Aun sin llegar a convertirse en una batalla vibrante de ribetes épicos, o en un duelo de un oleaje violento, revestido de drama, con caras sangrientas y púgiles movidos más por su corazón que por sus piernas, Gennady Golovkin y Saúl “Canelo” Álvarez ofrecieron un buen combate el sábado, intenso, emocionante y, sobre todo, saludable para el boxeo.
Lo malo fue el fallo, que decretó empate una pelea que ganó Golovkin, pero que cumplió las expectativas de los gustos más exigentes, mientras se iba al límite, obligando a cada pugilista a extraer lo mejor de sí, en un duelo de incesante intercambio de metralla, con interesantes variantes tácticas y estupendas condiciones de ambos peleadores.
Más allá del fallo, pienso que ganó Golovkin, porque fue quien más presión ejerció, quien más golpes lanzó y también quien más conectó. El kazajo fue siempre hacia el frente en busca de la acción, ante un “Canelo” que retrocedió y que, debe reconocerse, mostró habilidad para disparar al contragolpe, mientras exhibía un llamativo manejo de cintura.
De hecho, el “Canelo” se impuso en el inicio del combate, cuando se decidió a permanecer en la línea de tiro, pero luego se fue hacia atrás y Golovkin lo persiguió hasta construir lo que pensé era una ventaja estimable, tanto así, que no consideré que estaría en peligro, a pesar del buen cierre del azteca, quien metió buenas manos al final e hizo vibrar a la clientela.
No obstante, la parte media del combate la dominó Golovkin, quien disparó fuerte al cuerpo y a la cara de Álvarez. Y su ventaja pudo ser mayor, de no guardarse de disparar en más de una ocasión cuando empujó al “Canelo” hacia las cuerdas, pero no lo remató, incluso cuando el azteca tenía la guardia baja.
Ahora, todos sabíamos que vendría la revancha, pero no era necesario un mal fallo. La pelea por sí sola la merecía, pero tuvo que venir una señora, que parece que traía la tarjeta llena antes de iniciar el combate, para poner a los jueces en la conversación, en lugar del llamativo combate.