Querida Nicaragua: La Ley de Autonomía Municipal está vigente pero duerme el sueño de los justos.
Es una ley excelente para los municipios, para las comunidades, una ley que convierte al alcalde en una verdadera autoridad, en una especie de gobernador de una pequeña región donde él puede tomar todas las decisiones en cuanto al progreso de todos los pueblos comprendidos dentro de su jurisdicción.
La ley fue aprobada por la Asamblea Nacional a instancias del frentismo que había perdido el poder frente a doña Violeta Barrios de Chamorro, y como el gobierno existente que el danielismo había tenido que entregar era demasiado presidencialista, querían quitarle algo del poder en los municipios del país.
Fue así como se aprobó la Ley de Autonomía Municipal y el frentismo empezó a infiltrarse al menos en los municipios.
Así surgieron alcaldías importantes que pronto obtuvieron popularidad en muchos pueblos y hubo además muchos cambios. Pueblecitos que nunca habían soñado con el pavimento fueron adoquinados, se hicieron parques de recreo para diversión de los pobladores y muchas pequeñas obras importantes como la higiene del pueblo, la recolección de basura, etc. Sobre todo el señor alcalde tenía autoridad y podía decidir sobre cualquier proyecto, siempre en consulta con especialistas en la materia.
Así fue pasando el tiempo y en cada elección el danielismo penetraba con su propaganda, aunque bien sabía que nadie lo quería pues recordaban la década del horror, de la guerra, del Servicio Militar, de la escasez y de la prepotencia de un gobierno para quien el pueblo no valía nada.
Cuantas veces hubo elección presidencial Ortega se presentó como candidato. No permitía que ningún otro miembro del partido osara siquiera presentarse como tal, el único era él. Fue así como expulsaron del partido a un gran prospecto como era Herty Lewites, se sugirió el nombre de Alejandro Martínez Cuenca y luego no se volvió a hablar de él. También la doctora Vilma Núñez de Escorcia tuvo aspiración, pero no la dejaron pasar. Ortega perdió en todas las elecciones hasta que en 2006 ganó con una minoría de votos.
Hoy en día lleva 10 años en el poder, más 10 en el 80 son 20 y las alcaldías en su inmensa mayoría son del danielismo. Casi todos los años se reeligen. Managua, León, Matagalpa, las principales ciudades y decenas y decenas de municipios pequeños pero importantes son manejados ya no por el alcalde que es como una figura decorativa, sino por el comisario político del Frente Sandinista que es el partido del Gobierno. La autonomía municipal ahí está pero no se usa, no tiene utilidad práctica.
En Managua por ejemplo el que manda es don Fidel Moreno, representante político del FSLN. La señora alcaldesa y el señor vicealcalde no tienen figuración alguna ni deciden, probablemente firman los cheques rutinarios o se encargan de autorizar solvencias. Quien maneja los proyectos grandes de la Alcaldía es don Fidel Moreno.
Adentrándome por esos caminos de mi Nicaragua donde respiro el aire puro de los campos y puedo escuchar a mis anchas los sonidos rurales: el burro que rebuzna, los gallos que cantan, doña Francisca Salamanca palmeando tortillas que le vende a todo el pueblecito de El Higueral, así se llama ese rincón metido en la montaña y que antes era una finca de un señor Centeno. Todo aquello silencioso y triste, como a mí me gusta, pero que debería tener algún progreso. Fui a la casa del señor alcalde, pregunté por él. No está me dijeron, anda tirando venados y cueveando un armadillo. Pregunté a qué horas llegaba. No tiene hora me dijeron, tal vez a la medianoche. Entonces pregunté por el comisario político. Aquí no hay me dijeron, mandaron uno pero se aburrió y se fue. No había parque, solo una plaza solitaria como las que había en los años cuarenta o cincuenta. Si en los pueblos no hacen nada y aquí no hay, me pregunto ¿para qué sirven los alcaldes?
El autor es gerente de Radio Corporación y excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
