoles a un grupo de niños y es colaborador del Departamento de Cultura de la UNAN-León.