Para un país tan pequeño, pobre y atrasado como es Nicaragua, la construcción e inauguración de un estadio de referencia nacional, para jugar beisbol o practicar cualquier otro deporte, es un acontecimiento nacional y una fiesta de Estado.
Así fue en noviembre de 1948, cuando fue inaugurado el primer Estadio Nacional de Beisbol, como se le llamó oficialmente. Y del mismo modo ha sido ahora, que se ha construido e inaugurado un segundo gran parque de pelota, al que se le ha puesto el nombre de Dennis Martínez, antigua estrella de las Grandes Ligas de Beisbol que según los cronistas deportivos ha sido el mejor pelotero en la historia de Nicaragua.
Como una penosa coincidencia, tanto el estadio de 1948 como el de ahora fueron construidos bajo dictaduras e inaugurados por dictadores. Cuando se inauguró el viejo Estadio Nacional, era presidente provisional de Nicaragua el político liberal somocista Víctor Manuel Román y Reyes, pero un presidente pelele. Quien mandaba realmente era el general Anastasio Somoza García, que formalmente desempeñaba los cargos de jefe director de la Guardia Nacional y ministro de Defensa.
Aquel Estadio Nacional fue inaugurado el 21 de noviembre de 1948 con un juego de beisbol, como corresponde en estos casos. Con ese juego comenzó un campeonato mundial beisbolero y se enfrentaron los equipos de Panamá y Nicaragua, resultando derrotada la selección nacional. El dictador Somoza García lanzó la primera bola ante una multitud calculada por el diario LA PRENSA en más de treinta mil aficionados, que entraron al Estadio pagando sus boletos, sin que se discriminara a nadie por motivo político o de cualquiera otra clase. Así también entraron libremente al flamante Estadio todos los periodistas que debían y querían informar sobre aquel acontecimiento.
En la edición de LA PRENSA del 21 de noviembre de 1948 se dijo textualmente que: “En el Estadio Nacional estaba presente todo Nicaragua, gente de todas las clases sociales de todos los departamentos, desde la aristocracia granadina de la calle atravesada hasta el indio y campesino de caite de Monimbó, de las sierras de Managua, de los pinares de Jinotega y las montañas de Nueva Segovia y la Costa Atlántica. En honor a la verdad este es un espectáculo impresionante. Nunca visto en Nicaragua, y difícil de volver a repetirse en cincuenta años más”.
Y en verdad no se ha repetido. La inauguración oficial del nuevo Estadio, este jueves 19 de octubre de 2017, no se hizo con un juego especial de béisbol como ocurrió en 1948. El de ahora fue inaugurado con un deslucido acto político gubernamental y —aparte de los invitados especiales— solo se permitió la asistencia de partidarios de Daniel Ortega, todos amaestrados para aplaudir al dictador. Se prohibió además la entrada de periodistas de los medios independientes, sin que ningún invitado especial nacional o extranjero se apenara por eso.
Inclusive, el equipo de LA PRENSA fue echado groseramente por la Policía de las afueras del Estadio, donde trataba de recoger impresiones de algunos asistentes.
Por algún destino político infortunado en Nicaragua los grandes estadios solo se construyen e inauguran bajo dictaduras. Con el agravante, ahora, de que la dictadura orteguista lo ha hecho peor que la somocista.