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Arnoldo R. Martínez Ramírez

No te preocupés, hacelo… que no pasa nada

Visibilizar en términos cuantitativos el problema global de la impunidad y su efecto directo en otros fenómenos, como desigualdad, corrupción y violencia es el objetivo del Índice Global de Impunidad (IGI). Para el Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de las Américas de Puebla, la impunidad es un fenómeno multidimensional, que va más allá del análisis de los delitos susceptibles de ser castigados, como el homicidio. Esta tiene tres dimensiones: seguridad, justicia y derechos humanos.

El IGI 2017 incluye 69 países. Nueve de los 13 con mayor impunidad están en América Latina. En una escala de cien puntos para el más impune, Nicaragua fue clasificada con una alta impunidad, con un rango de 66.34, antecedido por Filipinas, India, Camerún, México y Perú. En el IGI 2015 Nicaragua también ocupó una alta impunidad (rango de 65.9). En su informe sobre corrupción de 2016, Transparencia Internacional ubicó a Nicaragua en el puesto 145 entre 176 países. Amnistía Internacional 2016/2017 considera a Nicaragua país violento y desigual, donde se contravienen los derechos ciudadanos, en especial, los de las mujeres, adolescentes, poblaciones indígenas, poblaciones rurales, propiedad, defensores de derechos humanos. Todo a pesar de los discursos del Banco Mundial, BID, gobierno y sector privado, que se ufanan del crecimiento económico, la ejecución efectiva de proyectos, reducción de pobreza, y empleo pleno.

El fenómeno de la impunidad, implica no recibir castigo o no ser juzgado, cuando alguien infringió la ley, delinquió o dañó a terceros. Al quedar exento de sanción el infractor, sus posibilidades de mejorar su conducta (asumiendo que se tienen instituciones correccionales apropiadas), son lejanas, siendo lo más seguro que reincida en su conducta delictiva. Las víctimas se sienten desposeídas de poder, en desamparo total y sin esperanzas que algún día se les haga justicia; sufren de miedo atroz de ser agredidas de nuevo, y pierden el respeto a la autoridad.

La impunidad se instaura por: indiferencia al dolor ajeno; incumplimiento de leyes; permisividad y blandenguería a lo ilegítimo; colusión y engaños; aceptar la falta de principios morales; no querer ver, oír ni hablar; recibir regalos y granjerías en ambientes de gobierno, partidos políticos, sectores financieros, corporaciones, familias y amigos influyentes, centros de estudios y grupos religiosos. El ejemplo se universaliza en la sociedad y a nadie le interesa respetar la ley, porque no es necesaria. Entonces se pasa a convivir con las “leyes de los más poderosos”, y si eventualmente las incumplimos, tocamos sus puertas y pagamos. Así la impunidad se convierte en negocio jugoso.

Por muy nefastas que sean las acciones de quienes tienen “licencia de impunidad”, no hay consecuencias. Se concibe una “cultura de impunidad e incumplimiento” de los Derechos Constitucionales y Humanos, cuando hay alianzas entre los administradores de justicia y los perpetradores de delitos; al coludirse sus intereses e ignorar la rendición de cuentas por sus delitos. Entonces, el tráfico de influencias se convierte en moneda de curso legal.

En países donde las leyes son irrespetadas, es rutinaria la injusticia, inequidad, inseguridad ciudadana y jurídica; pobreza, desempleo, femicidio, crimen organizado, accidentes vehiculares mortales, acosos sexuales, emocionales y físicos a mujeres y niños; sobornos a funcionarios públicos; evasión de impuestos; gestión engañosa y errática de socios directores a sus empresas; intereses usureros de bancos y financieras; adquisición de propiedades de manera ilegítima; incumplir contratos de servicios; consumidores desprotegidos ante alzas frecuentes e injustificadas de precios de agua, luz, combustibles, etc.; concesiones amañadas a empresas mineras, reservas ecológicas y territorios indígenas; daños al medioambiente por extracción de minerales y maderas, perforaciones de pozos, construcciones en zonas de riesgo, contaminación con desechos industriales.

La impunidad es el paraguas que protege a la corrupción y la violencia. El no te preocupés, hacelo… que no pasa nada, está aunado a gobiernos con poderes absolutos, carentes de ética y desinteresados por el bienestar de la comunidad. Esto nos hace cuestionar la viabilidad del país, y ubica a las nuevas generaciones en incertidumbre para trabajar por una sociedad justa, igualitaria y ética, que supere los escollos en educación, salud, vivienda, desempleo, pobreza, equidad, justicia.

¿Por cuánto tiempo puede sobrevivir Nicaragua en el mundo de la impunidad?

El autor es contador.

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