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Juan Velásquez Molieri

¿La Policía ya es impotente?

Durante años, y más recientemente en los últimos diez, ha sido galopante el aumento de los delitos de toda índole en Nicaragua. Y es normal que suceda en un país como el nuestro, tercermundista, sin formación familiar, con una pobrísima escolaridad, desde donde surgen toda suerte de males sociales. Y entretanto este problema crece, parece que la autoridad correspondiente, la Policía Nacional, está siendo vencida por la delincuencia y que ya es impotente ante este drama nacional.

La causa primaria radica en la falta de inversión en su presupuesto para modernización. En otros países más avanzados socialmente, la modernización de la Policía incluye inversiones en edificios, equipo en general, especialmente en tecnología informática, estudio, entrenamiento, instrucción, aplicación de experiencias externas y una oficina de Asuntos Internos. El desastre en el Sistema Penitenciario es atroz y de Migración se difunde poco. Es kafkiano que te pidan para combustible y así cumplir una misión.

Un último intento de  modernización de nuestra Policía de Tránsito ha sido devolver las licencias a conductores multados con mensajeros; dudo que funcione. Aún persiste la práctica de decomisar la licencia de conducir, acto que permite el arbitrio del policía regulador e  impone la posibilidad de un soborno ante el temor del conductor multado. En otros países no decomisan las licencias. Imponen la multa y esta llega por correo.

En otros países la presencia de los mandos policiales no está sometida a la voluntad de ninguna persona, como en Nicaragua. Su renovación obedece a un escalafón que retira y asciende según su orden de antigüedad y precedencia. En Nicaragua desde el año 2000 se sucedieron los mandos de los comisionados Caldera, Montealegre y Cordero cada cinco años. Pero la actual Primera Comisionada tiene 11 años. Ello lesiona la institucionalización.

Pero el problema macro consiste en la descomposición social que avanza atrozmente en el pueblo, especialmente en la juventud, hecho generado por su falta de escolaridad, consecuencia por atavismo de la mala formación familiar de ejemplos y vida decente. Esta masa ciudadana y su desarrollo acrecienta una sociedad carente de empleos con buenos salarios y genera pobreza y violencia, fenómenos conductores hacia la delincuencia.

La voluntad de una persona en el sostenimiento de mandos policiales procedentes del sandinismo en las estructuras de la Policía, evidencia una pésima imagen. Su partidización también lesiona su misión en pro de todos pues la misión civil del Ministerio de Gobernación quedó anulada por la centralización de una autoridad única.

Es evidente el sostenido aumento de la delincuencia; se vaticina que este mal se sostendrá a largo plazo y que inevitablemente el Poder Judicial tiene y tendrá un rol decisivo. El Estado de Derecho contra el crimen organizado imprime en una Nación un clima de prosperidad o de corrupción. Pero entretanto la inversión del gobierno en la escolaridad sea baja para que la juventud sea mejor y si la descomposición institucional de la Policía continua, esta correlación hará menos capaz a la Policía de combatir a la delincuencia.

No recuerdo ninguna campaña en pro de transformar la imagen de la Policía en amiga del pueblo pues es notorio que su imagen represora avanza. La Policía debe ser amiga del pueblo, hasta en la sonrisa que merecen los usuarios de sus servicios y no en su notoria hostilidad. El colmo de los males sería que las maras centroamericanas nos penetraran, como parece que comienza a suceder. Muy poco podrá hacerse si en su seno mismo la Policía no cambia. Si no lo hacen el pueblo será la víctima. En este tremendo lío estamos.

El autor es abogado y notario.

Opinión Poder Judicial Policía Nacional violencia archivo
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