La crisis de liderazgo y partidos se ha vuelto endémica, la necedad y el oportunismo han excitado esta realidad. El resultado es una población hastiada de una clase política intoxicada por su ambición que no deja fluir la savia nueva.
Esta crisis es global: uno ve hacia México y se pregunta por el PRI. Y voltea hacia Nicaragua y ve al FSLN avanzando en la misma dirección. Los partidos han dejado de ser la fuerza moral de las naciones para convertirse en malos comediantes cuya farsa perdió toda su gracia. Su objetivo no es reinventarse porque viven afanados tratando de alcanzar el poder o al menos cuotas de él.
El rejuego de intereses creados de élites y grupúsculos, siguen corrompiendo la praxis política. Y aunque en todos los partidos hay buenos y malos, ya sabemos al final quienes son los que se imponen.
En mi caso, por mi profesión, participé en los movimientos de suscripción popular, una forma democrática acertada. Primero con Pedro Solórzano y su Movimiento Viva Managua y luego con Herty Lewites con el Movimiento Sol. Ambas iniciativas tuvieron tal impacto que hicieron retemblar a los partidos tradicionales quienes cobardemente conspiraron, desplegando las fuerzas oscuras de su cosa nostra para cercenar de tajo ese modelo de participación ciudadana.
Al final Pedro no fue candidato, le tiraron la raya. Herty tuvo que volver al FSLN y ganó. Dos de los actuales han dicho provenir de la sociedad civil. Uno de ellos tiró la toalla. El que quedó afirma que las condiciones están dadas para su participación. Con voluntad política la renovación es posible. Gane quien gane, rostros nuevos siempre serán un buen indicador de la democracia y si provienen de la sociedad civil refuerzan el criterio de que el estilo de vida no es ser políticos, sino democráticos.
En todo caso debemos aspirar a un juego limpio, sin trampas, ni cohechos; más como ajedrecistas que como jugadores de póker; dignamente, enfocados en encontrar soluciones reales a problemas comunes; privilegiando el diálogo como herramienta de consenso, aspirando vivir en paz con nuestros vecinos.
Los resultados no serán diferentes sin que se hagan cosas diferentes. Sin renovación del liderazgo, el cáncer de la gerontocracia carcomerá las organizaciones políticas. Es hora que los ancianos conformen consejos para asistir con sabiduría a los más jóvenes, dejándoles que gobiernen.
La realidad es lo que la gente percibe que es y no lo que en verdad es. Ni siquiera la denuncia ciudadana y el periodismo investigativo han logrado revertir esta tendencia. Hoy por hoy, Ortega es el poder y el poder reside en él. Su señorío es una realidad, sin que importe si ha sido fabricada por su aparato mediático o es el resultado de investigaciones sesgadas. Y a semanas de las elecciones, nadie tiene la fórmula que permita romper el hechizo de los mil espejos que reflejan tantos indicadores positivos, sean estos mitos o realidades.
Ante ese hecho indefectible, nuestro propósito es seguir integrándonos, desde la sociedad civil organizada, a aquellos partidos que nos den cabida para hacer de la política un verdadero instrumento de cambio y no un mero estilo de vida.
El autor es comunicador, candidato a Concejal de la Alcaldía de Managua.