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El dios afeminado, mitología
Luis Sánchez Sancho

La historia de Filemón y Baucis

Las Metamorfosis, de Ovidio, el clásico poeta latino que nació en el año 43 antes de Cristo y murió en el 17 de nuestra era, cuya obra poética está en la base de la cultura occidental, es una de las principales fuentes de la mitología grecorromana.

En el Libro VIII de Las Metamorfosis está  el mito de Filemón y Baucis, una hermosa historia de generosidad, piedad, compasión y consistencia y fidelidad en el amor.

La historia  transcurre en  Anatolia, también llamada Asia Menor, que ahora es  parte de Turquía pero en la antigüedad era una región helénica o helenizada donde tuvieron origen numerosas  leyendas de la mitología griega.

En Anatolia se encontraba la legendaria ciudad de Troya, escenario de la guerra más famosa de la antigüedad y una de las principales de toda la historia humana, que dio motivo a muchos mitos que son conocidos y repetidos hasta   en la época actual.

La historia de Filemón y Baucis, contada por Ovidio en su obra antes mencionada, transcurre en la época cuando los dioses solían bajar del Olimpo a la tierra  para ver con sus propios ojos  cómo se comportaban los humanos y valorar si eran merecedores de que sus sacrificios, oraciones y peticiones fuesen  atendidas.

En una ocasión en la que Zeus decidió hacer una de sus inspecciones en el mundo de los mortales,  pidió a Hermes, el dios mensajero, que lo acompañara. Se disfrazaron ambos de pordioseros y fueron a Anatolia  para ver cómo los recibían  los humanos, si  les daban cobijo y alimentos. Caminaron durante mucho tiempo,  recorrieron grandes  distancias.  “A mil casas acudieron —dice Ovidio—, pidiendo hospitalidad  y mil casas cerraron sus trancas”.

Algunas personas  no solo trancaban  las puertas de sus casas,  para que no entraran los mendigos, también  los echaban  con brusquedad.

Por fin, Zeus y Hermes  subieron una colina para acercarse a una  choza que se divisaba en lo alto. Era la humilde vivienda de una pareja de  ancianos  llamados Filemón y Baucis, quienes apenas  lograban conseguir alimentos para sobrevivir.

Filemón y Baucis se  casaron   desde que eran muy jóvenes y durante mucho tiempo habían  compartido su amor y su pobreza,  sin haberse separado jamás.

A diferencia de los demás habitantes de la comarca,  los ancianos hicieron pasar a los  mendigos,  les ofrecieron un lugar para  aliviar su fatiga y los invitaron a compartir  sus  alimentos.

Solo un animal comestible (un ganso) poseían los  ancianos y  Filemón no vaciló en matarlo,  para que  Baucis lo cocinara y los  huéspedes aunque humildes pudieran hacer  una buena comida.

También Filemón guardaba un poco de vino en una vasija, para tomarlo en alguna ocasión especial, pero y  lo sirvió a los inesperados huéspedes en rústicos vasos de barro.

Ocurrió entonces algo prodigioso. Después que  bebieron   el vino  los vasos se volvieron a llenar.  Atónitos por aquella extraordinaria novedad, anota Ovidio, los ancianos alzaron los brazos al cielo, musitaron unas plegarias y preguntaron a los mendigos si no eran en verdad dioses que visitaban  la tierra.

Dioses somos, en efecto y toda esta vecindad pagará muy caro por su falta de piedad y de hospitalidad, dijo uno de los mendigos,  Zeus en realidad. Pero ustedes no se preocupen, agregó,  suban a la cima de esta  colina que allí  estarán a salvo.

Filemón y Baucis obedecieron,  llegaron  a lo alto y al  mirar hacia abajo vieron que  el valle estaba inundado y el agua llegaba hasta el techo de las casas. A ustedes, dijeron los dioses a los ancianos, les daremos el premio que merecen por su bondad y en seguida  la humilde choza  se transformó en un espléndido palacio.

Después los animó Zeus a que pidieran lo que quisieran y les sería concedido.    Filemón, después de  intercambiar  en voz baja unas palabras con su mujer,  respondió: “Queremos que hagas de este palacio un templo para honrarte a ti y a todos los dioses, y además, que cuando  tengamos que morir,  muramos  al mismo tiempo porque ninguno de los dos querría seguir viviendo sin la compañía del otro”.

Y así fue. Zeus y Hermes volaron de regreso  al Olimpo. Filemón y Baucis quedaron al servicio  del templo, vivieron todavía muchos años más y cuando llegó el momento de morir, sus cuerpos se transformaron, el de Filemón  en una frondosa encina y el de Baucis  en un frágil  tilo,  nacidos ambos de un mismo tronco.

Opinión Baucis Filemón historia archivo
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