En conmemoración del 25 aniversario del maremoto que arrasó con la franja del Pacífico nicaragüense y mató a más de 170 personas, científicos internacionales revelaron datos del mismo que no eran de conocimiento público y que ayudan a dimensionar la magnitud de aquella tragedia.
A raíz del desastre que azotó las costas del Pacífico del país en 1992, expertos en el tema empezaron a estudiarlo a profundidad para que, además de brindar un informe detallado de lo ocurrido, se tomaran medidas que protegieran a las miles de personas que habitan a lo largo de la zona costera del Pacífico ante la amenaza de un nuevo tsunami.
Los investigadores Nicolás Arcos, Paula Dunbar, Kelly Stroker y Laura Kong, develaron que el Centro de Alerta contra los Tsunamis del Pacífico, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) no emitió una alerta de posible tsunami cuando ocurrió el fuerte sismo en el mar que generó luego las olas.
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“La magnitud inicial determinada con ondas sísmicas superficiales fue de solo 6.8”, pero que posteriormente se supo “que la magnitud momento, que es una mejor representación de la energía total irradiada del terremoto, fue de 7.7”.
Los cuatro investigadores coinciden en que además de obtener un registro errado en el primer momento del terremoto, que fue menor al real, también influyeron las sacudidas que generó.
Al ser leves no se advirtió que una ola bañaría las costas a 100 kilómetros del epicentro y acabaría con todo lo encontrado a su paso la noche del 1 de septiembre de 1992.
Ola avanzó en silencio
Tras sus averiguaciones, Arcos, Dunbar, Stroker y Kong sostienen que ante el patrón típico de primero un terremoto y después un maremoto, las comunidades cercanas a la fuente que conocen el protocolo de evacuación se preparan para ponerlo en marcha; pero el fenómeno del 1 de septiembre de 1992 no siguió tal norma, es decir fue atípico.
En el escrito, sus autores recogen una cita textual de Kenji Satake, que en ese entonces era sismólogo en la Universidad de Michigan y participó en la encuesta post-tsunami: “Encontramos que solo alrededor de la mitad de los residentes costeros realmente habían sentido que el suelo temblaba”.
Lecciones del tsunami
Este viernes, recordando los 25 años del maremoto, autoridades del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales destacaron cómo el país cuenta con equipos que los detectan y alertan a lo inmediato.
Se trata del Centro de Asesoramiento de Tsunamis en América Central (Catac), proyecto desarrollado por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y el Ineter.
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Su función es simple: desde el Catac se monitorea la actividad sísmica en los océanos y si existe la probabilidad de un tsunami se podrá advertir a nivel centroamericano a las instituciones públicas que corresponden.
Heridas que no cicatrizan
Martha González está consciente que han pasado 25 años desde el maremoto, pero reconoce que aún no supera la tragedia por lo que nunca se recuperará: “Duele mucho, parece que fue ayer y no hace 25 años”, confiesa González, a quien el mar le arrebató de sus brazos, literalmente, a su hija de dos años y once meses de nacida, cuando irrumpió en la quinta que cuidaba en Huehuete y echó todo abajo en un abrir y cerrar de ojos.
El recuerdo sigue fresco como pez recién salido del mar y más cuando llega septiembre. Para recordar a su niña camina bajo el picante sol de mediodía hacia el lugar donde fue encontrado su cuerpo. Ahí, rodeado de basura y maleza está clavada una cruz que con dificultad se lee su nombre: “Jessica”.
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Lo mismo le pasa a Auxiliadora Peña, que también perdió a su hija de apenas 18 meses de nacida. A punto de estallar en llanto, esta mujer de piel trigueña cuenta que el cadáver de su hija, Rosa Mélida, lo encontraron al día siguiente, cuando el sol despuntó y dejó ver todo el horror provocado por el maremoto.
“Es duro recordar todo eso. Yo sé que la vida sigue pero no puedo olvidar que mi niña se me murió. Me hago la fuerte pero en mi corazón me ando rompiendo”, reconoce Peña.
Agradecidos con Santiago Apóstol
En Huehuete, principalmente en Lomas de Santiago, los pobladores adoran a Santiago Apóstol y cada 1 de septiembre lo esperan en la entrada al caserío y le acompañan a la capilla San José, donde permanece por unos días.
Este sábado y domingo, la imagen peregrina por cada una de las casas de Lomas de Santiago y las familias regalan comida o bebidas en agradecimiento por haberlos protegido del maremoto de hace 25 años.
Entre el gentío de la procesión de Santiago va Peña, de la mano de su nieto y con la mirada al suelo. Camina despacio sin pronunciar palabra. También, sin hacer alarde, prepara comida para regalarla en honor al santo.
Maremoto botó el antiguo Hotel El Casino
La estructura más representativa que existía en Casares antes del maremoto del 1 de septiembre de 1992, era el Hotel El Casino, que fue construido de dos plantas y a base de madera. La ola tumbó todo el lugar y mató a su dueña, Macedonia Casanova. Su actual propietario, el francés Patrice Glo, aún conserva las fotos del antiguo hotel, que fueron tomadas por unos inquilinos extranjeros dos semanas antes de que ocurriera la desgracia.
Lomas de Santiago con 45 casas
Tras el maremoto del 1 de septiembre de 1992, que tumbó casas en Huehuete, se construyó el complejo habitacional Lomas de Santiago, para las familias que lo perdieron todo.
Mientras se levantaban los damnificados, estos permanecieron en champas de plástico.
Las casas, levantadas con piedra cantera y tejas, fueron regaladas a 45 familias. Entre estas aparecen Martha González y Auxiliadora Peña, que perdieron una hija cada una.
Nohemí Norori no perdió a ningún familiar pero sí sus pertenencias y también se puso en la lista de afectados en Huehuete. Pasó en un albergue casi dos años y luego recibió la casa, donde vive con su familia.
25
años cumplió este viernes el maremoto ocurrido en la franja del Pacífico de Nicaragua, que dejó más de 170 muertos y devastada la infraestructura. Ningún equipo tecnológico previó el suceso.