Uno de los temas donde compiten más los países, particularmente los que están en desarrollo o buscando cómo salir de pobreza, es cómo fomentar y canalizar la inversión de empresas o países extranjeros, o bien de empresas ya establecidas localmente en el entorno económico y de oportunidades que el país presenta.
Nicaragua ha venido compitiendo con los demás países de Centroamérica y presentando diferentes oportunidades para inversionistas en sectores como agroindustria, infraestructura, servicios, inmobiliario, energía, transporte, etc. Se han obtenido logros importantes, lo cual es evidente en el país. Se han vendido las ventajas que brinda el país por su estabilidad macroeconómica, posición geográfica, seguridad, bajos costos, avances en infraestructura básica de carreteras, régimen tributario no complejo (todavía), buen récord en manejo de deuda pública y crecimiento del producto interno bruto (PIB); puntos que nos han puesto en el radar de inversores. ¿Podríamos estar mejor? Por su puesto. ¿Falta mucho por hacer? Sin duda alguna.
Si revisamos nuestra realidad y los cambios que vemos, pensaría que hemos aprendido algunas lecciones, hemos vuelto a vendernos en el entorno económico en el que competimos. Sin embargo, esa venta aún es insipiente, aún estamos en lo básico. Fuera de Nicaragua me ha tocado decir que mi país está a la par de Costa Rica para que nos ubiquen geográficamente. Si hacemos turismo interno es fácil darse cuenta que no estamos haciendo lo que deberíamos. Visité la Isla de Ometepe y Corn Island, donde lamentablemente la promoción del país o destinos de la zona fue mínima, ningún souvenir alusivo a estas zonas turísticas fue ofertado. Esto lo narro como un ejemplo de lo que nos falta hacer para vender nuestro país. Sin ventas no hay ingresos para nadie.
Esa venta como país debe hacerse en todos los escenarios y con las herramientas que nos permitan tener éxito. En el tema de leyes, Nicaragua ha realizado avances importantes con leyes y reformas para potencializar la inversión y facilitar la movilización de capitales que permitan financiar inversiones de envergadura (ley de mercados de capitales, fondos de inversión, fideicomisos, asociaciones público privadas, sociedades de inversión, etc.). Sin embargo, para proyectos donde se requieren montos sustanciales de recursos (millones), nuestra legislación no tiene un vehículo legal que permita la interacción de flujos de capital y el régimen fiscal.
Por ejemplo, en el caso de un inversor que quiera participar en proyectos grandes como el tren Granada a Managua, el proyecto Tumarín, la carretera costanera, proyectos de energía que requieran fondos para desarrollarse; este inversor tiene dos opciones: a) Otorga un préstamo y cobra sus intereses. En tal caso solo pagaría impuestos por los intereses que reciba del préstamo; donde el préstamo es un pasivo y los intereses una carga al flujo de caja y a la rentabilidad, lo cual podría no resultar atractivo para los gestores de los proyectos; y b) Que el inversor ponga capital en el proyecto, de tal manera que sus aportes no sean deuda.
En el caso de que el tenedor del capital quiera ser inversor, nuestra legislación y regulación tributaria no presenta opciones claras y viables para los inversores.
Para hacer que potenciales inversionistas “aporten capital” en proyectos que el país quiere promover, sería interesante contar con una regulación clara para las entidades (sociedades) que solo serán inversoras, es decir una “Entidad Tenedora de Acciones o Participaciones” o “Holdings”, y que sus ingresos por dividendos (ingresos que ya pagaron impuestos) tengan una tributación “fija y definitiva” sin mayor complicación fiscal, pues este tipo de entidades pondrían su capital en proyectos ya establecidos o por venir; o segundo, crear una figura como los “Fondos Privados de Capital” que facilite a las empresas o personas aportar su capital a los gestores de proyectos sin que se requieran muchas formalidades o estructuras corporativas complejas.
De las opciones mencionadas hay ejemplos y modelos ya probados en otros países que les ha permitido gestionar capital para desarrollo de sus grandes proyectos (los Fondos Privados de Capital en Chile, las Fibras en México, las ETVE de España), permitiendo mejorar la capacidad técnica y económica de los mismos, pues no es lo mismo un acreedor a un inversionista que asuma proporcionalmente los riesgos y/o el éxito de los proyectos.
El autor es socio Director de García & Bodán Managua.