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Humberto Ortega
Humberto Ortega Saavedra

Pensamiento y acción, forja de la nación

1. El espíritu que anima la forja de la nación recoge la resistencia indígena ante el conquistador, las luchas del padre indio Tomás Ruiz hasta Miguel Larreynaga por la Independencia de España, la rebelión del primer caudillo popular Cleto Ordóñez contra el imperio de Iturbide y la aristocracia granadina, el fervoroso patriotismo frente al filibusterismo yanqui expansionista del mercenario William Walker, y el ideario de Rubén Darío y Benjamín Zeledón, en las letras y la batalla, ante el avasallador imperialismo norteamericano.

2. “Somos la raza sentimental, pero hemos sido también dueños de la fuerza; el sol no nos ha abandonado y el renacimiento es propio de nuestro árbol secular”, sentencia Rubén Darío en 1898 en El Triunfo de Calibán, que denuncia el “destino manifiesto” de la doctrina Monroe y la tesis expansiva sobre las fronteras de Frederick Jackson Turner en 1893, mismo año de la revolución liberal del general José Santos Zelaya, con la nueva Constitución Política “La Libérrima” y la integración de nuestro territorio con el general Rigoberto Cabezas. Con belleza, en sus escritos, con una posición política temprana Norte-Sur, el apóstol cubano José Martí exhorta con el término “Nuestra América”, y Rubén Darío insta por “Hispanoamérica”, una confederación que defienda en nuestro continente la cultura y civilización de lengua española ante la fuerza bruta del coloso del Norte, que compara con los bárbaros que saquearon Roma, es el Calibán que encarna la codicia materialista, imperio que marca su política agresiva del Gran Garrote y policía internacional, con Theodore Roosevelt, que en las primeras décadas del siglo XX conduce a la ocupación con tropas USMC de Nicaragua, frustrando consolidar el Estado-nación, proceso recién iniciado en el siglo anterior con la república conservadora y la liberal.

3. Es la intervención política, diplomática y militar en la que Nicaragua pierde la supremacía y su independencia, es decir su soberanía ahora en poder de los EE.UU. aunque teníamos territorio, pueblo y gobierno pero sometido al invasor, iniciando lo que llamo “ciclo del protectorado norteamericano y la resistencia armada” 1909-1934, en el que emergen dos gigantes figuras que potencian el alma de la nación: los generales Benjamín Zeledón y Augusto César Sandino.

En la Orden General del 10 de agosto de 1912 dada por Benjamín Zeledón aporta al programa de nuestra nación:

“…Brisas de libertad refrescarán el bello país de Nicaragua. La madre anciana encorvada por la miseria, el niño pálido por la escasez, serán redimidos. El pobre humillado, explotado, escarnecido por una insolente oligarquía, tendrá pan para sus bocas hambrientas y lienzos para cubrir sus ateridos cuerpos desnudos… Nuestros hijos, nuestros hermanos tendrán escuelas, y la instrucción pública difundida por todas partes, el bien sembrado en todas las almas les servirá de eficaz apoyo en los trances de la vida… Sin libertad no hay vida; sin igualdad no hay luz; sin autonomía nacional impera el caos… No más intervención en nuestros asuntos internos… Queremos que todo el mundo goce de libertad; que el artesano disfrute de su trabajo; que el labrador cultive sin peligro la tierra y que la fraternidad por doquiera, como una bendición de Dios, dé sus benéficos resultados… Queremos por último y por sobre todas las cosas, que la soberanía nacional simbolizada por esa bandera azul y blanca sea efectiva y no la abatan vientos de intervención…”

4. Augusto César Sandino fortalece el sentido de nación en momentos en que se desintegra por causa de las guerras intestinas y de la intervención militar. En la guerra civil constitucionalista de 1926-27, germina el “embrión” de un nuevo partido político opuesto a los partidos Conservador y Liberal de las oligarquías terratenientes y burguesas, las paralelas históricas. Este revolucionario embrión se fortalece en la “guerra anti-intervencionista” de 1927-33 en el seno del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, pero en el desenlace del “proceso de negociación y paz” de 1933-34 se colapsa, cuando una vez que cesa la ocupación militar extranjera en febrero 1933, Sandino se desplaza al escenario político de lucha para concertar la paz, siendo a traición asesinado un año después en mera negociación por Anastasio Somoza García, el alto mando de la Guardia Nacional y el gobierno norteamericano, crimen que también aborta el acercamiento entre Sandino con el presidente Juan Bautista Sacasa. Entonces se inicia en este contexto el “ciclo histórico de la dictadura militar y la insurrección” que se cierra décadas después en 1979.

En la herencia de Sandino resaltan su concepto de indohispano con el que define al nicaragüense, caracteriza al campesino y aboga por su alianza con los hombres de la ciudad, encarna una unión nacional que abarca a todos los sectores de la sociedad sin marginados. Al enarbolar las banderas de la soberanía nacional, la justicia y la equidad social, dota de significado a la lucha militar y esta se convierte en una expresión de su acción política, cimentando así la conciencia nacional. Forja para nuestra nación unos sólidos principios ideológicos, por el carácter libertario de su lucha; políticos, por la inclusión de los nuevos sectores sociales rurales y urbanos; éticos, por el ejercicio de la solidaridad; y morales, por una actitud de responsabilidad cívica ante las problemáticas de la vida nacional. Recoge la moralidad, expresada en el desinterés, el sacrificio, la alegría, la solidaridad y la vergüenza. Valora y respeta a la mujer. Fortalece la negociación como vía para resolver los conflictos, medio al que califica de efectiva democracia. Propone la justicia, la equidad social, el socialismo libertario como principios de convivencia humana. Convoca la unidad centroamericana y un frente único latinoamericano para contener al imperialismo. Insta a la construcción del Canal Interoceánico por Nicaragua con las naciones latinoamericanas y otras del mundo. Defiende los derechos humanos y la justicia. Estas son las bases de un programa para el tiempo de paz y sobre los cuales aspira se ha de edificar nuestra nación.

El autor es general retirado. Excomandante en jefe del EPS. Este artículo es parte de un ensayo del autor publicado en la Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

COMENTARIOS

  1. Marcel
    Hace 6 años

    Mientra Manuelito tiene el privilegio de tener hasta tres publicaciones, este servidor que envió su opinión hace tres horas no lo publican, por qué?

  2. Manuelito
    Hace 6 años

    Le tiene miedo La Prensa a Humberto Ortega, que no publico mi comentario en contra de el?

  3. Manuelito
    Hace 6 años

    Por que alaban a Sandino, si fue un pillo de primera. Mandaba a Pedron Altamirano a cortar la cabeza de sus enemigos (corte de chaleco) y era asaltante de primera. Hoy lo presentan como el salvador de Nicaragua, solamente porque enfrento a los gringos. Se le perdonan los asesinatos atroces que cometio este individuo que hoy es bandera de los Ortegas.

  4. Manuelito
    Hace 6 años

    Vendió los cuatro helicópteros que dono Rusia y se cargo los billetes este “patriota”

  5. el carolingio
    Hace 6 años

    Todo luce bonito lo que dice don Humberto. Mientras, aguantemos a su hermano

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