Román “Chocolatito” González está en el punto de inflexión de su carrera.
Debajo de esa singularidad que les permite realizar hazañas que no están al alcance de las personas comunes, los atletas que luego se vuelven leyendas, caminan sobre la finísima línea que separa la excelencia de la decepción.
Es un margen sumamente estrecho. Y una vez que el fanático se acostumbra a las alturas, ya no quiere que sus figuras bajen de ahí. “Chocolatito” González, el fantástico peleador vencido el sábado, lo entiende ahora.
Después de observarlo a través de una trayectoria que durante 12 años no se apartó ni un centímetro en su ruta hacia la grandeza, González ha sufrido dos tropiezos, incluyendo el último, en el que no pudo meter ni las manos.
Antes de este par de tropiezos, Román era una figura paradigmática en el boxeo mundial. Incluso, a nivel local, se elevó más que el propio Alexis Argüello al atrapar cuatro títulos y permanecer invicto durante 46 combates.
De manera que un par de derrotas no afectarán su legado. “Chocolatito” será un legítimo miembro del Salón de la Fama incluso si ya no pelea más. Su brillante historial está a salvo más allá de esos macabros encuentros con el tailandés Srisaket Sor Rungvisai.
Nicaragua jamás tuvo un atleta que fuera considerado mejor del mundo en su disciplina, hasta que apareció “Chocolatito”. Incluso, en otros ámbitos de la vida del país, tampoco se ha subido tan alto.
Lo que pasa es que cuesta reconocerlo ahora, porque por lo general, no estamos de acuerdo con el presente, añoramos el pasado y nos ilusiones con el futuro.
Por culpa de un Rungvisai que llegó más afilado que de costumbre, González vio cómo se aceleró el proceso de reflexión sobre su carrera. Y más allá de lo que decida, su legado está a salvo.
Un brillo de esa magnitud, no se apaga así tan fácilmente. “Chocolatito” será siempre un hecho presente que el tiempo no podrá desgastar.