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Karly Gaitán Morales

El nandaimeño en el cine

En uno de sus últimos artículos el escritor Sergio Ramírez nos ha recordado que de nuestro gran Camilo Zapata (1917-2009) se cumple este año el primer centenario de su natalicio y hace el conteo de todo lo que hizo falta para celebrar su vida y el legado que ha dejado a la cultura nacional con su magnífica obra musical y de recuperación de la dignidad campesina.

Pero la obra de Camilo Zapata no solo inspiró al folclor y a la poesía sino otros campos del arte como el cine. Su canción El nandaimeño fue llevada al cine por su hermano Benjamín Zapata (1912-2004) y con ese filme Benjamín ha pasado a la historia del cine en Nicaragua como director del primer largometraje de ficción nicaragüense titulado El nandaimeño.

El filme cuenta la historia de la canción, se rodó en 1959 en las zonas rurales de Managua. Después de muchas desventuras y contratiempos, además de una enorme deuda con el Banco de Londres y otras instituciones bancarias, fue posible finalizarlo en 1960 con 95 minutos, en blanco y negro y 35 milímetros, gracias al apoyo financiero de sus amigos Alcides Meza y Emilio Münkel, el camarógrafo.

El nandaimeño estuvo protagonizada por Hernán Ortega, quien representa al campesino originario de Nandaime, y Alba Marina Masís, en el papel de Luisa Lastenia, ambos actores de Unión Radio. Participan también la declamadora Juanita Sacasa, el propio Benjamín en el papel del patrón y sesenta extras.

A pesar de haber solicitado apoyo a empresas ninguna hizo caso de su proyecto. Así que sin ningún fondo, más que un préstamo, se comenzó el rodaje y a falta de conocimientos mayores de producción de cine se filmó en orden cronológico extendiendo los días de rodaje y sus costos. Benjamín escribió el guion, produjo, dirigió y actuó en el filme. Era su proyecto personal. No había en Nicaragua ningún cineasta ni institución de cine a quienes pedir ayuda. Estaba solo.

A pesar de eso logró filmar 156 minutos. Con un nuevo préstamo y haciendo grandes sacrificios mandó los rollos a Alemania para su posproducción y pudo respirar de alegría al fin. Pero fue corta la felicidad porque se perdieron algunos rollos. Cuando leyó el informe de lo que había recibido el estudio de edición comprobó cuáles rollos se habían extraviado y muy decepcionado pero con alguna esperanza, decidió escribir un nuevo guion con el material que disponía. No permitió que le enviaran de regreso las cintas por temor a que se perdieran. El laboratorio cobraba una cuota mensual por preservar el material fílmico así que ya sin entusiasmo, pero por amor a su película, pidió un nuevo préstamo al Banco de Londres y rifó caballos y relojes para sostener el pago del estudio.

Las vicisitudes continuaron al llegar el filme a Managua, porque se había editado sin sonido y tenían que hacerle un doblaje en Radio Mundial. Para esos servicios Benjamín solicitó un nuevo préstamo a otro banco y pagó la primera cuota. El filme finalmente fue estrenado en Managua en Casa del Obrero. Se colocó una grabadora al pie de la pantalla, pero… ¡las grabaciones de audio no aparecían sincronizadas con las imágenes! Los periodistas y espectadores aplaudieron mucho el esfuerzo y reconocieron la odisea que habían vivido. En solidaridad, Radio Mundial le condonó el pago de la segunda cuota.

Benjamín Zapata reconoció ante el público que su gran sueño no había sido conquistado, su proyecto le había dejado más deudas que placer y había soñado lo contrario. A los periodistas de Radio Mundial solo declaró unas breves palabras antes de salir desesperado del salón de exhibición: “Un cine nacional algún día será posible”. Y tenía razón.

La autora es historiadora del cine en Nicaragua.

Opinión Benjamín Zapata Camilo Zapata El nandaimeño archivo
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